Soren Kierkegaard - El concepto de la angustia
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El concepto de la angustia: resumen, descripción y anotación
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Publicado por primera vez en 1844, El concepto de la angustia es quizá el libro más conocido del danés Soren Kierkegaard ( 1813-1855 ), y en él se articulan algunos de los conceptos en los que se apoya el existencialismo cristiano. La angustia se relaciona con el pecado y con la libertad. Engendrada por la nada, alimentada por la impaciencia, surgida como «realidad de la libertad en cuanto posibilidad», la angustia es «el vértigo de la libertad» y al mismo tiempo un medio de salvación que conduce a la fe, a la verdad que años antes de escribir este libro el autor, en su diario íntimo, confesaba buscar como sentido definitivo de su existencia: «Es preciso encontrar una verdad, y la verdad es para mí hallar la idea por la que esté dispuesto a vivir y morir».
Soren Kierkegaard
ePub r1.0
mandius 20.08.14
Título original: Begrebet Angest
Soren Kierkegaard, 1844
Traducción: Demetrio G. Rivero
Prólogo y notas: Demetrio G. Rivero
Editor digital: mandius
ePub base r1.1
[1] El autor nos va a poner ahora, en sucesión inmediata y con el mismo inicio literario, tres ejemplos de la anterior desviación metódica y de flagrante intromisión de unas ciencias en otras, destruyendo la armonía que entre ellas debiera reinar y atropellándolo todo. Una vez desbrozado el camino, y de cara al tema de su propia investigación —el pecado y la angustia—, el autor intentará colocar las cosas en su sitio, haciendo de paso un balance y una nueva división de la ciencia de suma importancia programática. En este sentido, la presente introducción dista muchísimo del pequeño prólogo, tan ligero y travieso.
El primer ejemplo de la desviación es ese de que el último título de la Lógica sea precisamente la realidad. Como es claro, la Lógica que está en la picota es la de Hegel. Sin embargo, en La ciencia de la Lógica, Hegel trata en último término de la doctrina del concepto. La realidad aparece como tema de la tercera sección de la parte anterior, la segunda, que versa toda ella sobre la doctrina de la esencia. Por lo tanto, no hay que tomar la expresión de Kierkegaard al pie de la letra, sino en el sentido de que Hegel, partiendo del ser puro, casi nada o pura nada, va al canzando todas y cada una de las realidades, hasta llegar a la última reducción del idealismo absoluto: «todo lo racional es real y todo lo real es racional» —estas últimas palabras aparecen concretamente en la introducción a la Filosofía del Derecho.
En cambio, por lo que se refiere al segundo ejemplo, en el que en seguida se confundirá la fe con lo inmediato —sin más definición— o también, en lo referente a las «investigaciones casi sólo propedéuticas» del tercer ejemplo, no podemos afirmar que el autor aluda a Hegel, sino que directamente se enfrenta ahora con algunos de los seguidores de la derecha hegeliana dentro de la propia Universidad de Copenhague, entre ellos Rasmus Nielsen y Hans L. Martensen, sucesor este último de Mynster —primer primado de la Iglesia danesa— y a quien Kierkegaard atacaría diez años después desde otro ángulo y de una manera mucho más feroz.
[2] O «falsedad fundamental», como dice el texto recurriendo a una expresión griega: πρῶτον ψεῦδος .
[3] Dentro de la filosofía griega —a pesar de la ambigüedad de las afirmaciones y concepciones respectivas— el logos siempre equivalió en el fondo al «pensamiento» humano, oscuramente divinizado. Incluso al final, en el período neoplatónico, tan religioso y místico, no se puede confundir su doctrina y su común predicación del logos con el logos cristiano, con el Verbo que se hizo carne y senos ha revelado. En este último sentido afirma Kierkegaard que el logos es lo dogmático. En cambio, Hegel los ha confundido del todo. Cabalmente, esta confusión, como muy bien nos lo ha mostrado Hans Leisegang, es el principio histórico de la Lógica hegeliana.
