Mario Bunge - Las pseudociencias ¡vaya timo!
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- Libro:Las pseudociencias ¡vaya timo!
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2010
- Índice:4 / 5
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Las pseudociencias ¡vaya timo!: resumen, descripción y anotación
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«Los científicos y los filósofos —escribe Bunge— tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura».
Este libro, editado por Alfonso López Borgoñoz, recoge los artículos más significativos de Mario Bunge sobre el tema, publicados en revistas muy diversas y la mayor parte nunca hasta ahora traducidos al castellano (por su traductor habitual, Rafael González del Solar). Prólogos de Alfonso López Borgoñoz, Rafael González del Solar y Cristina Corredor.
Mario Bunge
¡Vaya timo! 14
ePub r1.0
AlNoah02.09.13
Título original: Las pseudociencias ¡vaya timo!
Mario Bunge, 2010
Traducción: Rafael González del Solar
Diseño de portada: Serafín Senosiáin
Editor digital: AlNoah
Editor ePub original: jojexcan
ePub base r1.0
MARIO BUNGE. Nacido en Buenos Aires (1919), es uno de los filósofos de la ciencia más reconocidos en todo el mundo. Su formación humanística y política se enraizó en los barrios obreros de Buenos Aires, que recorrió de niño junto a su padre, médico y diputado socialista. A los 19 años fundó la Universidad Obrera Argentina (UOA), que fue clausurada en 1943 por el gobierno de Perón. En la década de 1960 dio clases en las universidades de Texas, Temple, Delaware (EE. UU.) y Friburgo (Alemania) y finalmente se estableció en Canadá, donde ha sido profesor de la Universidad McGill de Montreal, la más antigua del país. Autor de más de 50 libros (entre ellos los ocho volúmenes de su Tratado de Filosofía), casi todos en inglés, ha recibido 19 doctorados honoris causa y el premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982. Sus libros han sido traducidos a numerosas lenguas, incluidas el japonés, el ruso y el chino. Azote de las supercherías, en 1991 alentó la fundación del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP).
Alfonso López Borgoñoz (Valencia, 1960) es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona. Ha dirigido las revistas Universo y El Escéptico y publicado numerosos artículos en defensa del pensamiento crítico. En la actualidad es presidente de Amnistía Internacional en España.
Bunge y las pseudociencias: un acercamiento personal
Alfonso López Borgoñoz
El Universo existe por sí mismo, puede ser explorado y la mejor manera de hacerlo es científicamente.
Bunge, 2007
Hace años, quizás veinte, conocí a André Gunder Frank, el conocido científico social de origen alemán ya fallecido. En aquella época, yo estaba notablemente influido por la obra de diversos autores «relativistas» procedentes tanto de la arqueología o la antropología como de la propia filosofía de la ciencia.
Durante una cena, empecé a expresar a André la dificultad de trabajar con los restos de culturas antiguas, dado que, al ser adaptaciones socioculturales (es decir, no biológicas) a diferentes contextos naturales, sociales e históricos, era muy difícil conocer realmente nada de ellas, salvo nuestras propias construcciones del pasado. Le comenté que sólo sabíamos de «apariencias», no de «realidades». Y lo mismo creía que pasaba al estudiar desde una perspectiva antropológica ciertas poblaciones de otras partes del globo terrestre: nunca hablábamos de ellas, sólo de nosotros; conocer la realidad era imposible, en caso de que existiera… E incluso eso pasaba en ciencias como la biología o la física. Pensaba que el concepto cerdo o gravitación universal eran conceptos o constructos nuestros, frutos de nuestra manera de entender la naturaleza en un momento dado.
André no estaba de acuerdo, pero tampoco parecía que estuviera especialmente atento a lo que yo decía. Hasta que, en un momento dado, le dije que iba al lavabo. Levantó entonces su vista y, más o menos, me dijo: «La puerta está cerrada, ¿podrás entrar a través de ese constructo o la abrirás antes de pasar?». Sonrió y acabó su frase: «Si tienes prisa, te recomiendo la segunda opción, pues la primera te provocaría un chichón que tendría muy poco de constructo ideal y mucho de objetivo».
Quizás sí exista un mundo real de chichones evitables por mí, por los yanomamos o por los antiguos romanos, si uno adopta decisiones racionales en su manera de actuar y de entrar en los lavabos o moverse por un bosque, aunque sea posible que haya siempre algunos chichones inevitables (llevo muchos, de hecho).
Y sí, también es posible decir cosas sobre los otros del pasado o de otras culturas. De hecho, hay hipótesis o conjeturas acerca de ellos que pueden ser discutibles y mejorables, pero que tienen más elementos de certeza que otras que casi ni siquiera son discutibles, dado lo que sabemos o se puede comprobar (como la influencia de los marcianos en la construcción de las pirámides de Egipto). Sólo el especular sin base sobre lo que no se sabe, sin tener en cuenta lo que sí se conoce, permite seguir justificando ciertos extravíos de la mente muy poco productivos a nivel científico o tecnológico y, por tanto, social.
Entonces… ¿no nos podemos permitir hacer conjeturas? ¡Claro que sí! No podemos evitar hacerlas. Pero, como Bunge señala, mientras que en las artes o en la ficción todo vale, en la ciencia sólo son admisibles las conjeturas razonables, aquellas que se pueden controlar de forma tanto conceptual (compatibilidad con el grueso del conocimiento) como empírica.
Eso es verdad en física y en el estudio de la historia o de otros pueblos. Todo el mundo en todas las épocas se ha reproducido según su sexo del mismo modo (más o menos divertido, eso sí es tristemente cultural), han debido ingerir alimentos (y, antes de ello, han debido proveerse de los mismos), y han dormido, nacido, crecido, enfermado, envejecido, muerto… de forma más o menos igual en lo físico, aunque con variaciones culturales.
Aunque variados en lo cultural, en lo básico iguales… pero siempre con la posibilidad de establecer hipótesis sobre el funcionamiento de cada cultura de forma razonable.
Hasta los relativistas (incluso profesores de filosofía dedicados a ello) prefieren volar antes en aviones que con capas de Supermán. Y su tasa de curación con terapias de eficacia comprobada es más elevada que cuando usan otras basadas en supersticiones no validadas de ninguna manera, que algunos de ellos defienden como posibilidad filosófica. Desgraciadamente, el sida existe y negarlo es un insulto grave para sus víctimas, ya que no ayuda en nada a aumentar el bienestar de los afectados, cosa que la buena ciencia sí consigue.
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