Christian Jacq - El Iniciado
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- Libro:El Iniciado
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
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El Iniciado: resumen, descripción y anotación
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A mi maestro François Brunier
«Dios no está mezclado, es Uno. Nosotros, seres cambiantes, en devenir, somos un conjunto de potencialidades, para nosotros no existe perfección ni ser absoluto. Pero cuando pasamos de la potencia al acto, de la potencialidad a la realización, participamos del ser verdadero, nos acercamos un paso más a lo divino y a la perfección. Realizarse es eso.»
Hermann Hesse
El primer aspecto de la iniciación no era en absoluto atractivo: un árbol pelado, con las ramas desnudas. La tristeza de un mundo privado de todo.
—Es la muerte —le dije yo—. Y mucho me temo que sea mi propia muerte, como si hubiera fracasado delante de los obstáculos.
—Es la muerte, tienes razón, pero no la que tú te imaginas. El Árbol Seco no aparece más que a aquel que lucha contra sus obstáculos. Es en el momento en que creemos que el peso que hay que levantar es demasiado grande cuando se entreabre la primera puerta. En ese preciso instante tenemos que abrir los ojos, prestar atención a la voz de los símbolos, estar vigilantes, en vela: si no vemos mas que la apariencia del Árbol Seco, creeremos que la iniciación ha nacido muerta y buscaremos otros caminos, más brillantes, que no serán sino callejones sin salida.
—Sin embargo, no hay vida alguna en este árbol. Se diría que el viaje iniciático ha terminado antes de haber empezado.
—Lejos de ser el fin del viaje, este árbol aparentemente seco es su comienzo. Es el árbol de invierno donde se hallan contenidas todas las potencialidades, por más que estén ocultas. La savia ha dejado de subir, la energía está retenida en el interior del tronco o de las raíces. Nada exterior, sino una interioridad casi absoluta, un retorno a uno mismo necesario para emprender el camino. Comprende que la savia no ha desaparecido. Pero tampoco ha aparecido todavía. Las raíces no han sido arrancadas, ni tampoco han sido vivificadas. Todos los árboles saben que es el principio creador el que humilla al árbol crecido y el que hace crecer al árbol humillado, el que seca al árbol verde y el que reverdece al seco.
—Es imposible ser el Árbol Florido en este momento del viaje, ¿no es así? Uno se esperaba una revelación total con apenas haber dado unos pasos, pero ha sido humillado por su descubrimiento.
—Yo diría que se ha recibido una lección de humildad, más que humillado. El vanidoso dará la espalda al Árbol Seco, el peregrino auténtico hará subir la savia en él.
—Varias religiones dicen que Dios está oculto en el árbol; hasta los mismos cristianos afirman que Cristo se encuentra en el interior de la madera.
—Cuanto Set vio reverdecer de nuevo el Árbol Seco, supo que se transformaría en cruz y que el mundo sería sacralizado. Pues todo depende de la mirada que el hombre adopte frente a la vida y a la naturaleza. Puede pasar junto al árbol aparentemente muerto, no hacerle ningún caso, o bien descubrir una luz que, por más tenue que sea, es el anuncio de la gran luz. Cuenta una leyenda que un rey partió hacia Oriente a fin de descubrir allí la Sabiduría. Una vez concluida su iniciación, regresó a su punto de partida: el Árbol Seco. Colgó sus armas de una de sus ramas. Al punto, el árbol muerto reverdeció.
—Así pues, hay que confiar en este símbolo de desolación, porque está en posesión de la llave de nuestras verdaderas cualidades.
—El Árbol Seco no es el fin, sino un fin. Antaño, el caballero o el peregrino que llegaban a él adquirían un gran renombre. El hermano Odorico de Porderone situaba este árbol en el monte Mamré, no lejos de Hebrón, explicando que se encontraba allí desde los orígenes del mundo. Las tumbas de Abraham, de Isaac, de Jacob e incluso de Adán están en Hebrón. Fue bajo ese árbol donde Abraham conversó con unos mensajeros venidos del cielo.
—¿Puede verse aún el tocón del Árbol Seco?
