En el contexto de una Europa convulsa donde las guerras y las revoluciones se suceden sin tregua, en 1936 estalla la Guerra Civil española, cuyo final coincide prácticamente con el inicio del conflicto más sangriento de la Historia universal: la Segunda Guerra Mundial. Stanley G. Payne desgrana paso a paso el porqué de la guerra que dividió a España entonces y hasta muchos años después, así como las causas que llevaron a la derrota de los republicanos.
Para el autor, ya en 1931, coincidiendo con la proclamación de la Segunda República, se inicia en España un proceso revolucionario de izquierdas que, lejos de trabajar por la implantación de la democracia en un país que no la conocía, combate denodadamente por hacerse con el poder y rechazar frontalmente las expectativas de otras facciones ideológicas. Se instauró así una «democracia poco democrática» que lleva a afirmar a Payne que la revuelta militar del 18 de julio de 1936, aunque ilegal, no fue una rebelión contra la democracia porque esta, como tal, ya no existía en España.
Stanley George Payne
¿Por qué la República perdió la guerra?
ePub r1.0
Bacha1523.02.14
Título original: ¿Por qué la República perdió la guerra?
Stanley George Payne, 2010
Traducción: José C. Vales
Editor digital: Bacha15
Coeditor: SergioS
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STANLEY GEORGE PAYNE. (Denton, Texas, 1934) es un hispanista estadounidense. Doctor en Historia por la Universidad de Columbia y profesor emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde ostenta la cátedra Hilldale-Jaume Vicens Vives. También es codirector del Journal of Contemporary History, miembro de la American Academy of Arts and Sciences (Academia Americana de Artes y Ciencias), y, desde 1987, académico de la Real Academia Española de la Historia.
Payne escribe con cierta frecuencia artículos de opinión en los periódicos españoles ABC y El Mundo sobre actualidad hispana. También en la Revista de Libros colabora asiduamente con sus ensayos bibliográficos.
Con dilatada presencia en el panorama académico español, dirigió en la Universidad de Burgos, en julio del 2005, el curso «La represión durante la guerra civil y bajo el franquismo: historia y memoria histórica». El 9 de junio de 2004, la Universidad privada católica Cardenal Herrera-CEU lo nombró doctor honoris causa. En 2006 Payne fue el director del curso «La guerra civil: conflicto revolucionario y acontecimiento internacional» en la Universidad Rey Juan Carlos, España.
En 2009 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Notas al capítulo 1
INTRODUCCIÓN
LA ÉPOCA DE LOS CONFLICTOS INTERNOS EN EUROPA: 1905-1936
L a primera mitad del siglo XX fue un tiempo de conflictos sin precedentes en Europa y en la mayor parte del mundo. De hecho, a las tres décadas que van de 1914 a 1945 se las llama en ocasiones «la época de las guerras mundiales», pero también constituyen un tiempo de intensas confrontaciones y conflictos internos en el seno de las sociedades europeas. Si se puede encontrar alguna explicación a esta carnicería, probablemente guarde alguna relación con el hecho de que esta época también fue un tiempo de transformaciones e innovaciones sin precedentes en el que convergieron las tensiones entre lo antiguo y lo nuevo. Las décadas que ocupan el período 1890-1930 constituyeron una suerte de «era axial» de la modernidad clásica, en la que hicieron su aparición por vez primera la mayoría de los inventos y aparatos característicos de nuestro mundo contemporáneo. Fue también un tiempo de cambios culturales sin precedentes, en el que salieron a la superficie todas las ideologías políticas revolucionarias del siglo XX . Estas coincidieron en el tiempo con modelos de relaciones internacionales y episodios militares que animaron, o al menos hicieron posible, un nivel de potencia bélica nunca visto hasta entonces: la intensificación del nacionalismo, la competitividad entre los distintos imperios, la rivalidad económica, las doctrinas radicales del «vitalismo» y el activismo, la industrialización de nuevas formas de tecnología militar y una asombrosa expansión de los medios de comunicación y de los servicios de propaganda en general.
La convergencia de tantas nuevas ideas y acontecimientos resultó profundamente desestabilizadora, mucho más, en realidad, que cualquier otra secuencia de condiciones que jamás se hubiera dado en una época concreta de la historia humana. Todo ello contribuyó al nacimiento de una era de conflictos, y no solo guerras mundiales, sino también conflictos internos generalizados.
Una característica significativa de este período fue la profunda inestabilidad social, junto a la sensación de que se iban a producir cambios vertiginosos, para bien o para mal. Para muchos, todo esto iba acompañado de cierta esperanza en una drástica transformación que traería un alto nivel de vida y novedosas diversiones, o en una utopía absolutamente nueva. Para otros, los cambios políticos, sociales e internacionales de la época de la guerra mundial, seguidos al poco por una depresión económica sin precedentes, generaron una gran ansiedad, malos presagios y miedo.
El sentimiento de un gran cambio –político, cultural, o los dos a la vez– fue generalizado, y no solo porque concluyera una época, sino porque, en general, se estaba poniendo fin a la sociedad tradicional. Esto fue produciendo unas expectativas apocalípticas en algunas élites culturales y sociales, algo que tuvo lugar con una fuerza extraordinaria en Rusia antes de 1917, y después en Alemania. En los movimientos revolucionarios esto se tradujo en expectativas milenaristas. Finalmente, la convergencia de todas estas influencias, cuando se mezclaron con un nivel de conflictividad internacional desconocido hasta el momento, provocó una profunda desestabilización, exigencias de cambios radicales o mejoras y tal cantidad de levantamientos internos y generalizados que algunos historiadores han llegado a hablar de un «clima de guerra civil europea generalizada».
Desde la Revolución francesa el peligro de rebeliones internas, convulsiones o guerras civiles había estado latente en la mayor parte de Europa. En el siglo XIX , la preocupación se había centrado en tres tipos de conflictos diferentes: las divisiones entre liberales y tradicionalistas, las rebeliones y guerras de nacionalistas que pretendían la secesión o la unificación (en ocasiones de minorías que se oponían a esta última) y, más tarde, poco a poco, fue ganando relevancia la «cuestión social», que hacía referencia al creciente malestar de los trabajadores en las áreas industrializadas y de los campesinos pobres en los países más atrasados.
A lo largo de la mayor parte del siglo XIX , la guerra civil había sido un fenómeno propio de los países católicos del suroeste de Europa, como la lucha entre el liberalismo y el tradicionalismo en España, Portugal e Italia, o la conflictividad sociopolítica en el contexto más radical de Francia. El conflicto entre liberales y tradicionalistas dominó la década de los veinte y los treinta del siglo XIX y dio paso a una creciente aprensión frente al nacionalismo y a su posible mezcla con el liberalismo, mientras el anarquismo y el socialismo se convertían en graves preocupaciones a partir de los años setenta.