[i] Por ejemplo: «Wesen ist was ist gewesen»; «ist gewesen» es el pretérito perfecto de «sein», luego «Wesen» es «das aufgehobene Sein», es decir, el «Sein» que ha sido. ¡Esto es un movimiento lógico! Si alguien se tomara la molestia de entresacar y poner en un montón todos los duendes y fantasmas aventureros que pueblan la Lógica hegeliana —tanto según ésta salió de las manos del maestro como atendiendo a las mejoras con que la han completado sus discípulos— y que como mozos de cuerda arriman el hombro a la enorme tarea del movimiento lógico, entonces es casi seguro que alguna de las generaciones posteriores se iba a llenar de asombro al constatar que ciertas agudezas fuera de serie, por no decir todas, habían desempeñado en su día un gran papel dentro de la Lógica. Y esto no sólo como aclaraciones marginales o ingeniosas observaciones, sino en cuanto geniales directrices del movimiento, hasta constituir en definitiva la maravilla de la Lógica de Hegel, dándole alas para que el pensamiento lógico pueda volar sin ninguna dificultad. Claro que con anterioridad a esa supuesta investigación nadie habría sospechado el truco, puesto que el manto de la admiración encubría todo el tinglado, algo así como cuando Lulú entra corriendo en escena sin que ninguno vea la máquina instalada para lograr semejante efecto. La introducción del movimiento en la Lógica es el mérito de Hegel, y en comparación con este mérito casi no merece la pena mencionar ese otro inolvidable mérito de Hegel —que desde luego tuvo, pero que él mismo empezó por menospreciar, para lanzarse por los derroteros de lo incierto—, a saber, el mérito de haber legitimado de muchas maneras las determinaciones categoriales y su ordenación. (N. del A.)
[4] Hasta aquí la nota del autor, tan satírica. Hemos respetado el texto alemán del comienzo, aunque hemos puesto en castellano el relleno del mismo, que casi todo él está en latín. Ese texto hegeliano lo ha extractado el autor del final del primer párrafo del libro segundo de La ciencia de la Lógica, en el que se dice: «Die Sprache hat im Zeitwort Sein, das Wesen in der vergangenen Zeit: gewesen, behalten; denn das Wesen ist das vergangene, aber zeitlos vergangene Sein»; y unas páginas más adelante se añade: «das Wesen ist das aufgehohene Sein». En la traducción castellana de esta obra del coloso suabo, magníficamente editada (en 1956) por la Hachette argentina y magníficamente hecha por Rodolfo Mondolfo y su esposa Augusta, puede leerse —en el t. II, pp. 9 y 15-la siguiente versión de ambos textos: «El idioma alemán ha conservado la esencia (Wesen) en el tiempo pasado (gewesen) del verbo ser (sein); en efecto, la esencia es el ser pasado, pero el pasado intemporal»; y después, «La esencia es el ser superado».
[ii] La eterna expresión de la Lógica es —cosa que los eleatas aplicaron por equivocación a la existencia—: «Nada nace, todo es». (N. del A.)
[iii] En nuestro tiempo se ha olvidado por completo que también la ciencia, tan plenamente como la poesía y el arte, presupone un talante, tanto en el que la produce como en el que la recibe; de tal manera que una falta en la modulación adecuada causará efectos no menos perturbadores que otra falta en la evolución del pensamiento. Por otra parte, no es raro que nuestro tiempo lo haya olvidado, pues en él se ha olvidado también completamente la interioridad y lo que significa la categoría de la apropiación, en virtud de la inmensa alegría que confiere la enorme magnificencia que se cree poseer, o a la que se ha renunciado caprichosamente como en el caso del perro que prefería la sombra. Sin embargo, toda falta engendra su propio enemigo. La falta del pensamiento provoca la enemistad de la dialéctica, y el desplazamiento o falsificación del talante caen en la adversidad de lo cómico.
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