Sánchez de Tagle, Esteban
La fuerza de las costumbres. El poblamiento de Indias y la noción de ciudad ; atando cabos [recurso electrónico] / Esteban Sánchez de Tagle. – México : Secretaría de Cultura, INAH, 2022
1 MB: ilus.,; – (Colec. Historia, Ser. Logos)
ISBN: 978-607-539-627-9
1. México – Historia – Colonia, 1540-1810 2. Ciudad de México – Historia 3. Demografía – Historia – Colonia, 1540-1810 I. t. II. Ser.
LC F1231 S35
Primera edición: 2022
Producción:
Secretaría de Cultura
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Imagen de portada: Copia del plano de Culhuacan mandado
al Rey Felipe II en 1580 por el corregidor Gonzalo Gallegos.
El original en papel de maguey, pintado por Pedro de San Agustín,
existe en la colección de Manuscritos de don Joaquín García
Icazbalceta, en Sonia Lombardo de Ruiz, Atlas Histórico
de la Ciudad de México, tomo I, ed. Smurfit
Cartón y Papel de México, 1997. p. 217.
D. R. © 2022, Instituto Nacional de Antropología e Historia
Córdoba, 45, col. Roma; C. P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc,
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ISBN: 978-607-539-627-9
Hecho en México
A José Ríos Taboada
Un príncipe no debe tener otro objetivo, ni otra preocupación, ni debe considerar como suyo otro estudio que el de la guerra, su organización y disciplina. Porque éste es un arte necesario exclusivamente para quien manda.
Maquiavelo
Nosotros, sin saber Su Majestad cosa ninguna,
le ganamos esta Nueva España, sirviendo a Dios,
al rey y a toda la cristiandad.
Bernal Díaz del Castillo
[Las conquistas…] crimen fueron del tiempo
y no de España.
Manuel J. Quintana
Índice
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Prólogo
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En su reconocida biografía de Hernán Cortés, José Luis Martínez relata cómo, “aunque suene increíble, en las Memorias que dictó Carlos V en 1550 y 1552, destinadas al príncipe Felipe, y que cubren los años de 1515 a 1548, no aparece ni una sola mención al Nuevo Mundo o las Indias, ni de México ni de Hernán Cortés. Todo se refiere a los conflictos europeos, sus viajes, su familia y su gota”. Noticia, ésta, sin duda, hija de una aguda percepción: el hecho apunta a una cuestión mayor. Aquella sola ausencia pone de manifiesto algo que a una mirada contemporánea, en primera instancia, le resulta en verdad inverosímil: que a aquel famoso emperador le hayan dado a conocer América y, acto seguido, ocurriera la caída de México-Tenochtitlan sin que haya tenido que reparar en lo acontecido, vamos, sin apenas enterarse de que a la monarquía de España, cuya corona llevaba, había comenzado a sucederle algo que tendría consecuencias trascendentales para el futuro universal.
Aunque en descargo de Carlos V es de justicia contextualizar y afirmar que él no fue el único personaje ajeno a la verdadera dimensión de lo que sucedía. Es justo apuntar que el emperador compartió ampliamente la perplejidad con sus coetáneos. La incapacidad de comprender, el azoro ante la súbita aparición de un mundo insospechado —“inesperable”, O’Gorman dixit— fueron generales. En Occidente, los europeos de entonces sólo pudieron vivir el encuentro con el repentino continente como un tropiezo en su búsqueda de una ruta al Oriente; al oriente de su mundo, aquél cuya figuración daban por consabida, consolidada e inamovible. Aquellos hombres no podían aceptar, así, de buenas a primeras, que sus mapas fueran representaciones sólo de su mundo, uno mayormente imaginario; representaciones de un concepto de tal modo ajustado a su cosmovisión que no habían dejado sitio ni para el nuevo continente, pese a que éste se les había atravesado en el camino. La concepción cabal de esa novedad, de lo que hoy conocemos como el continente americano, tendrá que esperar a ser elaborada y asimilada por Occidente, “inventada” por el siglo xvi.
Hay que añadir que tampoco los mundos nativos americanos, pese a lo perentorio de sus esfuerzos, pudieron integrar a su cosmovisión la maravilla que ocurría entonces: ni siquiera hubo el tiempo. Para ellos, el acontecimiento resultó rotundo; la brutal aparición de ambiciosos aventureros, “hombres blancos y barbados”, les fue insoslayable. Sabemos de sus esfuerzos iniciales por asimilarla; su empeño, por ejemplo, en hacer uso de su concepción elíptica del tiempo para sacar ileso a su mundo del inesperado “encontronazo”: quisieron creer que ya lo esperaban. Lo cierto es que en ese momento aquellos mundos de los americanos tampoco contaban con las herramientas conceptuales necesarias para poder concebir y asimilar lo ocurrido. Necesitaron un tiempo que el destino no les concedió; al hueytlahtoani (gran tlahtoani) azteca la estupefacción provocada por el sorpresivo acontecimiento le costaron el imperio y la vida.
Se entiende, pues, que la noticia de la repentina adquisición para la monarquía de un imperio “de maravilla” al atareado Carlos V no lo sorprendiera, como sería de esperar;
Lo que sigue es un intento por explicar qué nos dice esta “increíble” ausencia que señala José Luis Martínez; por qué la afirmación de que el hecho apunta a una cuestión mayor. Buscamos rescatar, con base en la novedosa perspectiva que provee la crítica historiográfica al Estado moderno, el papel principalísimo, autónomo, desempeñado, en el régimen antiguo, por los sujetos sociales, v. gr., en la zaga del poblamiento hispano de Indias. De tantos sujetos destacaremos la actuación de las corporaciones urbanas, de las ciudades, como se las concebía en la península ibérica en el momento del encuentro con América.
Aprovecho este momento previo para agradecer a Óscar Mazín y a Rosa María Sánchez de Tagle la paciente lectura del borrador y sus provechosos comentarios. Igualmente, agradezco al dictaminador su acuciosa lectura. La responsabilidad de lo aquí dicho es, con todo, de quien lo puso por escrito.
José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, unam/fce, 1990, pp. 72-73.
Véase Edmundo O’Gorman, La invención de América, México, fce (Lecturas Mexicanas, 63), 1958, 193 pp. En latín, invención es sinónimo de descubrimiento.
Véase Luis Weckmann, La herencia medieval de México, México, El Colegio de México/fce, 1984, 680 pp.
José Luis Martínez, Hernán Cortés, op. cit., p. 74.
Luis Weckmann afirma que “los exploradores se lanzan a la conquista de quimeras, de montañas de plata, de jardines maravillosos donde las flores son piedras preciosas, del sitio de Paraíso Terrenal, las islas envueltas en la bruma donde moran amazonas o gigantes o donde se guarda la mano de Satanás, de la fuente que devuelve la juventud, de El Dorado, de sirenas o grifones, hombres caudatos o cinocéfalos, todo lo cual sólo existía en los