—Siempre. Su presencia prueba que el secreto de la vida espiritual no se ha perdido definitivamente. Por el Árbol Seco, el hombre tiene la posibilidad de entrar a formar parte de la cadena de las revelaciones. En un mapa antiguo del siglo XIII, el explorador Richard de Haldingham situó el Árbol Seco en las proximidades de la India y del Paraíso Terrenal.
—¿La India? Supongo que no la de los geógrafos. La India de los hombres del Medioevo era una tierra de monstruos, y de criaturas espantosas hostiles al viajero.
—El camino que lleva al Árbol Seco no está exento de peligros. Entregándose a lo maravilloso, a lo extraño, a lo inhabitual, uno se olvida de la vía iniciática y se pierde en sus propios fantasmas. Cuando se abandona la ciudad de Kubenan, refiere Marco Polo, se llega al desierto más árido que exista. En él no hay ni alimento, ni agua, ni fruta, ni árboles. Al cabo de ocho días, se alcanza la provincia de Tonocam, limítrofe con la Persia septentrional. Allí se extiende una inmensa llanura en la que se encuentra el árbol sol, al que algunos llaman «Árbol Seco». Es alto y grueso. Su corteza es verde por un lado y blanca por el otro. Produce una castaña, pero totalmente vacía.
—Me revela usted de este modo el nombre secreto del árbol. Árbol sol, es el árbol solo, ¿no es así? ¿El riesgo de la envoltura vacía, privada de toda sustancia, es nuestra soledad?
—Árbol Seco es sinónimo de hombre aislado en medio del universo, de aquel que aún no ha percibido las relaciones inmateriales entre las diferentes parcelas de la vida, los vínculos invisibles entre los seres y las cosas, la coherencia del pensamiento y sus posibilidades de conocimiento.
—Pero ¿es el Árbol Seco origen de la experiencia iniciática real? Ella comienza así a formarse en mí, si he de ser sincero.
—Cuando contemples el lugar donde el árbol se alza, confiesa tus imperfecciones y flaquezas, sin la menor complacencia. Conócete en función del universo y no de cualquier psicología. Tu vacuidad no será ya un gélido vacío, sino una llamada a tu plenitud futura. ¿Sabes lo que los cuentos del Grial dicen del Árbol Seco?
—Está relacionado con Eva, creo.
—Eva había conservado una rama del Árbol de la Vida en recuerdo de su desgracia. Como en aquellos tiempos no había ni arqueta, ni cofre donde guardarla, la plantó en tierra. Más tarde, este esqueje aparentemente muerto del Árbol del Paraíso, ese árbol que se creía seco se elevó hacia el cielo.
—¿Habría borrado Eva, plantándolo, el pecado original?
—Quien no busca el porqué de la vida se aparta del Árbol Seco. Lo desprecia, lo juzga carente de valor, prefiere una naturaleza más lujuriante y atractiva. Olvida que el sendero de la iniciación es angosto. El que desea conocer formula la pregunta: «¿Por qué está seco este árbol?». Siente entonces en él la presencia de raíces inmortales. Se prepara para replantarlas en una tierra celestial.
—Hay algo incoherente en todo ello, en mi opinión. Árbol Seco parece ser equivalente de punto extremo, de último término. ¿Será el punto final de la evolución humana? Seguro que no, puesto que no estamos más que al comienzo del camino. ¿De qué término se trata?
—Un término y una muerte que se confunden con un nacimiento. El fin de la existencia profana, la muerte del viejo hombre, el paso del hombre estático al hombre en devenir. El Maestro Eckhart expresa maravillosamente el estado espiritual del que experimenta un cambio de condición semejante: «Es cuando la luz brilla en las tinieblas cuando se la ve. ¿De qué servirían a los hombres la luz y la enseñanza si no sacasen ningún provecho de ellas? ¡Es cuando se hallan en medio de las tinieblas y de los sufrimientos cuando debe aparecer su luz!».
—Sentir lástima del Árbol Seco felicitándose de no estar en su lugar sería el peor de los errores. Pienso que hay que utilizar su madera para hacer con ella un bastón de viaje. Como cantaba el sabio egipcio, «la vara torcida es descortezada en el campo para que se seque con el calor del sol; el carpintero la recoge, la endereza y hace con ella un bastón para el sabio».
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