SALVADOR PÁNIKER ALEMANY (Barcelona, 1927 - Barcelona, 2017). Hijo de padre indio y madre catalana. Doctor en ingeniería y filósofo, ha sido profesor de metafísica en la Universidad de Barcelona, fundador de la editorial Kairós, presidente de la Asociación pro Derecho a Morir Dignamente (DMD) y presidente de honor de la Asociación Amigos de la India en España. Algunos de sus libros más destacados son: Conversaciones en Cataluña, Conversaciones en Madrid, Aproximación al origen, Ensayos retroprogresivos, Filosofía y mística, así como la serie de libros autobiográficos Primer testamento (2000), Segunda memoria (2000), Cuaderno amarillo (2001), Variaciones 95 (2003), Diario de otoño (2013). Diario del anciano averiado (2015)y Adiós a casi todo (2017).
A mi madre, que también escribió un diario. Por si acaso.
Salvador Pániker, 2017
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
[1] «La proyección del viento de tramontana sobre el país produce un paisaje limpio, seco, admirablemente dibujado, de lejanías desnudas que se acercan a la vista, con arcos de cielos inmensos, de una pureza metálica, deslumbrante […]. La proyección del viento de garbí pone sobre las cosas un velo de vaguedad, una tumefacción vagamente morada, un aire de una densidad coloidal, una viscosidad que lo invade todo, una luz chorreante: el paisaje se vuelve incierto, borroso, embarrado, incoherente».
Adiós a casi todo es, por el momento, la última entrega de los diarios de Salvador Pániker y prosigue la serie iniciada por Cuaderno amarillo, Variaciones 95, Diario de otoño y Diario del anciano averiado. El quinto de los dietarios de Salvador Pániker abarca los años que van del 2004 al 2010 y, como en volúmenes anteriores, en él da cuenta de su vida más íntima, de la realidad del momento social y de su pensamiento filosófico. Con su sabiduría elegante, estos textos no esquivan esa devastación llamada vejez, con sus preguntas y, si cabe, algunas respuestas. En las páginas de los diarios de Paniker, el lector encontrará una paideia cada vez más elaborada, una propuesta «musical» para afrontar la parte final de la vida y para hacer más llevadera la convivencia con el sufrimiento, otra de las preocupaciones más acuciantes del Pániker maduro.
Salvador Pániker
Adiós a casi todo
Diarios de Pániker - 5
ePub r1.0
Titivillus 25.08.2021
NOTA PRELIMINAR
Ahí va la quinta entrega de mis diarios a partir de Cuaderno amarillo. El último volumen publicado —Diario del anciano averiado— terminaba con una relación sentimental inacabada. En el presente libro arranco de ahí, se mantienen los personajes habituales de mi entorno y continúa, hélas, el progresivo deterioro de mi salud. Ignoro si éste va a ser el último diario que publico. En el momento de entregar estas líneas a la imprenta mi edad es muy avanzada. Así que ya veremos. O no veremos.
SALVADOR PÁNIKER
2005
1 de enero
Noticia de Bea desde Alicante: su lenguaje maduro, su mente rápida, su musicalidad, su credibilidad, esa historia inconclusa. Mis débiles proyectos. Mis problemas de artrosis y garganta. Mi apetito de religión experimental. Esta noche pasada, en la cama, mientras no podía conciliar el sueño, recordando otras épocas, he ensayado una «conversación» con el S/N —a la manera de santa Teresa—, ese S/N infinito y no-todopoderoso —es decir, trascendente e inmanente— que es el único dios/diosa que me concierne, único compatible con el escándalo del mal y la realidad del azar. Agobiado por la pesadilla de mis achaques le he preguntado al S/N qué quería de mí, cuál era el mensaje, cuál el sentido de mis dolencias, y he recordado, comparativamente, la descomunal tragedia del sudeste asiático, sus más de doscientos mil muertos, sus millones de personas desplazadas. Lo mío era tan minúsculo. Sólo que era lo mío. Y no recuerdo muy bien qué me ha respondido el S/N. Aparentemente, nada. Y sin embargo, subsiste en mí el reflejo arcaico/infantil de darle algún sentido al sufrimiento. Es tan triste la inutilidad del mal.
