Jean-Daniel Causse
Élian Cuvillier
Viaje a través
del cristianismo
Exégesis,
antropología, psicoanálisis
Sal Terrae
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Título original:
Traversée du Christianisme.
Exégèse, anthropologie, psychanalyse
El presente volumen se publica con la colaboración
de la Universidad Paul-Valéry-Montpellier III
–Centro de Estudios Interdisciplinarios
en Ciencias Humanas y Sociales (C.R.I.S.E.S.)–
y del Institut Protestant de Théologie.
Facultades de París y Montpellier
© Bayard Éditions, 2013
Traducción:
Beatriz Muñoz Estrada-Maurin
© Editorial Sal Terrae, 2015
Grupo de Comunicación Loyola
Polígono de Raos, Parcela 14-I
39600 Maliaño (Cantabria) – España
Tfno.: +34 94 236 9198 / Fax: +34 94 236 9201
Imprimatur:
Manuel Herrero Fernández, OSA
Administrador diocesano de Santander
10-04-2015
Diseño de cubierta:
María José Casanova
Edición Digital
ISBN: 978-84-293-2471-6
Prólogo
Esta obra fue primero un curso impartido a dos voces en 2011, no solo ante el auditorio clásico de estudiantes universitarios, sino abierto también a un público más general. Nuestra intención entonces había sido revisar –y, por lo tanto, poner a prueba– algunas fórmulas clásicas del cristianismo, es decir, lo que tradicionalmente se ha considerado como un credo . Nuestro proyecto no consistía simplemente en buscar explicaciones a antiguas expresiones que hoy se han vuelto a veces bastante incomprensibles, sino más bien en sugerir traducciones críticas e inventivas. Se trataba de preguntarse por la estructura que sirve de base al discurso cristiano, por las maneras de ser y de pensar que ha instituido, por lo que se piensa de él en una situación contemporánea llamada «postmoderna». El diálogo que comenzamos durante ese curso público se ha prolongado y profundizado; y después de una reorganización ha acabado concretándose en una entrevista dirigida por Pascale Renaud-Grosbras, doctora en literatura inglesa y que actualmente realiza un máster en teología. Le agradecemos calurosamente el impulso que nos dieron sus preguntas y comentarios. Hemos decidido conservar en esta obra la forma de una entrevista, por la espontaneidad que otorga a la reflexión abordada y porque permite unir de manera más libre los campos investigados: la exégesis, la antropología y el psicoanálisis.
¿Cómo interpretar de nuevo, hoy en día, los grandes lugares teológicos del cristianismo? ¿Pueden surgir de esas nuevas interpretaciones aclaraciones que sean pertinentes para los tiempos en que vivimos? De esta antigua herencia ¿qué es lo que podría seguir abriendo hoy un horizonte de pensamiento creativo? ¿Cuál es el gesto central del cristianismo? ¿Qué le confiere su singularidad? Tales son las preguntas que nos hemos planteado. Para poder tratarlas ha sido necesario retomar antiguos lenguajes y, ciertamente, volver a pasar por ellos. Pero ese «retomar» no significa repetir ni restaurar. Es un verbo que no debe alimentar ningún deseo nostálgico. No puede tratarse de una vana búsqueda que sueñe con recuperar un momento originario. Se trata, más bien, de una «reanudación», en el sentido que Kierkegaard otorga a este término, si entendemos que «reanudar» no puede ser sino un movimiento hacia delante y no una manera de quedarse estancado en un pasado idealizado y, por lo tanto, vaciado de su historia (a diferencia, por ejemplo, del reciente movimiento de la Radical Orthodoxy , promovido especialmente por John Milbank, el cual, basándose en la filosofía de la deconstrucción, elabora en realidad una visión altamente idealizada de la Edad Media, dando con ello la impresión de restablecer visiones premodernas). «Reanudar» es apostar por un sentido que está aún por venir –ciertamente, que está siempre aún por venir– y que constituye el trabajo de la interpretación. De esta manera hemos «reanudado» aquí una serie de grandes símbolos del cristianismo con el objetivo de comprender la lógica de pensamiento que construyen y la forma de existencia que estructuran. Es una reanudación crítica, que saca a la luz aporías, riesgos y perversiones, al mismo tiempo que aperturas, promesas y fuerzas.
