Ricardo Campo - Los ovnis, ¡vaya timo!
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- Libro:Los ovnis, ¡vaya timo!
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2005
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Los ovnis, ¡vaya timo!: resumen, descripción y anotación
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Quien argumente que ha visto extraterrestres —afirma el autor, Ricardo Campo—, ha hablado con ellos o tiene confirmación de su existencia por medios desconocidos, y se permite ilustrarnos sobre sus rasgos físicos y su temperamento como si de perros o gatos se tratara, es un desvergonzado, un alucinado con afán propagandista o un engañabobos acostumbrado a aprovecharse de los necios.
Ricardo Campo
¡Vaya timo! - 2
ePub r1.2
koothrapali 11.09.14
Título original: Los ovnis, ¡vaya timo!
Ricardo Campo, 2005
Editor digital: koothrapali
ePub base r1.1
RICARDO CAMPO. Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1965 y es doctorando del Departamento de Filosofía en la Universidad de La Laguna. Es socio fundador del Círculo Escéptico, entidad centrada en la difusión del pensamiento crítico y el escepticismo ante las creencias paranormales, y patrono de la Fundación Anomalía, que estudia las creencias populares relacionadas con el mito extraterrestre. Es autor de Luces en los cielos. Todo lo que siempre quiso saber sobre los ovnis (2003) y mantiene el blog Mihteriohdelasiensia.
D esde hace algún tiempo veo que entre tus lecturas habituales se encuentran revistas sobre asuntos extraños, misteriosos, enigmáticos; al menos, así los presentan los autores de esos artículos y los directores de las publicaciones en que aparecen. También veo con satisfacción que no te tragas sin más todo lo que en ellas se dice, que me has preguntado frecuentemente —a mí y a otros críticos— por la confianza o desconfianza que nos produce buena parte de esas afirmaciones, y que no te quedas satisfecho con la versión edulcorada del misterio sino que te preocupas por informarte en otras fuentes, donde lo que importa no es el envoltorio ni el brillante papel cuché ni las alucinógenas ilustraciones ni los tontorrones títulos y subtítulos, sino el afán por adecuarse al máximo a los hechos gracias a una interpretación sensata y legítima.
Por todo ello, creo que vale la pena poner un poco de orden en las principales ideas que, en mi opinión, debes tener en cuenta a la hora de valorar lo que algunos periodistas y novelistas intentan colar como fenómeno inexplicable o extraterrestre. ¡Ahí es nada! Y la NASA y otras agencias espaciales enviando sondas robóticas a otros planetas y satélites para averiguar, entre otras cosas, si la vida existe en alguno de ellos… ¿Por qué no contratan a estos señores de asesores, ya que tan seguros se muestran de la existencia de los alienígenas?
Vamos a adentrarnos en uno de esos misterios por decreto que más controversias ha desatado, más acusaciones infundadas ha provocado, y del que existen las mismas pruebas que de cualquier otro fenómeno celoso de sí mismo, como los denominó Robert Sheaffer: es decir, ninguna, más allá de los recuerdos y relatos de individuos que pueden diferir mucho sobre lo realmente observado, si es que realmente observaron algo, claro está. Me estoy refiriendo a un clásico entre los clásicos del misterio, el más allá —el más allá de la lógica y del sentido común, en la mayoría de las ocasiones—, lo maravilloso y las creencias sin pruebas que las respalden: los platillos volantes u ovnis.
Quiero explicarte por qué, en mi opinión, estamos ante uno de los mitos más asentados de la cultura popular; por qué, a pesar de esa inexistencia de pruebas —como las hay de la existencia de planetas extrasolares, aunque sólo un grupo limitado de astrónomos los hayan detectado—, muchas personas, de tu edad o mayores que tú, piensan que esos platillos, naves o misteriosas presencias en los cielos y la Tierra son de origen extraterrestre. También te explicaré lo que Sheaffer quiso decir con el calificativo celoso aplicado a este fenómeno social en su muy recomendable libro Veredicto ovni, una de las mejores críticas globales formuladas por un escéptico a toda esta maraña de afirmaciones y elucubraciones disparatadas de presuntuosos personajes que se hacen pasar ante el vulgo por cualificados científicos.
He escrito la palabra tabú: escéptico. Me alegra que sonrías. La sonrisa y la risa son armas escépticas. Idealmente, van de la mano con el sentido común, equipaje que la mayoría de los publicistas ufológicos olvida a la hora de emprender la odisea por el desierto de los misterios de cartón-piedra. ¿Qué es eso de ser escéptico?, puedes preguntarte. Para responderte iré a lo práctico, así que no expondré un resumen de las doctrinas filosóficas griegas al respecto, pues es en Grecia donde surge el vocablo. Si quieres saberlo, consulta un diccionario de filosofía o una historia de la misma, que no es mala costumbre asesorarse en fuentes con garantía.
Uno empieza hablando de extraterrestres —cosa bastante temeraria, puesto que no sabemos siquiera si existen— y poco a poco se da cuenta de que le está hablando al espejo. Sin dejar de ser también temerario, hablar con el espejo es menos arriesgado, ya que se nos presupone cierto conocimiento de nosotros mismos. Pero con los extraterrestres deseamos engañarnos: pensamos que son sujetos totalmente distintos —o, por el contrario, casi idénticos— a nosotros; los creamos y los colocamos ahí fuera, pero a poco que hagamos el esfuerzo nos damos cuenta de que son un producto de nuestra imaginación, de nuestro aburrimiento o de ambos. Así sucede con todas las creencias irracionales y pseudocientíficas que tanto abundan en los medios de comunicación y en la sociedad en general.
Tu interés por los extraterrestres y las naves en las que, al parecer, viajan para contarnos unas verdades ridículas, es bastante habitual. No creas que eres especial por ello; otros muchachos se interesan por la astronomía o los dinosaurios. Lo raro sería que, a tu edad, te interesaras por la historia de los papas, digo yo. Pero cosas más raras se han visto, ya que este mundo «paranormal» es una fábrica de cosas inverosímiles, disparatadas y dirigidas a un público de amplias tragaderas, expresión sustituida por la de «tener una mente abierta», cosa que, según afirman, faculta para ver más allá de lo visible. En realidad, esta apertura mental propicia la compra de productos y mercancías, que es —no nos engañemos— lo que interesa en realidad.
Ésta es la conclusión básica de lo que te voy a contar en las siguientes páginas, aunque no me conformo con ello. Muchas de las creencias del gran circo de los platillos volantes están basadas en razonamientos incorrectos, deseos ardientes y una curiosidad por lo extraño desorganizada y desbocada, más el abono de la ignorancia. Todo ello nos dará ocasión de entender que nos hallamos ante una invención, ante una leyenda convertida en objeto de culto. Alrededor de esta leyenda han aparecido multitud de parásitos que pretenden mantener vivo el fuego de la creencia, que debe ser guardado por los pastores del misterio que conducen el rebaño.
Nos dirigimos a Ovnilandia, una tierra con maravillas de tercera división, credulidad vergonzosa, relatos exagerados, presuntuosos narradores que han pretendido durante décadas hacerse pasar por investigadores en íntima conexión con la fuente del misterio, y donde para encontrar un poco de análisis crítico y riguroso es necesario profundizar muchos metros bajo tierra. Nos las veremos con varios ufólogos, que son quienes se dedican a investigar esos prodigiosos aparatos —llamados UFO en inglés, iniciales de
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