Presentación
Escribe San Mateo que al entrar Jesús en Jerusalén toda la ciudad se conmovió y sus habitantes decían: «¿Quién es éste?» (Mt 21,10). Es el interrogante que se hacían a menudo quienes eran testigos de la actividad de aquel Maestro de Nazaret. Casi en cada página del evangelio encontramos a diferentes personajes que se preguntan algo sobre él: de dónde procede, cómo es que enseña con tanta autoridad, de dónde le viene su poder, cómo puede hacer milagros, por qué parece oponerse a las costumbres de su tiempo, cómo es que las autoridades le rechazan… Son preguntas que se hicieron entonces y que se han continuado haciendo a lo largo de la historia.
Creyentes y no creyentes, cristianos que buscan afianzar su fe y cazadores de excusas para ridiculizar la religión, gentes que necesitan datos verificables para acercarse a la verdad y personas a las que les asaltan las dudas no han dejado de buscar información sobre la existencia y la personalidad de Jesús de Nazaret: ¿existió?, ¿se sabe con certeza algo de lo que hizo o dijo?, ¿son fiables los evangelios y los escritos cristianos para conocer la realidad?, ¿se han conservado informaciones auténticas acerca de Jesús en textos no cristianos?, ¿es posible contrastar en fuentes literarias antiguas —independientes de las fuentes cristianas— la verosimilitud de lo que dicen los evangelios?, ¿son los textos cristianos obras tendenciosas que sólo ofrecen la versión prepotente de quienes lograron imponer sus ideas por la fuerza?
Las preguntas son, desde hace tiempo, más o menos las mismas y las contestaciones no han solido variar. Sin embargo, en los últimos años, ciertos descubrimientos arqueológicos no sólo han despertado la atención de los expertos sino que han suscitado la curiosidad del gran público, presentando, al menos aparentemente, nuevos datos que volvían insatisfactorias las respuestas tradicionales a esos interrogantes.
Documentos escritos en papiro y pergamino encontrados en las cuevas de Qumrán (en el desierto de Judá), colecciones de códices hallados en Nag-Hammadi o en otros lugares de Egipto, textos cristianos antiguos releídos a la luz de estos descubrimientos han proporcionado una información directa e indirecta sobre grupos marginales judíos o cristianos en épocas muy remotas —algunas veces casi contemporáneas de Jesús— y han planteado cuestiones hasta ahora difíciles de imaginar.
Si a las noticias de los nuevos hallazgos (que en ocasiones no han sido tales sino refinadas falsificaciones) añadimos las interpretaciones sensacionalistas sobre las figuras de Jesús, los apóstoles o María Magdalena que aparecen casi a diario en periódicos, revistas o programas de radio y televisión, nos encontramos con que la necesidad de dar respuesta a esas cuestiones se hace cada vez más urgente.
Además, se descubre que, despierto el apetito de una curiosidad hambrienta, proliferan las novelas de ficción en donde los orígenes cristianos y sus desarrollos iniciales juegan un papel esencial. Son relatos que suelen presentar una trama verosímil con los últimos descubrimientos (o, al menos, con algunos), hábilmente aderezada con una acción trepidante.
Quién sabe por qué, lo cierto es que la combinación ha resultado una fórmula de gran éxito desde el punto de vista comercial y ha contribuido a llenar los estantes de las librerías de obras curiosas.
Sin embargo, entre este tipo de literatura de ocasión y la recepción acrítica de informaciones pseudocientíficas, se ha creado un ambiente de desconfianza y de sospecha hacia la tradición recibida que no hace justicia al pasado. La línea entre la ficción y la realidad se difumina y se generalizan las afirmaciones que nada tienen que ver con la verdad histórica.
Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que la confusión reinante, las presentaciones parciales —cuando no tendenciosas— de los nuevos descubrimientos y la sensibilidad crítica de nuestra época exigen poder disponer de los datos históricos necesarios para dar respuestas correctas.
Con esta finalidad se han escrito las páginas que siguen. Se trata de un material de apoyo para ofrecer información concreta y contrastable a cuestiones históricas de actualidad sobre Jesús y el desarrollo del cristianismo primitivo. Se ha elaborado con la intención de proporcionar una información sintética a una selección de preguntas de las muchas que se pueden hacer. Las respuestas no han sido pensadas para especialistas, sino para toda persona que quiera encontrar una contestación concisa desde el punto de vista histórico a algunos de los interrogantes sobre estos temas que hoy en día suscitan un especial interés.
Como podrá observar el lector, las respuestas son breves y en cada una de ellas se podrían decir muchas más cosas. Por eso se ofrece al final del libro una bibliografía selecta para profundizar o contextualizar lo que aquí se afirma de manera sucinta.
Este pequeño libro es fruto de un trabajo en equipo. Han intervenido en él Francisco Varo, Gonzalo Aranda, Vicente Balaguer, Santiago Ausín y Juan Luis Caballero, todos ellos colegas del Departamento de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. La tarea de coordinarlo ha sido sumamente fácil y grata. A todos, pues, agradezco la colaboración que han prestado para poder realizarla.
JUAN CHAPA
Pascua de Resurrección, 2006
1
¿Qué se sabe realmente de Jesús?
De Jesús de Nazaret tenemos más y mejor información que de la mayoría de los personajes de su tiempo. Además de las noticias sobre su existencia y actividad que conocemos por fuentes históricas no cristianas, disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han comunicado. Son tradiciones orales y escritas sobre su persona —entre las que destacan las contenidas en los cuatro evangelios— que han sido transmitidas en la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy. Esta comunidad es la Iglesia.
Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan; más bien, la confirman.
Hasta la Ilustración, creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se contenía en los cuatro evangelios.
Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus informaciones. Para estos estudiosos, los relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX, se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús «no podemos saber casi nada» (R. Bultmann, Jesus, Deutsche Bibliothek, Berlin 1926, p. 12).
Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que «podemos saber mucho de Jesús» (E.P. Sanders, Jesus and Judaism, Fortress Press, London-Philadelphia 1985, p. 2). Por ejemplo, este mismo autor ofrece una lista de afirmaciones que están fuera de discusión desde el punto de vista histórico (precisa, sin embargo, que una lista de todo lo que sabemos acerca de Jesús sería considerablemente más larga):
1) Jesús nació en torno al año 4 a.C. poco antes de la muerte de Herodes el Grande. 2) Pasó su infancia y los primeros años de su edad adulta en Nazaret, una aldea de Galilea. 3) Fue bautizado por Juan el Bautista. 4) Llamó a los que habían de ser sus discípulos. 5) Enseñó en los pueblos, aldeas y campos de Galilea. 6) Predicó el «Reino de Dios». 7) Hacia el año 30 fue a Jerusalén con motivo de la Pascua. 8) Provocó un alboroto en la zona del templo. 9) Celebró una última comida con sus discípulos. 10) Fue detenido e interrogado por las autoridades judías, concretamente por el Sumo Sacerdote. 11) Fue ejecutado por orden del prefecto romano, Poncio Pilato.