NOTA PRELIMINAR
Una de las figuras más conocidas de la historia de la humanidad es, sin duda, la de Copérnico, el padre de la astronomía moderna. Pero, a pesar de ello, son muchos los puntos de su biografía que aún nos escapan. Y lo mismo puede decirse sobre la génesis de sus obras: conocemos las grandes líneas de la evolución de su pensamiento científico, pero el detalle de cómo llegó a concebir el sistema heliocéntrico permanece aún en la oscuridad.
Copérnico, buen helenista como hombre que era del Renacimiento, conocía la obra de sus precursores clásicos, a los que cita explícitamente. Mas las ideas de Aristarco, tal y como él las conoció, no pasaban de ser un simple enunciado de proposiciones sin demostración. En cambio, el genio de Copérnico consistió en dar un soporte matemático que resistió con éxito, desde el primer momento, el cotejo con los resultados de la observación: se vio enseguida que las efemérides calculadas según las doctrinas copernicanas eran más exactas que las establecidas con las Tablas alfonsinas , de uso común hasta aquel momento y que se basaban en el geocentrismo de Hiparco y de Tolomeo. El que la predicción de eclipses o de los aspectos celestes utilizada por los astrólogos fuese más exacta empleando los métodos de aquél, llevaba implícito a la larga el triunfa del copernicanismo.
Las investigaciones realizadas con motivo del quinto centenario del nacimiento del insigne astrónomo (1473) han arrojado nueva luz sobre varios puntos de su biografía y de su obra, y al mismo tiempo han planteado nuevos problemas cuya solución tal vez nos reserve el futuro. Hoy en día parece claro que en la idea original de Copérnico no sólo influyeron los pensadores griegos, sino también las ideas críticas del filósofo cordobés Averroes conocidas en Cracovia, como mínimo, desde mediados del siglo XV, es decir, antes de que Copérnico iniciara sus estudios en esa universidad.
Menos sensacionales, aunque no menos importantes, han sido algunas de las precisiones aportadas acerca de la aceptación del sistema heliocéntrico en distintos países del mundo y en concreto en España. Dado que el copernicanismo fue condenado rápidamente por ta Iglesia reformada representada por los propios Lutero y Melanchton, puede sospecharse que su inmediata introducción en España, admirablemente estudiada por E. Bustos, se debió a la vez a razones políticas e ideológicas que explican muy bien el respeto del rey Felipe II a las decisiones del claustro de la universidad de Salamanca. Sólo después de la condena formal de Galilea, es decir, casi cien años después de la muerte de Copérnico, las autoridades religiosas de la península adoptaron la misma línea de conducta de las iglesias reformadas.
En las paginas que siguen exponemos el estado actual de la cuestión siguiendo, entre otros, los estudios de Hartner, Kennedy, Neugebauer y Rosen, y algunos nuestros que aparecen debidamente citados en las notas.
J. V.
Barcelona, noviembre de 1974.
Título original: Astrología y astronomía en el Renacimiento. La revolución copernicana
Juan Vernet, 1974
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] Cf. De stella nova in pede Serpentarii (Praga, 1606), en Gesammelte Werke (GW), ed. Max Caspar, vol. 1 (Munich, 1938).
[2]Suma teológica, vol. III, 2 (Madrid, 1959) 1 q. 115 a 4-6.
[3] Compárese con Kepler, A Herwart, en GW, 13 (Munich, 1945), p. 305: “¿De qué manera determina el carácter la configuración del cielo en el momento del nacimiento? Obra sobre el hombre durante la vida como los hilos que un campesino anuda al azar en torno a las calabazas de sus tierras. Los nudos no hacen crecer la calabaza, pero determinan su forma. Lo mismo el cielo: no da a los hombres sus costumbres, su historia, su felicidad, sus hijos, su riqueza y su mujer sino que moldea su condición”.
[4]Apud cadí Iyyāḍ, Tartīb al-madārik, ed. A. Bakrī Maḥmūd (Beirut, s. d.), vol. III, p. 594. [Sólo hemos transliterado científicamente los nombres árabes en estas primeras páginas. En el resto y dada la reiteración de los mismos hemos preferido los variantes consagrados por la tradición].
[5] Cf. Millione, cap. 72.
