Al Jesús que siempre he querido, Jesús Alberto…
Gabriel Andrade, 2015
Diseño de cubierta: Serafín Senosiáin
Editor digital: Titivillus
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«Jesucristo es un timo, pero no por ello no existió —escribe el autor de este libro—. Es un timo en el sentido de que en torno a su vida hay una serie de falsas afirmaciones. Pero ese timo está construido sobre una base histórica real. Jesús es real; Cristo es un timo. Jesús es el personaje que vivió en Palestina hace 2000 años. Cristo (que no es un nombre propio, sino meramente una traducción al griego del título Mesías, que quiere decir en hebreo ungido) es el artificio teológico legendario que crearon sus seguidores y que lo entremezclaron con el personaje real. Así pues, en este libro, al separar el trigo de la cizaña, atacaré tres frentes. Primero, las afirmaciones según las cuales Jesús no existió. Segundo, las hechas por los mismos evangelistas y aceptadas por los creyentes. Y tercero, algunas que proceden de leyendas posteriores a los evangelios y que, aunque no suelen contar con aval eclesiástico, gozan de cierta popularidad en los medios de comunicación».
Gabriel Andrade
Jesucristo ¡vaya timo!
¡Vaya timo! - 25
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Titivillus 02.07.2021
Introducción
No me gustan los clichés, pero debo aceptar que Jesús de Nazaret ha sido hasta ahora el hombre más importante de la historia. No fundó propiamente ninguna religión, pero en su nombre se formó una que hoy tiene entre sus fieles a más de un quinto de la humanidad y ha ejercido una abismal influencia durante los últimos 2000 años. Las obras de arte más bellas, las historias más emocionantes, las piezas musicales más sublimes han tenido a menudo a Jesús como protagonista o, al menos, como parte de la trama. Dan Brown sorprendió a muchos con las extravagantes afirmaciones hechas en El código Da Vinci sobre las relaciones sexuales de Jesús, su descendencia y las sociedades que han mantenido su secreto. Mel Gibson hizo llorar al público con las espeluznantes torturas que presentó en la película La pasión de Cristo. J. J. Benítez mantuvo a muchos fascinados con sus historias sobre astronautas que viajan en el tiempo para encontrarse con Jesús…
Parece tratarse de un fenómeno relativamente reciente, pero en realidad no lo es. Desde los mismos inicios del cristianismo ha habido fascinación por el personaje de Jesús y se han inventado toda clase de historias sobre su vida. Los evangelios apócrifos en la antigüedad, las leyendas medievales sobre el santo grial o los alegatos decimonónicos de que Jesús estuvo en la India son vivo testimonio de que nuestra civilización está fascinada con la vida de un oscuro artesano judío que vivió hace 20 siglos.
Es muy fácil decir que Dan Brown se ha aprovechado de la figura de Jesús para armar un enorme truco publicitario sensacionalista y aumentar las ventas de sus libros. Nos ocuparemos más adelante de algunas de sus afirmaciones. Pero deseo advertir ya lo siguiente: escritores como Dan Brown no son los únicos que distorsionan la figura de Jesús.
De hecho, los mismos evangelistas fueron quienes comenzaron la distorsión que ha perdurado durante 2000 años. Las diversas Iglesias nos alertan de que las historias que cuenta Dan Brown son ridículas, pero esas mismas iglesias deberían reconocer que las historias que ellas mismas cuentan lo son también. Ciertamente, Jesús no se casó con María Magdalena y su descendencia no pasó a ser una dinastía de reyes franceses, pero ¿es más creíble que un hombre nació de una virgen?
En la vida de Jesús, a diferencia de la de Krishna o Zeus, se entremezcla confusamente la historia y la leyenda. Hay episodios de su vida que, a simple vista, son claramente legendarios: el nacimiento virginal, la trasfiguración, caminar sobre las aguas, etcétera. Hay otros episodios de su vida que, por motivos que veremos en este libro, son seguramente históricos: que fue bautizado por Juan, que murió crucificado, etcétera. Hay ciertos episodios que a simple vista no parecen fantasiosos, pero que seguramente sí lo son: la matanza de los inocentes, la liberación de Barrabás, etcétera. Y hay aún otros aspectos de su vida sobre los cuales es difícil dilucidar si son o no históricos: ¿se creía el Mesías?, ¿esperó su propia muerte?, ¿predijo el fin del mundo?, ¿instituyó la eucaristía?
