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Pilar Rahola - ¡Basta!

Aquí puedes leer online Pilar Rahola - ¡Basta! texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: Lectulandia, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Pilar Rahola ¡Basta!
  • Libro:
    ¡Basta!
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    Lectulandia
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  • Año:
    2015
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¡Basta!: resumen, descripción y anotación

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La tolerancia de Occidente con las dictaduras y la opresión de la mujer, la connivencia con Qatar y el dinero del petróleo, la incapacidad de denunciar el islamofascismo. Este es un libro para señalar los errores, para sacarnos los colores de vergüenza y ayudar a poner fin, de una vez por todas, a tanta estupidez, tanta tontería, tanta inoperancia, tanta incapacidad. Cinco años después de La República islámica de España, un grito de alerta y advertencia de la necesidad de reaccionar ante el islamismo radical, este reto totalitario ha tomado proporciones gigantescas. Y Pilar Rahola lanza otro grito: ¡Basta!

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BREVE RETRATO DEL MONSTRUO

El Corán es nuestra espada y el martirio nuestro deseo. El islam es fe y culto, religión y Estado, Libro y espada. En tanto que religión universal, el islam es una religión que engloba todo el mundo y toda la historia de la humanidad.


HASSAN AL-BANNA, fundador

de los Hermanos Musulmanes de Egipto

Si los combatientes de este nuevo totalitarismo no son el islam, pero todos son del islam y todos emplean el nombre del islam para matar, ¿qué son?, ¿de dónde salen?, ¿cómo los definimos? Y, sobre todo, ¿cómo se ha forjado una ideología totalitaria que concilia, al mismo tiempo, las fuentes de la religión con el nihilismo más conspicuo? Dios y la muerte, o dicho de otro modo, un Dios de muerte.

A pesar de que el objetivo de este libro no es realizar un recorrido por las diferentes corrientes del islamismo, sino centrarse en los errores que cometemos quienes estamos amenazados por su locura, me parece necesario ofrecer un breve relato del monstruo, que tomo prestado de mi libro La República islámica de España, donde se exponen, con detalle, todas las corrientes, ideólogos y grupos de la densa red yihadista. No obstante, huelga decir que tomo de allí algunos fragmentos y los actualizo, dado que este fenómeno es dialéctico y tiene una gran capacidad para mudar la piel.

Todas las organizaciones radicales sunitas (los chiitas tienen relato propio) que actúan por doquier, tanto si ejercen la violencia como si no lo hacen, podrían englobarse en una definición general que incluye los dos términos más conocidos del radicalismo islamista: salafismo y wahabismo. Lo eran desde los terroristas fanáticos de Al-Qaeda o los actuales degolladores del Daesh, hasta la mayoría de imanes radicales que predican en las mezquitas de Occidente. Desde Chechenia hasta Nigeria, desde Somalia hasta las selvas de Filipinas, desde Palestina hasta los jóvenes fanatizados que preparan atentados en la soledad de su habitáculo europeo, desde los saudíes hasta los estados rigoristas de Malasia, desde Qatar hasta cualquier rincón donde haya un colectivo musulmán que crea en el regreso a los primeros tiempos del islam. Es decir, la mayor parte del caleidoscopio radical islamista bebe de las fuentes del wahabismo y el salafismo. Y sin embargo, ¿qué significan estos conceptos y quién los ha inspirado?

WAHABISMO

La definición clásica habla de «tendencia», «secta» o «escuela» islámica que sigue los dictados del jeque Muhammad ibn Abd-al-Wahhab, riguroso profesor sunita del islam, nacido en 1703 (otros hablan de 1691) en Al-Uyayna, en el altiplano del Nayd, donde ahora se sitúa el estado de Arabia Saudí. Escribió múltiples libros contra los idólatras y los politeístas, y murió en 1792.

Muhammad ibn Abd-al-Wahhab era miembro de la tribu más grande del mundo árabe, los Banu Tamim, hermanos gemelos de los Quraish, la tribu a la que pertenecía el profeta Mahoma, pero que se opuso a él en los albores del islam, obligando a los primeros musulmanes a emigrar de La Meca a Medina. El nombre árabe de Quraish significa «tiburón pequeño», y los miembros de esta tribu, posteriormente islamizados, fueron la élite dominante en Al-Ándalus. Respecto a los Tamim, se consideran herederos del linaje de las figuras bíblicas de Ismael y Abraham. Algunas ramas de esta tribu pasaron del sunismo al chiismo a lo largo del siglo XIX.

