Este libro nació de un viaje. Desde hace varios años, los autores recorren los caminos a la búsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida que avanzan en sus periplos, se van dando cuenta de que tales obras de arte —cuya originalidad nadie pone en duda— constituyen unas traducciones admirables de un pensamiento simbólico cuyas claves habíamos perdido. El objetivo final de esta obra es ofrecer aquéllas que se cree haber vuelto a encontrar. La exploración de la desconocida Edad Media permite comprender el significado ya olvidado de las esculturas.
Este libro, descatalogado y no reeditado, se edita por primera vez digitalmente al haber encontrado una copia en papel comprada hace bastantes años y que estaba olvidada en el trastero familiar.
En el Prólogo de El misterio de las Catedrales (1980), Jacq dice: «Esta obra, hoy día imposible de encontrar, planteaba preguntas que a nuestro juicio siguen siendo fundamentales…». «La presente obra desarrolla las ideas y tentativas de respuesta que ya propusimos en nuestro anterior libro». Por estos motivos saca a la luz este segundo libro, esta vez como autor en solitario. Ambos recogen la tradición de Fulcanelli en El misterio de las catedrales (1925). Posteriormente dará a conocer la culminación o la conclusión de sus investigaciones con la edición de El Iniciado (1998). Los tres libros constituyen una trilogía, aunque carece de denominación oficial.
Christian Jacq & François Brunier
El mensaje de los constructores de catedrales
ePub r1.0
Rusli03.11.13
Título original: Le message des bâtisseurs de cathédrales
Christian Jacq & François Brunier, 1974
Traducción: Rosalía de Castro
Fotografías interiores: François Brunier
Editor digital: Rusli
ePub base r1.0
PREÁMBULO
Un burgués de la Edad Media pasaba un día por delante de una de las numerosas canteras que en aquella época se habían abierto. La curiosidad le indujo a acercarse a un pequeño grupo formado por tres canteros y, al cabo de unos instantes de observación, se atrevió a hacer una pregunta indiscreta.
—¿Qué haces? —interrogó al primero.
—Me gano la vida —le contestó el obrero.
—¿Y tú? —interpeló al segundo.
—Labro un bloque de piedra —repuso el hombre.
—¿Y tú? —preguntó al tercero.
—Construyo una catedral —dijo el Compañero del Deber.
Esta tercera respuesta se convierte para nosotros en un interrogante. Construir una catedral… ¿Acaso esta sencilla frase no encierra un gran misterio, un misterio que nos concierne a todos? Al leer esta leyenda se nos ha ocurrido pensar que ofrecía una nueva clave para hacernos comprender el ideal de la Edad Media, de aquella época en la que las piedras hablaban.
Primera Parte
DEL MUNDO MODERNO
AL ESPIRITU MEDIEVAL
I. EL MEDIEVO HOY DIA
Por más que la obra y el tiempo hayan pasado, el espíritu que alentó la realización de las obras sigue viviendo.
M AESE E CKHART (del 1260 al 1328 aproximadamente).
Este libro ha nacido de un viaje. Desde hace varios años recorremos los caminos a la búsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida que avanzábamos en nuestros periplos nos íbamos dando Cuenta de que esas obras de arte, cuya originalidad nadie pone en duda, constituían unas traducciones admirables de un pensamiento simbólico cuyas claves habíamos perdido. El objetivo de esta obra es ofrecer aquéllas que creemos haber vuelto a encontrar. Si nos decidimos a explorar la desconocida Edad Media, comprenderemos que el significado ya olvidado de las esculturas abre uno de los caminos más firmes hacia la riqueza de una época cuyo mensaje no se ha extinguido.
El arte medieval ha nacido de una tradición espiritual y de un simbolismo surgidos del espíritu y de la mano de los constructores. Consagraremos la primera parte de nuestra obra a estas ideas con frecuencia mal comprendidas. Antes evocaremos la presencia real, entre nosotros, de la Edad Media. Nos parece que esta «actualidad» justifica una andadura hacia; un mundo que no consideramos pasado.
Partiendo de la mentalidad contemporánea, de sus interrogantes y de su manera de enfocar el Medievo, resultará más fácil determinar algunos de los valores fundamentales que inspiraran a los constructores de catedrales, así como ocuparnos de los temas que les eran más caros.
El arte medieval suscita una admiración y una veneración crecientes. Generaciones de eruditos han estudiado la historia de la construcción de iglesias analizando las formas arquitectónicas y el estilo de las esculturas y algunos autores han mostrado interés por los gremios de constructores y por todos los grandes maestros. Esta inmensa labor, que se ha convertido rápidamente en una ciencia bastante compleja, abarcando campos tan diversos como la historia, la religión, el arte y el Simbolismo, ha dado de lado, sin embargo, a varias cuestiones esenciales. ¿Qué querían decir los hombres del Medievo que consagraron su vida a la erección de edificios sagrados? ¿Cuál era la naturaleza de su pensamiento? ¿Qué deseaban transmitir?
La obra artística y espiritual de la Edad Media se alza sobre tierras de Occidente y el hombre de nuestro tiempo puede escuchar todavía su mensaje esculpido sobre piedra o madera. Nuestra meta es la de hacer destacar, en la medida de nuestras posibilidades, el valor inmenso de la aventura medieval que, por encima del genio de una época, está ligada a la Sabiduría eterna. La Edad Media, que abarca desde el siglo X hasta el XV , constituyó un momento excepcional de la Historia de la Humanidad, en el que las piedras hablaron. Prestar oídos a la voz de los símbolos es olvidar la Edad Media material para volver a encontrar el ideal que la indujo a emprender una búsqueda cuyo alcance real acaso no nos haya sido revelado todavía en su plenitud.
Desde esta perspectiva, el estudio de las imágenes de piedra nos permite descubrir el eterno presente, el de la conciencia. Los «Compagnons du Tour de France», herederos actuales de los constructores medievales, afirman convencidos que al contemplar una estatua nos encontramos con un ser viviente, que a través de la lectura del libro de las catedrales es posible comunicarnos con una civilización nutrida de espiritualidad.
Vivir hoy la Edad Media es renunciar a demostrar que era superior o inferior a nuestra época. En la era de las catedrales carecía de significado «demostrar» o «tener razón». En el seno de la Universidad tenían lugar amplios debates entre el futuro doctor, sus condiscípulos y maestros. En incontables ocasiones el magisterio aceptó de buen grado la discusión. En realidad, no existía el espíritu de competencia tal como nosotros lo afrontamos día a día; lo esencial era desempeñar bien el oficio propio y de importancia secundaria el hacerlo mejor o peor que el otro. La carrera por la altura de las agujas es una característica de los últimos tiempos del Medievo. Cuando se derrumbó la de Beauvais, casi había desaparecido en su totalidad la imagen simbólica del mundo creado por el siglo XII .
El imaginero que talla un capitel no intenta demostrar su valor personal, sino que pone a prueba la virtud de su arte, de la misma manera que al acudir en peregrinaje a Sainte-Foy de Conques, esa admirable iglesia del Rouergue, todos aspiramos a encontrar la radiación de la obra y no a tratar de demostrar mediante una ecuación que sea más o menos necesaria para nuestro progreso material. La verdad de las catedrales se impone de manera espontánea, como un rayo de luz.