Nota. A veces le llamo S/N (sin nombre), a veces dios-cómplice, a veces nada. Como a menudo lo he explicado, pienso que cada cual tiene derecho a inventar su propio dios y a diseñar su propia gnosis. Al fin y al cabo, el dios que adoran las religiones monoteístas de Occidente es, en buena medida, un personaje literario: el invento de un escritor casi blasfemo —escritora, según Harold Bloom— llamado el Yahvista (J), que redactó los capítulos bíblicos que hoy conocemos como Génesis, Éxodo y Números: un dios celoso, neurótico y vengativo, cuya imagen trataron de dulcificar los redactores posteriores. Ya digo: un personaje literario. Lo cual tampoco es excepcional. Los genuinos «textos sagrados» de nuestra tradición son, desde hace siglos, los de los grandes autores. Platón y Aristóteles, Dante y Shakespeare, pongo por caso. Pero también Victoria, Bach, Haendel, Beethoven. Y Giotto, Fra Angelico, Velázquez. Y Arquímedes, Euclides, Pascal, Newton, Darwin, Einstein, Heisenberg. Y Paul Celan y Béla Bartók. Todos ellos son autores sagrados y, a veces, también canónicos. Los Elementos de geometría de Euclides se estudiaron durante más de mil años. La física cuántica es un monumento no menos inspirado que la Biblia. Ni menos ambiguo. Pues bien, como he dicho, uno reclama el derecho a inspirarse en todas partes, y a diseñar su propio canon, su propia religión, su propio mito, su identidad híbrida. A hacerlo desde una cierta base empírica (la vida cotidiana de cada uno). Al fin y al cabo todas las religiones primitivas tenían una base empírica. Quienes adoraban al dios Sol adoraban a un dios verdadero.
Sobre el tema del azar, la cuestión crucial podría plantearse así: ¿es el azar una expresión de la ignorancia humana o pertenece a la misma naturaleza? Cualquier teología depende de la respuesta que se dé a esa pregunta. Algunos estiman que la física cuántica ya dio una respuesta. Personalmente, tiendo a pensar que azar y trascendencia no son incompatibles.
2 de enero
Entrevistan a Martín de Riquer por la radio. ¿Qué escribe usted ahora, maestro?, y Riquer responde: «No escribo nada, tengo noventa años y he dejado de escribir, hoy sólo leo».
Yo también, a ratos, leo. Leo a Rilke: «No puedo dormir sin la ventana abierta» (Los cuadernos de Malte Lauridis Brigge). Rilke explica que los tranvías ruedan estrepitosamente a través de su habitación, que los autos pasan por encima de él, que en algún lugar cae un vidrio chasqueando, y que se oye la risa de los grandes trozos de cristal. Leo a Baudelaire: «Voilà que j’ai touché l’automne des idées». Leo a Rimbaud, su célebre comienzo, «Jadis, si je me souviens bien, ma vie était un festin…». Típico: un adolescente hablando de «jadis». Y enseguida descubro que no aguanto altas dosis de poesía. Ni altas dosis de nada.
Leo/releo El Quijote, de cuya primera parte se cumplen estos días cuatrocientos años, y que me sigue pareciendo un libro desigual, a ratos agobiante, a ratos fascinante. Se conoce que aquellos lectores del XVII tenían tiempo sobrante y paciencia larga. En aquella época, según parece, no había luz eléctrica, ni periódicos, ni televisión, ni automóviles, ni agendas de negocios. ¿Y qué decir de aquella Weltanschauung tan castellana? Cervantes la recoge y a veces se le agrieta. Cervantes, precavido frente a la Inquisición, se escuda en la «locura» de su protagonista para expresar ideas digamos «erasmistas». Hay en El Quijote momentos de mucha amenidad. El enorme encanto de un lenguaje despreocupado. Ejemplo de espontaneidad narrativa: cuando comienza a describir el final de su héroe, Cervantes escribe que Don Quijote, entre lágrimas de los allí presentes, «dio su espíritu, quiero decir que se murió». Espontaneidad, casi desfachatez, lenguaje a menudo torrencial y rebosante de ingenio. Ingenio popular de la época. Y con todo, un libro triste. Como triste fue la vida de su autor.