AGRADECIMIENTOS
«A gradecer puede que sea de esas cosas que nunca en la vida acabamos de aprender», decía hace poco mi compañero y amigo Antonio Gómez Ramos. Es, sin duda, algo menos fácil de lo que parece, pero muy importante, como dice el refrán que le oí a mi padre muchas veces: «Es de bien nacido ser agradecido». Me gustaría que pudiera ver que tuvo una discípula que no se ha olvidado de sus enseñanzas y que procura mostrar su gratitud en todos los actos de su vida.
Por ello he de empezar por dar las gracias a quienes me ayudaron a esbozar la idea de este libro, José María Calvin y Viviana Paletta, y junto a ellos he de colocar a sus vecinos de La Aventura de la Historia, Asunción Doménech, David Solar y José María Solé, de los que recibo apoyo permanente. En el transcurso de la investigación he contado con la valiosísima ayuda de las bibliotecarias de la Universidad Carlos III, que, mostrando la excelencia del servicio, contribuyen a hacer la tarea investigadora mucho más fácil: la «virtual» y desconocida Ana Goas, y mis amigas Lola Santonja e Inma Muro. Me han escuchado y aportado mucho algunos profesores e investigadores de estudios clásicos, hebreos e islámicos, con los que tengo, pues, una gran deuda: Enrique Cantera Montenegro, Mercedes García-Arenal, Manuela Marín, Pedro Martínez Montávez, Marcelo Martínez Pastor, Ángel Sáenz-Badillos, Judit Targarona y María Jesús Viguera. También me han aportado interesantes sugerencias algunos profesores del otro lado del Atlántico, Francisco Márquez Villanueva, de la Universidad de Harvard, y Sheila Bonde y Mercedes Vaquero, catedráticas de la Universidad de Brown, que tuvieron la gentileza de invitarme a dar una conferencia en su curso «Cristianos, musulmanes y judíos en la Iberia medieval». Una vez redactado el manuscrito, mis amigas Francis Morillo, María Antonia Ozaeta y Margarita Rodríguez de Sepúlveda tuvieron la paciencia de leerlo con detenimiento y hacer las sugerencias pertinentes. Por último, no puedo dejar fuera a mi familia, que contribuyen con su cariño a la estabilidad emocional que uno necesita para trabajar reposadamente, muy en especial a Maruja y Liano, que han pasado malos tiempos coincidiendo con el trabajo de este libro, y a mi madre, mi hija y Robert, por su apoyo incondicional.
… Y VETE A HILAR
C uando las conversas judías se reunían con sus parientes, los sábados, para celebrar el Sabbath, llevaban consigo los instrumentos que utilizaban si necesitaban disimular lo que estaban haciendo: cogían el huso y la rueca, con los que hilaban durante la semana, si alguien se presentaba inesperadamente. Esos utensilios femeninos, esenciales para la economía de las mujeres pobres (que «si no lo fylan no lo comen»), eran auxiliares para la misión de las mujeres judías de mantener la religión. Resultaba una de las estratagemas que tuvieron que utilizar para conservar unos ritos prohibidos por la comunidad cristiana con la que coexistían y que las perseguía duramente desde que los Reyes Católicos impusieron la Inquisición castellana en 1478.
Las judías, como las mujeres en general, tenían experiencia en urdir estratagemas para defenderse. Definidos sus papeles en la sociedad, así como sus valores y sus límites, por los hombres de religión, las mujeres que vivieron en el territorio hispano a lo largo de la Edad Media presenciaron una evolución que no les favorecía y que ellas trataron de eludir. ¿Esa evolución influyó de la misma manera a las mujeres de los tres grupos étnico-religiosos? ¿Contribuyeron o no las mujeres a la armonía entre las comunidades? ¿Pudieron influirse mutuamente las mujeres de las tres religiones? Para responder a estas preguntas se han estudiado ejemplos femeninos representativos de los tres grupos en los tres tiempos propuestos al principio: el de construcción cultural (siglos VIII-X), el de consolidación y armonía (siglos XI-XIII) y el de deterioro y violencia (siglos XIV-XV).