La ardua tarea del historiador consiste en separar el trigo de la cizaña (una imagen original de Jesús, seguramente auténtica: véase Mateo 13, 24-30) y tratar de decidir qué es histórico y qué legendario en los evangelios. Aquí nos movemos entre dos extremos. Por una parte se encuentran los fundamentalistas, que creen que todo cuanto se narra en los evangelios sobre Jesús ocurrió literalmente. En muchas de estas historias hay contradicciones entre los propios evangelios y los fundamentalistas buscan maneras de resolver estas contradicciones (muchas veces de forma ingeniosa, pero inadecuada).
Otras personas, aunque aceptan que algunas cosas narradas en los evangelios son adornos literarios (como, por ejemplo, que los muertos de Jerusalén resucitaron tras la crucifixión de Jesús: véase Mateo 27, 52-53), sostienen también que la mayoría de los hechos ocurrieron tal como se narran. Esta es la visión tradicional de la Iglesia católica, la que recientemente ha tratado de dar el expapa Joseph Ratzinger en sus libros dedicados a la vida de Jesús. Del otro extremo están quienes afirman que todo cuanto se dice sobre Jesús en los evangelios es legendario. Para estas personas, Jesús es un personaje ficticio del mismo calibre que Robin Hood o Superman. Ambos extremos son problemáticos. Jesucristo es un timo, pero no por ello no existió. Es un timo en el sentido de que en torno a su vida hay una serie de falsas afirmaciones. Pero ese timo está construido sobre una base histórica real. Si se me permite la expresión, Jesús es real; Cristo es un timo. Jesús es el personaje que vivió en Palestina hace 2000 años. Cristo (que no es un nombre propio, sino meramente una traducción al griego del título Mesías, que quiere decir en hebreo ungido) es el artificio teológico legendario que crearon sus seguidores y que lo entremezclaron con el personaje real.
Así pues, en este libro, al separar el trigo de la cizaña, atacaré tres frentes. Primero, las afirmaciones según las cuales Jesús no existió. Segundo, las hechas por los mismos evangelistas y aceptadas por los creyentes. Y tercero, algunas que proceden de leyendas posteriores a los evangelios y que, aunque no suelen contar con aval eclesiástico, gozan de cierta popularidad en los medios de comunicación. Así pues, he dividido el libro en falsas afirmaciones sobre Jesús y su respectiva refutación.
El núcleo, por supuesto, estará dirigido contra el segundo frente, a saber, las mismas historias de los evangelios. Espero que al final el lector se dé cuenta de que el Cristo que nos presenta el cristianismo es distinto del Jesús que vivió realmente. Y esta diferencia es sustancial.
¿Afecta esto a la fe? ¿Puede alguien ser cristiano una vez que ha comprendido que muchos relatos de los evangelios son falsos? El gran historiador y teólogo alemán del siglo XX Rudolph Bultmann opinaba que puede mantenerse perfectamente la fe aun desmitificando el Jesús histórico. A juicio de Bultmann, los detalles de la vida de Jesús son irrelevantes. Lo importante es la enseñanza que nos dan los relatos de los evangelios y el compromiso de fe que asumamos. Nunca hubo un pastor mentiroso que advertía falsamente de la llegada del lobo, pero la falta de historicidad de esta fábula de Esopo no la despoja de su enorme valor moralizante. Algo similar, pensaba Bultmann, podría decirse de la historia de Jesús. De hecho, aunque dedicó voluminosos estudios a la figura del Jesús histórico, Bultmann terminó por afirmar que, para el cristiano convencional, el Jesús histórico es irrelevante.