INTRODUCCIÓN
Quizás lo que haga la voluptuosidad tan terrible sea que nos enseña que tenemos cuerpo. Antes, solo nos servía para vivir. Después sentimos que aquel cuerpo tiene su existencia particular, sus sueños, su voluntad, y que hasta la muerte tendremos que contar con él, cederle, transigir o luchar. Sentimos (creemos sentir) que nuestra alma solo es su mejor sueño.
Marguerite Yourcenar
La experiencia erótica es esencialmente un hecho relacional. El deseo erótico es una emoción que, como todas, genera una tendencia de acción; en este caso, la búsqueda de satisfacción sexual en otra persona. En términos generales, ello supone entrar en un espacio de proximidad psicológica, en el que dos psicologías individuales deben conectarse.
Por tanto, la calidad de la experiencia erótica depende, por un lado, de la expresión del deseo erótico debidamente integrado en la estructura del yo, y, por otro, de la capacidad de estar de un modo confortable y seguro en el espacio de la intimidad.
Dicho de otro modo, la experiencia erótica estará necesariamente mediatizada por los modelos operativos internos que regulan las relaciones interpersonales, especialmente las que se producen en la intimidad, entendida esta como un espacio de proximidad psicológica.
La teoría del apego es el marco de fundamentación teórica, apoyado en amplísima evidencia empírica, que explica el desarrollo psicológico basado en la importancia de la vinculación afectiva desde el origen mismo de la vida personal.
Aunque sea una simplificación excesiva, diremos que a lo largo de la historia socioafectiva se va gestando el «sistema operativo», permítase la metáfora, que regulará las relaciones interpersonales y el comportamiento a lo largo de toda la vida. Este se va gestando a través de la historia socioafectiva en la que la experiencia vivida, subrayamos experiencia, es un conjunto de comportamientos, emociones, cogniciones, percepciones y valoraciones que se experimentan como un todo, que se incardinan a diferentes niveles conscientes, preconscientes y no conscientes, pero que no puede reducirse a cada uno de estos aspectos.
En tal sentido, dada la evidente relación entre el deseo erótico y la vinculación afectiva, este libro pretende integrar los conocimientos procedentes de la teoría del apego a la terapia sexual.
¿Cuáles son los motivos que han impulsado la escritura de este libro? En primer lugar, debo hacer referencia a mi anterior monografía, titulada Apego y sexualidad. Entre el vínculo afectivo y el deseo sexual, publicada en Alianza Editorial en 2009. En ella se analizó de un modo general, tal y como indica el subtítulo, la relación existente entre el vínculo afectivo y la sexualidad globalmente considerada. Las cuestiones tocantes a las dificultades sexuales fueron abordadas tangencialmente, dados los objetivos de aquella publicación. Ello explica el interés en profundizar en los aspectos relacionados con la terapia sexual desde la perspectiva del apego, que figuran en la presente obra.
Otro de los motivos que lo han impulsado ha sido la reflexión crítica acerca de la terapia sexual en la actualidad. Bajo el epígrafe «terapia sexual» se observa una evidente confusión conceptual, por un lado, y una relativa paralización en la evolución de los conocimientos respecto a intervenciones y tratamientos, por otro.
Históricamente, podemos situar en la década de los setenta del pasado siglo la aparición de aportaciones científicas fundamentales acerca del conocimiento del ciclo psicofisiológico de la respuesta sexual. Estas supusieron un punto de inflexión en la forma de comprender las dificultades sexuales y sus tratamientos. Se puede considerar, por tanto, que en aquel momento se abrió una nueva etapa que podría denominarse convencionalmente «la nueva terapia sexual», como indicó el título de la obra seminal de Helen Singer Kaplan (1974).
En efecto, se pueden señalar numerosos estudios y experiencias de investigadores y clínicos que se remontan al siglo XVIII . Estos trabajos y sus autores, a pesar de los escasos recursos y de la presión ideológica de una moral dominante altamente conservadora en materia sexual, pueden ser considerados como auténticos pioneros. No obstante, todo el conocimiento previo es recogido, corregido y aumentado por la magna obra de Masters y Johnson, cuyas aportaciones al conocimiento de la respuesta sexual y sus aplicaciones a la terapia sexual siguen considerándose en la actualidad por numerosos profesionales como un modelo de referencia.
Helen Singer Kaplan, también en la década de los setenta, ofrece el conocido modelo trifásico de respuesta sexual, otorgando una importancia relevante al deseo sexual como una fase de la respuesta sexual, considerando que las fases, deseo, excitación y orgasmo son entidades neurofisiológicas diferentes y que, por tanto, pueden alterarse independientemente, dando lugar a los trastornos específicos del deseo, de la excitación y del orgasmo. En el ámbito de la terapia sexual propone un modelo más desarrollado que el de sus antecesores, profundizando en los aspectos psicosomáticos que están en el origen de las dificultades sexuales.
En la actualidad, los modelos citados siguen siendo referencias en los contenidos de formación de los especialistas y en su práctica profesional. No cabe duda de que estos formatos han ido enriqueciéndose con nuevos hallazgos y aportaciones procedentes de disciplinas afines y de las diversas escuelas o referencias de formación de los terapeutas.
Como ya se ha indicado, da la impresión de que, en la actualidad, la evolución de la terapia sexual ha entrado en un periodo de cierto estancamiento en el que apenas se perciben innovaciones, salvo honrosísimas excepciones en la práctica privada.
La presente monografía pretende aportar reflexiones renovadas acerca de la terapia sexual, replanteando algunos conceptos generalmente no cuestionados, como a) el concepto de «experiencia erótica», b) el concepto mismo de terapia sexual y c) el modelo biomédico en relación con la terapia sexual. Además, siendo este su objetivo fundamental, pretende analizar e integrar las aportaciones de la teoría del apego a los procedimientos en terapia sexual.
Los modelos referenciales a los que me he referido, en relación con la comprensión del comportamiento y de la terapia sexuales, centran su atención en el ciclo psicofisiológico de la respuesta sexual. Desde el punto de vista biomédico se entiende que esta cubre una función basada en la reproducción humana, compuesta por el impulso sexual, capacidad de responder a estímulos eróticos, la excitación sexual, capacidad de activar un conjunto de reflejos de vasodilatación y vasocongestión, y el orgasmo, movimientos clónicos altamente placenteros cuyo fin es la descarga de la tensión acumulada. Definida la función, toda alteración del proceso es considerada disfuncional. Por tanto, toda alteración en el impulso, la excitación y el orgasmo constituyen las disfunciones sexuales.
El modelo biomédico que subyace a este planteamiento define la función, determina las disfunciones, las diagnostica y establece los objetivos terapéuticos. La experiencia de la respuesta sexual se reduce a conductas relacionadas con la actividad sexual, que pueden ser funcionales o disfuncionales. Estos principios se consideran incuestionables y están presentes, implícita o explícitamente, en la mayoría de las ofertas de terapia sexual que marcan los objetivos de lo que hay que alcanzar, a saber, la recuperación de la «funcionalidad».