Sociedad Agni Yoga Hispana, Inc.
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Traducción Española © 2008, 2016 Sociedad Agni Yoga Hispana, Inc.
Primera Edición 2008. Segunda Edición 2016.
Publicado originalmente como
On Eastern Crossroads. New York: Agni Yoga Society, 2016.
© 2016 by Agni Yoga Society.
La ilustración de la portada: Tesoro del Mundo por Nicolás Roerich, 1924
Introduccion (1930)
En las tradiciones de todos los pueblos ha habido leyendas de peregrinos quienes colocan piedras a lo largo de su camino para poder encontrar el sendero de regreso a la fuente. El libro “Criptogramas de Oriente,” de Josefina Saint-Hilarie se lo puede considerar desde este punto de vista, además que nosotros sentimos, que cada uno de estos magníficos fragmentos reunidos tan cuidadosamente por ella, añaden sus chispas a la textura de la verdad y revela los pasos de las tradiciones más antiguas. En todo el trabajo que vamos a presentar, en la variedad de los temas, no hay una marca personal; es como una corona de flores que se juntaron sin ninguna consideración especial por los especimenes a juntarse, sino que se hizo por el amor a la belleza de toda la pradera. Uno puede sentir cómo durante los muchos viajes realizados, toda nueva contribución al trabajo fue añadido sin ningún pensamiento negativo y así se fue llenando gradualmente la bolsa de benevolencia del coleccionista.
Es importante sentir que a nadie se le exige que acepte estas tradiciones en ninguna dirección en especial. Mas el lector sí podría enriquecer su intuición respecto de los aspectos constructivos de la historia de la humanidad. Veremos pues, como las mentes de las naciones registraron y conservaron por siglos las grandes ideas como chispas evolutivas de su talento.
Estas chispas deberían ser guardadas con igual solicitud por nosotros y por la posteridad. Es necesario que nosotros consideremos con veneración estas tradiciones, sin disminuirlas sino aplicándolas a nuestras necesidades espirituales de la manera más constructiva y apreciativa. Así pues, viajemos por el pasado saludando al futuro.
Con frecuencia aquello que es llamado Apócrifo conserva muchos trazos tomados de los textos auténticos. En estas inesperadas historias y parábolas esparcidas entre los pueblos de Asia nos damos cuenta precisamente qué imágenes viven en la conciencia popular.
De Altai a Ceilán la gente sueña con los Grandes Maestros, recordando desde la antigüedad fragmentos de las vidas de Ellos y trayendo las historias más cerca hacia el carácter de su país.
Reunir estos criptogramas de grandes reflexiones significa dar una ojeada al alma de los pueblos.
UNA PÁGINA DE LA SAGRADA HISTORIA DEL SEÑOR BUDA
EL COMIENZO DEL CAMINO
El Señor Buda en verdad dejó el pueblo donde nació. En verdad Él meditó bajo el árbol de la sabiduría. En verdad Él enseñó en Benarés. En verdad Él concluyó Su enseñanza en Kushinagar. Mas los siglos añadieron muchas historias.
El Señor partió de Su lugar natal a lomo de caballo acompañado por un siervo-mensajero. El camino yace hacia el noroeste, a lo largo del valle del río. El apurado viaje duró dos semanas. Más allá del paso de las montañas, terminó el camino para caballos. Más adelante continuaba el camino de los cazadores. Aquí lo dejó el manifestado mensajero, mas en su despedida dijo, “Príncipe, Hermano, cuando llegues a la choza del cazador, entrégale este pedazo de madera.” Y él le entregó un pedazo de madera con tres señales.
El Señor viajó por el sendero por siete días. Al octavo llegó a la choza. La puerta permanecía abierta y un anciano alto vestido con una sucia sobrepelliz estaba cortando madera.
El Señor se le aproximó saludándolo, como se acostumbra en la India. Mas el cazador se rió y le señaló un árbol. El Señor recordó el pedazo de madera y se lo entregó. El anciano examinó las marcas y amablemente le señaló la mesa dentro de la choza. El Señor entendió la invitación y compartió la carne de venado y la miel. Luego el anciano, con gestos, le pidió al Señor que descansara.
