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978-958-8827-80-3 (e-book) Bogotá D. C., diciembre de 2015 Primera edición: Ministerio de Cultura, Biblioteca Nacional de Colombia, 2015 Presentación y compilación: © Betty Osorio Licencia Creative Commons:
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Juan de Castellanos (Alanís 1522 – Tunja 1607) es un hombre típico del siglo XVI , le tocó vivir los acontecimientos dramáticos desencadenados por el descubrimiento de América a partir del 12 de octubre de 1492. El desembarco de Cristóbal Colón y los tripulantes de la expedición castellana en la isla de Guanahani, transformó completamente la forma de pensar y actuar de las sociedades europeas, especialmente de la española. Sin embargo, para los amerindios implicó un remezón profundo de sus estructuras sociales, de sus creencias y una catástrofe demográfica sin precedentes.
Las Indias Occidentales ofrecían el espejismo de riquezas enormes y de aventuras heroicas. Debido a lo anterior, se produjo un éxodo continuo de la población masculina, miles de hombres jóvenes, de diferentes regiones de España, se desplazaron hacia Sevilla para embarcarse en las expediciones de descubrimiento y conquista que zarpaban hacia el Nuevo Mundo. Juan de Castellanos nació en Alanís en 1522, de una familia de agricultores, cuando este proceso se encontraba en pleno auge. Alrededor de 1539, después de haber estudiado Gramática, Retórica y Oratoria, Castellanos se embarcó para las Indias. Como aventurero y soldado estuvo en la isla de Margarita, recorrió la costa de Venezuela, el Cabo de la Vela y finalmente llegó a Cartagena, desde donde se desplazó a Santa Marta y a Río del Hacha (Rojas 17-18). Durante estos recorridos tuvo la oportunidad de participar directamente en numerosas expediciones, y vivió momentos de peligro, estuvo a punto de ahogarse al cruzar el río Palomino en el Cabo de la Vela (Rojas 23); todo ello lo narra en su crónica.
Otros relatos los escuchó directamente de los protagonistas, él mismo recuerda sus conversaciones con Gonzalo Jiménez de Quesada: «[…] ingratitud sería grande mía / si callase los del adelantado, / Don Gonzalo Jiménez de Quesada, / cuyo valor a mí me fue notorio / por la conversación de muchos años […]» ( Historia del Nuevo Reino de Granada . Canto Primero). Lo anterior implica que Castellanos va a narrar acontecimientos recientes que actualizan el género épico. Esta certeza de haber vivido las acciones que refiere en sus octavas reales, le permite al autor considerar su magna obra como historia verdadera. Por eso el cronista explica: «Sin más reparo ni encarecimiento / De proceder sin mácula el hilo / De la verdad de cosas por mí vistas / Y las que recogí de coronistas (Primera parte. Elegía I , Canto Primero, octava 8).
Parte de esta información le llega a través de los escritos de Jiménez de Quesada» [en cuyas obras] «comprueba por razones / Ser estas las más ciertas opiniones» ( Historia del Nuevo Reino de Granada . Canto Primero, octava 33). Los continuos desplazamientos de las expediciones estructuran las Elegías como un mapa escrito, así tanto el lector de su época, como el de hoy, escuchan nombres nuevos que traen ecos de lo desconocido. Se nombran las islas del Caribe como Boriquén (Puerto Rico), Cuba, Jamaica, y otras. Luego se pasa a Venezuela y la costa Atlántica de la actual Colombia. Más adelante vienen las expediciones al interior, donde se encuentran la Gobernación de Antioquia, la del Chocó y la de Popayán.
Finalmente se llega al Nuevo Reino de Granada descrito en seguida: […] aquello que se llama propiamente / tierra del Nuevo Reino de Granada, / de Norte a Sur como setenta leguas, / y poco más o menos otras tantas/ las que puede tener del Este a Oeste, / Medidas por el ayre, que por tierra, / por ser ambagiosos los caminos, / a causa de huir las asperezas, / bien sé que sobrepujan esta cuenta. ( Historia del Nuevo Reino de Granada , Canto Primero). Esta manera de organizar la narración proviene de las cartas de relación, documentos informativos que los conquistadores enviaban a España dando cuenta de sus descubrimientos. Castellanos utiliza también el material que aparece en otras crónicas como las de Gonzalo Fernández de Oviedo y de Pedro Cieza de León (Ocampo López XIX ). En el siglo XVI no existía la separación entre la historia y otros tipos de discursos, por ello Castellanos propone su texto como una historia verdadera, pero adornada y con contenido moral. Debido a lo anterior, en esta crónica dialogan géneros relacionados con la experiencia directa, mientras otros están marcados por el prestigio de un autor clásico.
Por ejemplo, la dedicatoria de la primera parte se abre con la referencia a Corebo (Corebus), un personaje de la mitología clásica, mencionado tanto en la Ilíada como en la Eneida de Virgilio, cuyas acciones aluden a la capacidad del ser humano para aceptar sus circunstancias, especialmente el exilio ( Dictionary of Classical Mythology 134). Sin embargo, desde las concepciones actuales sobre el discurso histórico, este juego de perspectivas produce un efecto más cercano a la literatura que al documento de archivo, pues se toma información de diferentes fuentes. Los datos históricos y geográficos son insertados dentro de un imaginario proveniente de la épica. Se trata de una historia adornada donde los aspectos formales producen un efecto trascendente y fundacional. Así las acciones, los personajes y los lugares del Nuevo Reino de Granada se convierten en monumentos para la memoria colectiva. Castellanos pretende que sus varones ilustres se conviertan en ejemplos de comportamiento para una sociedad marcial, cuyo modelo es el Cid Campeador.