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INTRODUCCIÓN
La libertad sexual y el capital sexual
En su obra La sexualidad: una introducción breve , la socióloga Véronique Mottier pregunta: «¿Cómo hemos llegado a creer que el sexo sea tan importante para saber quiénes somos?». ¿Cómo es posible que el sexo y la sexualidad El sociólogo Adam Isaiah Green sigue esta línea cuando escribe que
en los dos últimos siglos, el desarrollo de los mercados capitalistas, la urbanización y el cambiante estatus socioeconómico de las mujeres han coincidido con los desarrollos tecnológicos y culturales —incluyendo la llegada del control de la natalidad, la popularidad de internet, el declive de la influencia de la religión y el surgimiento de normas sexuales positivas— para producir un ámbito de la vida sexual cada vez más libre de las instituciones tradicionales de control, como la familia y la Iglesia.
La libertad sexual, por tanto, constituye una serie de ideas, una matriz de valores, un marco cultural y una práctica que tienen un poderoso impacto sobre otras instituciones y relaciones, tanto las íntimas como las económicas. No obstante, nuestro interés principal no es revisar la historia cultural e intelectual de la libertad sexual como tal. Nosotras preguntamos: ¿cuáles son las distintas formas de capital que adopta el ideal moderno de liberalización sexual? Nuestro principal objetivo analítico es diseccionar la noción de «capital sexual y erótico» y distinguir entre varias formas (o categorías), así como los diferentes contextos históricos dentro de los cuales se han configurado las distintas formas de capital.
La sexualidad moderna se caracteriza por un proceso dual: el sexo se racionaliza y objetiva (en cuerpos científicos de conocimiento, reglas, juguetes, industrias) y se convierte en un atributo personal, una identidad, y, por lo tanto, en una propiedad de la persona. En la sociedad burguesa del capitalismo industrial que comenzó a hacer del sexo tanto un objeto de estudio como un lugar de identidad personal, la sexualidad se imaginaba fundamentalmente como no monetizada. El presupuesto normativo era que el sexo y la economía debían estar separados el uno del otro (aunque en realidad nunca fue así). Básicamente esto significa que «el sexo vende», y más específicamente, que las personas atractivas, sexys, atraen no solo la atención de los consumidores (como en la cultura de los famosos), sino también la de los empleadores. Y finalmente, 4) la última forma implica la capacidad de capitalizar el atractivo de uno en los mercados matrimoniales y de citas. Nos centramos en la tercera categoría porque es la que ha surgido como una forma característicamente tardomoderna del capital sexual.
A través del prisma analítico del capital sexual y erótico esperamos contribuir al análisis sociológico de las sexualidades como una forma nueva de desigualdad, institucionalizada de distintas maneras en el capitalismo neoliberal. Respecto de las sexualidades, nuestra tipología de las diferentes formas de capital sexual y erótico va más allá de la concepción dominante que piensa que el sexo y la sexualidad están siendo demasiado mercantilizados. Además, nuestras conceptualizaciones del capital sexual señalan una salida de lo que no puede describirse más que como «un callejón sin salida teórico» que caracteriza a buena parte de los textos sociológicos actuales sobre la sexualidad. Estas obras están atrapadas entre una serie binaria de presuposiciones en las que la resistencia, la transgresión y el empoderamiento se consideran un extremo, y la dominación, la sumisión y el desempoderamiento, el otro. Dicho de otro modo, reconoce que la libertad, y concretamente la libertad sexual, se ha convertido en la base normativa del capitalismo contemporáneo.
En segundo lugar, en la sociología de la desigualdad, nos unimos a una tendencia reciente a volver a comprometernos con las desigualdades materiales a través de lo que Andrew Sayer llama «una economía política radical». La economía política moral, radical, no se «limita a asuntos de igualdad y explotación», sino que tiene un fuerte sentido de las «responsabilidades económicas» y del «bien común». la recuperación de una política económica radical necesita investigar las maneras que el dinero y el capital tienen de entrometerse en los mundos de la vida y distorsionarlos. En la última sección de este ensayo desarrollamos la idea de que el capital sexual de la Modernidad tardía constituye un sendero específico a través del cual las desigualdades materiales persisten.
Este breve ensayo se organiza del modo siguiente: comenzamos con una visión general de la transición histórica desde las formaciones modernas del sexo y la sexualidad a las formaciones tardomodernas. En esta transición, la división moderna entre «sexo bueno», que pertenece a la esfera de la reproducción, y «sexo malo», esto es, sexo comercial, se ha erosionado. Este cambio sienta las bases históricas para explicar cómo el sexo produce capital económico, ya sea directamente, en forma de productos y servicios sexuales, o indirectamente, en prácticas de emparejamiento y creando sujetos y subjetividades. Estas revisiones teóricas e históricas nos permiten desarrollar la noción de capital sexual ocupacional tardomoderno.
Para este enfoque empleamos la definición de sexo propuesta por Janet Halley ( Split Decisions. How and Why to Take a Break from Feminism, Princeton, Princeton University Press, 2006, p. 24) como «todo aquello que nos excita: lo erótico». Esta definición es muy parecida a la de Gayle Rubin («The Traffic in Women. Notes on the “Political Economy” of Sex», en R.R. Reiter (ed.), Toward an Anthropology of Women, Nueva York, Monthly Review Press, 1975, p. 166) al hablar del «sistema sexo/género», entendido como «un conjunto de arreglos mediante los cuales la materia prima biológica del sexo y la procreación humana están conformados por la intervención social humana y se satisfacen de manera convencional».
F. Dabhoiwala, «Lust and liberty», Past & Present 207.1 (2010), p. 156.
Ibid., p. 179; cf. S. Jackson y S. Scott, «Sexual antinomies in late modernity», Sexualities 7.2 (2004).
A.I. Green (ed.), Sexual Fields. Toward a Sociology of Collective Sexual Life , Chicago, University of Chicago Press, 2014, p. 7.
Cf. F. Dabhoiwala, «Lust and liberty», op. cit. y G. Hawkes, Sex and Pleasure in Western Culture, Cambridge, Polity Press, 2004.
Obsérvese la diferencia entre un enfoque basado en el capital y un enfoque basado en las capacidades (A. Sen) que evalúa los «acuerdos económicos según como afecten a las “capacidades” de la gente para conseguir varios tipos de bienes, como la salud, la alimentación, la autoestima o la pertenencia a una comunidad» (A. Sayer, «Moral economy and political economy», Studies in Political Economy 61.1 [2000], p. 82).
Cf. G. Rubin, «The Traffic in Women: Notes on the “Political Economy” of Sex», op. cit.
M. Feher, «Self-Appreciation or The Aspirations of Human Capital», Public Culture , vol. 21.1 (2009), pp. 21-41.