Cuando el Señor Buda despertó, el sol recién había iluminado las nieves. El cazador ya no estaba en la choza, pero desde el patio sonaba el ruido que hacia el hacha. Sin embargo, pronto su figura apareció en la puerta y le ofreció al Señor un trago de miel. Entonces el anciano tomó un saco y una lanza y señaló al sol. El Señor entendió que era hora de partir y tomando su bastón se marchó de la cabaña. El anciano se inclinó tres veces ante Él y le indicó que debía seguirle. Se aproximó a unos matorrales y empujó unas ramas dejando un angosto sendero al descubierto. Le hizo señas al Señor que lo siguiera y rápidamente se adelantó, señalando hacia el sol. De esta forma caminaron hasta el medio día. El bosque se puso menos denso y se pudo escuchar el retumbar del río y llegaron a su orilla. El anciano sacó su arco y lanzó una flecha. Esperaron en silencio. El Señor se sacó los adornos que todavía tenia y se los ofreció al anciano. Pero este le pidió que los arrojara al río.
En la orilla opuesta apareció un hombre alto que empujó su barca y se dirigió hacia ellos. Su ropa estaba ribeteada con piel. Y su rostro era ancho y obscuro. Al llegar a la orilla el extraño se inclinó ante el Señor y lo invitó a subir a la barca. El Señor quiso despedirse del cazador pero este ya había desaparecido. El extraño también se mantenía en silencio. Al llegar a la otra orilla montaron en caballos y empezaron a ascender a la montaña.
Durante la noche llegaron a los límites de las nieves y al amanecer descendieron a la Morada.
MAITREYA EL PREDESTINADO
Los ojos del príncipe niño se abrieron temprano a los milagros del mundo. Nada escapaba a su penetrante atención.
El Rey dijo: “La percepción es la corona del Señor, pero la fortaleza de su brazo es Su escudo. Hagamos que fortalezca Su brazo con el arco. Hagamos que los niños de los nobles Castrillas compitan con el Príncipe.”
La Reina Madre accedió añadiendo, “Si el discernimiento es la corona del Señor y la fortaleza de Su brazo Su escudo, entonces la gloria del Señor es Su misericordia y Su sabiduría. Yo haré que mi pequeño esté rodeado por los Devas de la Sabiduría, los que crearon los Vedas.”
Entonces un viejo sabio se volvió hacia el Rey y dijo, Reverenda Madre y Tú, Señor, ordénenme combinar sus deseos. Ordénenme traer ante ustedes a aquella a la que llamamos la hija del Gran Nag, a quien hemos cobijado en nuestra casa. Y de quien nos hemos maravillado por siete años de su sabiduría y de la fortaleza de su arco. Ciertamente ella es digna merecedora de la mano que ha grabado la sabiduría de los Vedas.”
“Que la traigan aquí,” ordenó el Rey.
El sabio consejero llevó a una joven, diciendo, “Maitri, envía el saludo más cordial a nuestro Rey.”
Nunca se había visto a una niña de siete años vestida de blanco, con su arco y flecha en la mano y con una daga en su cinto. La corona de espeso pelo negro no estaba sujeta por la banda de los Nag y los ojos escudriñaban tristes y severos a la vez.
El Rey dijo. “Maitri, si puedes disparar tu arco hazlo y traspasa al pavo real que está allá.”
Maitri se inclinó ante el Rey y dijo, “Yo no debo tomar la vida de un animal; pero permíteme, Rey, traspasar una manzana de la parte más alta del manzano.”
El Rey le ordenó a Maitri que sea compañera del Príncipe y admiró grandemente la sabiduría de aquella que fue encontrada a la orilla del lago. El Príncipe pasó muchos años con Maitri, algunas veces llamándola La Severa, o la Resplandeciente, o la Guerrera, a la Vidente de la Sabiduría Nagi. Maitri abrió ante él los portones del Sendero.