[6] Cf. J. E. Murdoch, “Rationes mathematice”. Un aspect du rapport des mathématiques et de la philosophie au Moyen Âge (París, 1961), pp. 12-15.
[7] Cf. Ibn Abī Uṣaybi‘a, Uyūn al-anbā’ fī ṭabaqāt al-aṭibbā’ , vol. III (Beirut, 1377-1957), p. 64. Pueden verse también los horóscopos descritos por E. Poulle, “Horoscopes princiers des XIV et XV siècles”, BSNAF (1969), pp. 63-77.
[8] Cf. Coeli et siderum in eo errantium observationes Hassiacoe illustrissimi principis Willhelmi Hassiae lantgravii… (Leiden, 1618). Contiene también observaciones de Tycho Brahe y, posiblemente, del propio editor W. Snellius. Algunos valores numéricos parecen incorrectos.
[9] Cf. J. Vernet, “Astrología y política en la Córdoba del siglo X”, RIEI, 15 (1970), pp. 91-100.
[10] Tycho Brahe, Explicatio partium majoris et praecipae domus, en Opera ommia, ed. I. C. L. Dreyer, vol. V (Copenhague, 1921), p. 143; W. Hartner, Oriens. Occidens (Hildesheim, 1968), p. 453 n.
[11] Cf. S. Hutin, Histoire de l’Astrologie (Verviers, 1970), p. 146.
[12] Cf. E. Howe, Le monde étrange des astrologues (París, 1968), pp. 209, 276 y passim; L. de Wohl, The stars of war and peace (Londres, 1952).
[13] Para algunas predicciones árabes, cf. J. Vernet, “Astrología y política…”, loc. cit.
[14] Cf. E. Poulle y O. Gingerich, “Les positions des planètes au Moyen Âge. Application du calcul electronique aux Tables Alphonsines”, CRAIBL (1967), pp. 532-548.
[15] Cf. v. g., De revolutionibus, libro V, al tratar de los planetas superiores.
[16] Cf. E. Poulle, “Astrologie et tables astronomiques au XIII siècle: Robert Le Febvre et les Tables de Malines”, BPhH (1964), pp. 793-891.
[17] Cf. H. Kearney, Orígenes de la ciencia moderna, 1500-1700 (Madrid, 1970).
[18] Cf. A. J. Festugière, La révélation d’Hermes Trismegiste (París, 1944); D. Pingree, The Thousands of Abu Mashar (Londres, 1968).
[19] Manejo a Koyré, Des révolutions des orbes celestes (París, 1970). Koyré entiende que el pasaje aludido de Rético pertenece, realmente, al mismo Copérnico.
[20] Cf. A. Koyré, Des révolutions…, pp. 10-11.
[21] Cf. F. Warrain, Essai sur l’Harmonices Mundi ou Musique du monde de Johann Kepler (París, 1942); GW, 6 (Munich, 1940).
[22] Cf. Tycho Brahe, De nova et nullius aevi memoria prius visa stella (Copenhague, 1573), cap. IX; Astronomiae instauratae progymnasmatum, tertia pars, cap. IX.
[23] Cf. W. Hartner, “Le problème de la planète Kaïd”, en Oriens. Occidens…, pp. 268-286.
[24] A. Ricius, De motu octaue sphaerae (París, 1521).
[25]Ibid., p. 51.
[26] Se refiere al Séfer ha‘ibbur ha-gadol (Compilación magna), compuesto alrededor de 1473. Cf. F. Cantera, El judío salmantino Abraham Zacut (Madrid, 1931) y Abraham Zacut (Madrid, s. d.).
[27]Traité de l’astronomie indienne et orientale (París, 1787), p. 217. (Apud. J. B. J. Delambre, Histoire de l’Astronomie du Moyen Âge (París, 1849), p. 381.
[28] Cf. GW, 14 (Munich, 1945), p. 123.
[29] Cf. Dialogues et lettres choisies, introducción de G. Santillana, traducción de P. H. Michel (París, 1966), pp. 368-378 y 411.
[30] Cf. Le opere di Galileo Galilei (Florencia, 1968), vol. X, pp. 226-236; vol. XI, pp. 105-116, y vol. XV, pp. 23-26.