Fernando Montes S.J.
Presentación
Es interesante constatar que buena parte de la enseñanza de Jesús a sus discípulos la hizo por medio de preguntas. A ellos, que eran rudos pescadores, les enseñó con interrogantes simples a plantearse los verdaderos problemas: ¿Quién es tu prójimo? ¿Qué buscáis? ¿Qué quieres que haga por ti? ¿Por qué lloras?, etc. Esas preguntas son hondamente humanas y tienen perenne actualidad.
Pongo en sus manos unas reflexiones sencillas sobre algunas de esas preguntas del Señor y sobre las que los apóstoles y la gente de su tiempo le hicieron a Jesús. Estas reflexiones pretenden ayudar la oración personal y el compartir en reuniones comunitarias. En medio de una vida hoy muy agitada es muy provechoso dedicar unos momentos cada día para hacer una pausa que haga posible un encuentro con uno mismo y con el Señor. Estas páginas tienen por objeto ayudar en dicha pausa diaria.
Es importante dejar resonar calladamente en nuestro interior esas interrogantes para que desde el fondo del corazón, desde la verdad más radical de nuestra existencia, broten las respuestas. Así se reflejará nuestra propia verdad y constataremos que los problemas se resuelven mejor si se plantean correctamente las preguntas.
Enseñar preguntando tiene la ventaja de ayudarnos a buscar en lo mejor de nosotros la respuesta y a cimentar el Evangelio prestándole nuestra propia vida.
Aprender a preguntarse es signo de madurez. Ello permite romper las falsas seguridades, tomar distancia de uno mismo y descubrir la hondura que tenemos.
Hay personas que no se interesan por las preguntas últimas. Viven… solo viven. Trabajan, corren y se afanan sintiendo que lo único real es la agitación. Dicen que el hombre moderno no tiene tiempo para perderse en sutilezas. Preguntarse por el fin de la marcha les parece que es un modo de huir. Y para no huir de lo “real”, en realidad huyen de la “verdad”.
El hombre de estos días, que en muchos aspectos ha logrado progresos increíbles, con frecuencia ha perdido el rumbo de su marcha. No quiere levantar la cabeza para mirar adónde va el camino y tampoco quiere preguntarse qué es lo que en el fondo anda buscando. Pero esa pregunta, aunque se acalle, sigue resonando en lo más hondo de todos los proyectos humanos. Oculta bajo mil costras hay una sed intensa de sentido… y tarde o temprano el hombre volverá a la fuente que puede dar respuestas a esa inquietud.
¿Cómo despertarnos de la actual modorra?
El ser humano no quiere para su propia vida respuestas hechas en serie como lo que hoy produce y ofrece el mercado. Por eso es tan atractivo plantearse las preguntas que nos hace Jesús. El Señor nos invita a cada uno de nosotros a fundar nuestro propio y particular camino respondiendo esas preguntas.
En estas páginas comentaremos las preguntas de Cristo… pero ahora dirigidas a nosotros. Para responderlas será necesario, tal vez, abrir el corazón con la actitud del niño que no teme confesar su ignorancia y su gran debilidad. Desde San Pablo, Orígenes y los Santos Padres ha habido este tipo de interpretación espiritual del Evangelio. Ella de algún modo complementa el estudio erudito que es por cierto necesario, pero que a muchos resulta alejado de su vida.
El Evangelio es muy sencillo, muy simple y muy profundo. Por ese motivo las respuestas a la mayoría de las preguntas se van asemejando. Casi todas ellas terminan en la humildad, el agradecimiento, la entrega y el amor. No será extraño que en estas páginas se sienta la percusión repetida del martillo que va clavando golpe a golpe en el centro del corazón los valores de Jesús. Por eso, le aconsejo no leer más de una pregunta cada vez. Ellas no están escritas para ser leídas de corrido. Son una invitación a la reflexión personal para “sentir y gustar” el Evangelio internamente.
Deje resonar calladamente estas preguntas en usted. Ya no nos sirven las respuestas aprendidas de memoria porque los tiempos cambiaron.
Estas líneas son una ayuda para que usted responda a estas interrogantes desde la verdad más honda de su existencia.
La primera edición de este libro se publicó hace más de veinte años y ha sido traducido y publicado en varios países. La presente edición ha añadido muchas preguntas del Señor que no estaban en las precedentes. Hemos incluido en esta el Prólogo que iniciaba la edición original, que fue escrito por Monseñor Carlos González, entonces Obispo de Talca y Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile.
Fernando Montes, S.J.
Prólogo
El padre Fernando Montes S.J. ha tenido la gentileza de pedirme que haga una introducción a las reflexiones que él ha ido escribiendo sobre el seguimiento de Jesús.
Confieso que leer y meditar estas páginas me ha ayudado mucho a profundizar mejor en las preguntas que Jesús hace a sus discípulos.
Estas reflexiones, en forma de respuestas a las preguntas de Jesús, muestran una lectura meditada y rezada del Evangelio y que el autor va aplicando a la vida actual, a los problemas de hoy día, a los Nicodemo, a los ciegos en el camino, a los que dudan y sufren.
Recomiendo a los cristianos y a los consagrados meditar con cariño estas páginas y puedo asegurarles que les harán mucho bien. Les ayudarán a conocer mejor al Señor, a escuchar las preguntas que les hace en sus vidas concretas y les traerán mayor paz a sus corazones.
Que el ejemplo de quien ha escrito estas meditaciones impulse a otros a seguir por este camino, que ayuda enormemente a conocer al Señor, razón de ser de toda vida cristiana.
Carlos González C.
Obispo de Talca
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
Primera parte
Las preguntas de Jesús
La primera parte de este libro está dedicada a las preguntas que formuló Jesús a sus padres, a sus apóstoles y a las más diversas personas.
El orden con que se presentan no es necesariamente cronológico.
Los contenidos de tales preguntas se refieren a los más diversos temas. Entre ellos, en primer lugar, el misterio de la persona de Cristo en quien se hace visible el Dios invisible; en segundo lugar, los referidos a la calidad del verdadero encuentro con Jesús y, finalmente, los criterios y el mensaje con que Jesús quiere formar a los suyos.
La cantidad de preguntas que hace a los fariseos indica lo importante que era para el Señor mostrar la distancia de su Mensaje de la mentalidad farisaica tan difundida en medio de su pueblo y que fácilmente puede transformar en su raíz al verdadero cristianismo.
Llama la atención la vigencia que pueden tener hoy esas interrogantes.
I
“¿Por qué me buscaban?
¿No saben que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”
(Lucas 2, 49)
Estas son las dos primeras preguntas que formula Jesús en el Evangelio. Con ellas responde a su madre que angustiada lo buscaba porque se había perdido en el camino. Al volver a su tierra después de la visita anual al Templo, José y María creían que el niño iba en la comitiva, pero al notar su ausencia, al sentir su vacío, volvieron de prisa sobres sus pasos para buscarlo. Tal vez es la experiencia que muchos sienten hoy en su propia vida. Nos cuenta el Evangelio que ellos quedaron desconcertados al encontrarlo en medio de los sabios de Israel.
En su desconcierto, en medio del dolor por la pérdida y de la alegría por el reencuentro, la Virgen le preguntó a su hijo: “¿Por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Es la misma pregunta que muchos le hacen a Dios en los momentos duros e incomprensibles de sus vidas.