1.1. La disolución del modelo agroexportador.
Los comienzos de la industrialización sustitutiva.
La década de los veinte comienza a poner en evidencia los primeros signos de estancamiento y debilidad del modelo agroexportador, tan exitoso hasta esos momentos. Las exportaciones agropecuarias pierden acentuadamente su carácter dinámico. Al mismo tiempo las inversiones extranjeras típicas de aquel modelo, fundamentalmente no industriales, tienden a estabilizarse. La expansión del ferrocarril había alcanzado; en esas instancias, su máximo desarrollo.
Además de estos síntomas negativos, comienzan a tomar cuerpo en el país una serie de circunstancias que operarán —positivamente— para la definitiva disolución del patrón predominante de acumulación. Ésto es, se manifiestan los primeros rasgos estructurales que darán lugar al nuevo modelo de crecimiento qué tendrá vigencia a lo largo de los próximos cincuenta años.
El proceso iniciado a partir de la limitación de las importaciones a que dio lugar la primera guerra mundial, los primeros desarrollos de una actividad industrial dirigida al mercado interno, se profundiza durante esta década, ya no sólo a partir de capitales nacionales sino con el complemento de una nueva onda de inversiones extranjeras, orientadas ahora hacía la industria.
De esta forma la estructura industrial inicial, cuyos actores principales estaban constituidos por un pequeño número de grandes plantas que producían para el mercado externo (frigoríficos, curtientes, etc.), comienza a diversificarse y a orientarse al mercado interno.
Estas transformaciones iniciales se ven facilitadas por una serie de hechos y procesos que los anteceden y favorecen en buena medida. Entre ellos cabe mencionar las primeras medidas de protección arancelaria dispuestas por el primer gobierno radical —aunque ellas no constituyeron un programa sistemático—, el alto ingreso nacional per cápita —producto de la importante renta diferencial agropecuaria de los largos años de bonanza—, si bien muy desigualmente distribuido y la competencia mundial entre el capital importador tradicional los nuevos capitales industriales (fundamentalmente norteamericanos).
La crisis internacional de los años treinta no hace más que dar un nuevo impulso a este proceso de industrialización vía sustitución de importaciones. Las grandes dificultades para adquirir las importaciones requeridas por la dinámica interna y, también, las de colocar en el mercado mundial los productos agropecuarios nacionales limitaban severamente la posibilidad de sostener determinados niveles de actividad económica y con ello evitar la aparición de situaciones agudas de desempleo, que se verían agravadas por las nacientes migraciones internas, que impulsaba el estancamiento concomitante de la tradicional actividad agropecuaria.
En el marco de la política de estímulo a la producción industrial, ésta creció aceleradamente al 8% anual acumulativo, entre 1935 y 1945, duplicándose en ese mismo período la ocupación industrial. Esta rápida expansión provoco, además, cambios cualitativos de envergadura ya que, para esta misma época, el producto industrial superó, por primera vez, al agropecuario, aunque dentro del sector industrial predominaban las manufacturas de origen agropecuario. Será recién en la década siguiente que la producción, fundamentalmente metalmecánica, alcanzará el predominio relativo respecto de aquellos otros sectores.
Las características de la industrialización sustitutiva provoca profundos cambios en la magnitud de la presencia de los capitales extranjeros y en su forma de inserción. En efecto, si bien el capital extranjero es igualmente importante en el proceso de sustitución de importaciones, durante este desarrollo se implanta mediante la inversión extranjera directa (IED) realizada por una casa matriz para instalar subsidiarias en actividades industriales, generalmente nuevas, destinando su producción al mercado interno en condiciones oligopólicas.
Al ser la industria y no los servicios el destino de las nuevas inversiones, la magnitud de los capitales extranjeros invertidos desciende en relación a los incorporados en el modelo agroexportador, al ser aquéllas relativamente pequeñas, compuestas, en una alta proporción, por maquinaria y equipo con tiempos cortos de maduración y una alta rotación de capital.
Durante esta fase de la sustitución, el capital extranjero se implanta, dentro de la actividad industrial, en la producción de alimentos «sofisticados» y bebidas alcohólicas, en la elaboración de medicamentos y cosméticos así como en insumos químicos industriales. También se dedica a la producción de insumos para la construcción, como vidrio, cemento y subproductos manufacturados. La producción de maquinaria eléctrica y no eléctrica recibe cierto impulso al tiempo que se instalan las primeras plantas de armado de automotores.
La progresiva disolución del modelo agroexportador y el creciente desarrollo del proceso de industrialización están íntimamente vinculados a una complejidad social cada vez mayor. Dentro de los sectores dominantes se diferencia de los netamente agroexportadores una fracción que tiene una base económica diversificada que incorpora la actividad industrial. Entre los sectores sociales subordinados y directamente vinculados a la industrialización emergen nuevos actores: los pequeños y medianos empresarios y especialmente el nuevo proletariado urbano originado en aquellas migraciones internas que se agrega y rearticula con el mundo obrero preexistente.
Al detener la atención en el análisis de los sectores dominantes, se puede comprobar que están presentes los integrantes nucleares del esquema agroexportador. Por un lado, los grandes productores pampeanos de ganado para la exportación, fundamentalmente destinada al mercado inglés, que combinan la producción agrícola con el refinado de los planteles vacunos y la actividad de invernada. Este sector constituido a partir de la alta concentración sobre la propiedad de la tierra a que dio lugar la ocupación de la pampa húmeda, se compone de los tradicionales terratenientes, muchos de los cuales controlan también la comercialización de ganado vacuno (como los Álzaga Unzué, Duggan, Lanusse, etc.). Por otro están los capitales extranjeros (mayoritariamente ingleses) asentados básicamente en los frigoríficos, la producción de curtientes, los ferrocarriles,las finanzas y demás servicios.
En efecto, el capital extranjero (fundamentalmente inglés) que tuvo un papel determinante en la dinámica agroexportadora se implantó en una amplia gama de actividades abracando incluso la propiedad de la tierra (Caso N.° 1. Los distintos casos que integran este texto aparecerán al final de cada punto). Asimismo la importancia e ingerencia de estos intereses en la producción de tanino, a través de la Forestal (Quebrachales Fusionados S.A.) y en los ferrocarriles son vastamente conocidas.
La presencia de los capitales ingleses también era significativa en los demás servicios que formaban parte de las actividades económicas de la época especialmente en el sector financiero (Caso N.° 2).
La innegable trascendencia de los capitales británicos en los distintos tipos de actividades financieras no debe oscurecer las igualmente importantes posiciones que ocupaban en otros servicios como, por ejemplo, el transporte marítimo (Caso N° 3).
CASOS ILUSTRATIVOS
Caso N.° 1. Brooke Bond Liebig’s
En la actividad frigorífica la firma inglesa Brooke Bond Liebig’s se radicó en 1911. Posteriormente se expandió a la elaboración de té destinada a la exportación y durante la década del 30 a la producción ganadera a través de las firmas: Estancias y Colonias Correntinas S.A., Ganadera Entrerriana S.A. y la Pastoril Correntina S.A.
CUADRO N.° 1
Empresas controladas por la firma inglesa Brooke Bond Liebig’s en la Argentina a fines de la década del 30.