Este profesor de religión, miembro de una tribu legendaria y poderosa, fue el protegido de Muhammad Ibn Saud, el hombre que se casó con la hija de Wahhad e inició la conquista completa de Arabia en el siglo XVIII, que culminaría ciento cuarenta años después. Así pues, fue Saud, el consuegro de Al-Wahhab, quien instauró la actual dinastía de los Saud en Arabia Saudí. Es decir, la religión y la espada se encontraron, y se alimentaron mutuamente. Al-Wahhab necesitaba un guerrero para imponer su rigorismo religioso, y Saud necesitaba un predicador que utilizase el nombre de un Dios temible para animar a la conquista. El binomio se produjo y se convirtió en letal.

La justificación para las invasiones, destrucciones de pueblos y guerras sin ataques previos perpetradas durante esos años por los wahabitas se hallaba en las enseñanzas de Al-Wahhab, que consideraba necesario declarar la guerra a los infieles y los politeístas. Es particularmente famoso el ataque, saqueo y destrucción de la ciudad santa chiita de Kerbala, en 1802, justo el día en que sus calles estaban llenas de devotos que celebraban el martirio del nieto de Mahoma, el imán Hussein, el auténtico heredero del Profeta, según el chiismo. Esta fiesta, denominada Ashura, es bastante conocida en Occidente por la plasticidad sangrienta de las imágenes que la caracteriza, ya que los chiitas salen a la calle y se realizan cortes en la cabeza y los hombros con cuchillos. En algunas ciudades, como Barcelona, está prohibida la exhibición de cualquier tipo de tortura durante la celebración, cada día más numerosa.

El sangriento sitio de Kerbala también provocó la destrucción de tumbas y patrimonio, los robos masivos, la masacre de la población, perseguida incluso dentro de las casas, y el aniquilamiento total de la ciudad. Desde la existencia de Al-Wahhab, la cantidad de patrimonio religioso destruido por ser considerado herético es innumerable y, por desgracia, su estela continúa vigente en la actualidad. Basta con recordar la destrucción de los Budas de Bamiyán que en 2001 ordenaron los talibanes de Afganistán, y que fueron bombardeados durante meses hasta la destrucción total. Bamiyán, un centro budista que había llegado a tener mil monjes y diez monasterios, había sobrevivido a mil quinientos años de guerras, y ni siquiera Mahmud de Gazni, el líder musulmán que conquistó Afganistán en el siglo XI, los había destruido, cosa que nos da idea del nivel de intransigencia que alcanza el fundamentalismo islámico actual.

Pero no hace falta transportarse a 2001. Con el avance del Daesh por tierras de Siria e Irak, la destrucción ha sido masiva. Desde piezas de gran valor del Museo de Mosul hasta el barrio viejo de Alepo, con siete mil años de antigüedad, o la ciudad de Hatra, construida entre los siglos II y III a. C., cuna del Imperio parto, o la destrucción completa del patrimonio arqueológico de Dur Sharrukin, capital de Asiria durante el siglo VIII a. C. Con tanques, bombas, bulldozers y todo tipo de artilugios, los yihadistas están destruyendo todo lo que no consideran característico del islam, y así emulan al propio profeta Mahoma, que al regresar a La Meca después de ocho años de guerra, se dirigió a la Kaaba y destruyó todos los símbolos que consideró paganos.

Y como punto álgido del horror, hoy, 20 de mayo de 2015, momento en el que escribo esta parte del libro, ha caído la ciudad de Palmira en manos del Daesh. La amenaza de la destrucción se aproxima a la mítica ciudad del rey Salomón, construida en el siglo X a. C.


«Amenaza», decía el mayo pasado. Ahora, en el momento de la corrección final de este libro, a principios de septiembre, la amenaza se ha convertido en una cruel realidad: el Daesh ha empezado a destruir parte del valioso patrimonio arquitectónico, y ya ha derribado con dinamita buena parte del templo del dios Bel. Erigido en el año 32 d. C. en honor de Bel, dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad, se conservaba en perfecto estado dos mil años después, y sus columnas corintias eran de una belleza extraordinaria. Por lo que se sabe, ha desaparecido la mayor parte del conjunto. Además de la destrucción del patrimonio, los yihadistas también han decapitado a Jaled al-Assad, arqueólogo sirio de ochenta y dos años, que durante los últimos cuarenta años había cuidado del yacimiento. Se le consideraba el gran experto en Palmira. Le cortaron la cabeza «por su papel de guardián de los ídolos y por haber participado en conferencias de infieles» en representación de Siria. Jaled se negó a informar a sus secuestradores de la localización de piezas importantes del yacimiento.

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