Los ejemplos seleccionados han permitido dibujarlas con sus velos y describir sus desvelos. Esos velos y desvelos han de contemplarse con una perspectiva que permita valorar las similitudes, diferencias e influencias entre los grupos femeninos de las tres comunidades; en esa perspectiva hay que tomar como puntos de análisis las ideas sobre la mujer, su papel en los espacios privado y público, el acceso de la mujer a la cultura, la jurisprudencia sobre asuntos de diversa índole en relación con las mujeres (castigos por violencia, legislación sobre herencias, regulación del matrimonio y del divorcio), la honra femenina como bandera de la honestidad comunitaria, la mirada hacia las mujeres de las otras comunidades y las influencias mutuas propias de una sociedad pluricultural.
La construcción de las ideas sobre las mujeres no fue muy diferente en los tres grupos; en todos fueron los hombres los encargados de dictaminar lo que era adecuado o conveniente para ellas. En primer lugar les impusieron el silencio y las ocultaron para hacerlas invisibles en la medida de lo posible. El primer punto, pues, común a las tres religiones es la difícil «visibilidad» de las mujeres, de las que la información es escasa. Su aparición en los documentos suele estar en relación con algún hombre de la familia.
Procurar la invisibilidad era, por otra parte, una obligación femenina, consecuencia de la imposición masculina de hacerlas ocultar su cuerpo, peligroso por seductor. En relación con ello se desarrolló la construcción ideológica más importante y con más repercusiones para los cristianos, la de la castidad, muy importante también, aunque en menor medida, para musulmanes y judíos. En estas dos comunidades fue la familia, con el apoyo de la religión, la encargada de velar por la pureza de sus mujeres, probablemente más preocupada por los valores o las propiedades del grupo familiar que por la castidad femenina.
Cada comunidad tenía una forma algo diferente de mirar el cuerpo de las mujeres y eso queda de manifiesto en aspectos tan evidentes como los retratos femeninos o la actitud hacia las mujeres menstruantes. Los retratos de mujer en el mundo árabe contemplaban todo el cuerpo, de arriba abajo, del pelo a los pies. La prevención respecto al cuerpo femenino se extendía a la menstruación, momento en la vida de la mujer que se consideraba provocador de males terribles y que exigía cuidados especiales, de limpieza o purificación, a las mujeres judías.
Los cristianos habían de abstenerse de mantener relaciones con sus mujeres los días que éstas tenían la regla, tal como exhortaba uno de los tardíos Padres de la Iglesia, Cesáreo de Arlés (finales siglo V). Se basaba en una cita del profeta Ezequiel (18: 6), que dice que quien se acuesta con su mujer cuando tiene la regla o el que no quiere mantener la continencia en domingo, «engendrará hijos leprosos, epilépticos o poseídos por el demonio».
Llama la atención que en las dos religiones más importantes del Mediterráneo por su número de creyentes, cristianismo e islamismo, las dos magnas figuras, Jesucristo y Mahoma, fueron mucho más tolerantes con las mujeres que aquellos que les siguieron. Jesucristo dejó que se le acercara la Magdalena y Mahoma no se oponía a las relaciones con una mujer menstruante, ni dictaminó que todas las mujeres habían de llevar velo, ni parece que fuera, al menos en sus inicios, partidario de la poligamia.
Fueron, sin embargo, los «clérigos» de cada una de las religiones los que construyeron un sistema de valores cada vez más restrictivo en relación con la mujer. Parece que para todos servía la idea de Pierre Comestor, que en su Histoire Scolastique, una de las brillantes obras de la escuela parisina del siglo XII, afirmaba que la mujer es el primer actor de la discordia entre el hombre y Dios.
La valoración del cuerpo de la mujer, de los peligros de su seducción y del pecado o el error de la sexualidad llevaban a cada una de las tres comunidades a entender algunas instituciones de manera distinta, en concreto matrimonio, divorcio o concubinato, fundamentales en la vida de las mujeres. Como aspectos que requieren un cuidadoso análisis para entender el mundo femenino, el matrimonio se ha contemplado especialmente en los ejemplos de las mujeres seleccionadas, mostrando las diferencias entre las tres comunidades.