Estos son los hitos que van a marcar el camino que recorreremos: el concepto central de encarnación en cuanto kénosis , vaciamiento, ausencia de completitud o muerte de Dios, pero elaborado al mismo tiempo como presencia y nueva concepción del cuerpo; la creación como mito de los orígenes, emergencia de un mundo por medio de la retirada inaugural de lo divino, creatio ex nihilo , y también nueva creación, nuevo nacimiento; el Padre como denominación de Dios y su clásica «omnipotencia», con todo el imaginario, el potencial de angustia y las regulaciones que conlleva, pero también la reconstrucción cristológica de un poder paradójico que se manifiesta en la debilidad, así como la necesidad de repensar el poder como poder del ser en el seno de las contingencias; la trinidad como operación lógica mediante la cual el «tres» es la condición necesaria para el «uno» del monoteísmo, noción que organiza un pensamiento del carácter filial de Dios, en donde el Padre no puede llegar a ser Padre sino siendo Hijo; la trinidad que otorga, además, al Espíritu Santo el lugar tercero del «entre dos», es decir, cuya función consiste en servir de corte y que es también instancia del hermeneuta; el pecado original como precedencia de una maldición, inocencia ya siempre perdida, tragedia de la existencia, falta cometida por los padres, cuya figura paradigmática es Adán, confusión entre la muerte y la vida; la redención y, con ella, la necesidad de proceder a una relectura crítica de la noción de sacrificio, cuyas perversiones y montajes, tan conocidos, no buscan sino la absolución de una deuda impagable, y, sobre esta base crítica, la posibilidad abierta de replantearse la muerte de Cristo como un don que excede toda significación; la resurrección y el sepulcro vacío como realidad del cristianismo, es decir, aquello que resulta imposible de decir y de escribir, parte muda de un relato, agujero en el lenguaje, y también como constitución de un sujeto que se escapa de lo que pretende objetivarlo en un saber cualquiera; el sacramento como teoría del signo, teoría del lenguaje, y como conciencia de la corporeidad de lo humano; la comunidad constituida alrededor de una ausencia, de una pérdida o de una falta, en función de la cual se constituye precisamente como cuerpo; la comunidad como cuerpo invisible, imposible de contar, porosa, «universalizable», y también como condición de posibilidad de una transmisión; el juicio final, con todo el imaginario que conlleva una vez más, pero que necesita ser repensado como sorpresa de lo que viene y que convierte todo juicio pronunciado aquí y ahora en un juicio penúltimo, que no encierra, que no marca un final, liberando así la historia y la existencia de desgraciadas fatalidades.
Ha sido nuestro afán, a lo largo de este recorrido, encontrar o reabrir un sentido posible para las afirmaciones principales del cristianismo en un contexto occidental postmoderno. Pero conviene aquí hacer una precisión: el sentido no viene del sentido, en una especie de bucle hermenéutico permanente; el cristianismo atestigua por el contrario, a su manera, que el sentido se abre precisamente gracias a aquello que no le pertenece. El sentido hunde sus raíces en lo que está «fuera de sentido», excluido del sentido, es decir, en lo que se escapa a la representación y al poder del enunciado. Este es el estatus de la verdad dentro del cristianismo. La verdad no es algo que dé sentido inmediatamente, sino más bien algo que abre el posible sentido; que inaugura, por tanto, nuevas capacidades para pensar, hablar, actuar..., en suma, para vivir. Así, una verdad es siempre aquello que interrumpe el régimen del sentido. Justamente en ese lugar en que las palabras fallan, allí donde el sentido es puesto de relieve, allí donde el saber encuentra un tope, allí donde no disponemos de ninguna representación, allí precisamente adviene una verdad de la que es posible vivir, aun cuando permanezca desconocida.