AUTORES
MISAEL CAMUS IBACACHE
Doctor en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; postdoctorado en Teología Pastoral, Universidad Católica de Lovaina; diplomado en Jurisprudencia Canónica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; académico de la Universidad Católica del Norte.
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ LEIVA
Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica, Pontificia Universidad Católica de Chile; diplomado en Estudios Geográficos Aplicados por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Quito; doctor en Geografía por la Universidad de Barcelona; profesor del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile; miembro de número de la Academia Chilena de la Historia.
ALEJANDRO GUZMÁN BRITO
Diplomado en Ciencias Políticas y Administrativas por la Universidad de Chile; licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Católica de Valparaíso; doctor en Derecho por la Universidad de Navarra; profesor de Derecho Romano en las universidades Católica de Valparaíso y de Chile; miembro del Instituto Internacional de Derecho Indiano; miembro de la Academia Chilena de la Historia.
FERNANDO SILVA VARGAS
Licenciado en Derecho por la Pontificia Universidad Católica de Chile; estudios de Doctorado en la Universidad de Sevilla; exprofesor agregado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile; exprofesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile; miembro de la Academia Chilena de la Historia.
CARLOS TROMBEN CORBALÁN
Ingeniero Naval Mecánico de la Academia Politécnica Naval; Master of Science in Aeronautical Engineering (Naval Postgraduate School, Monterey, California; magister en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Doctor of Philosophy in Maritime History por la Universidad de Exeter, Gran Bretaña; investigador del Centro de Estudios Estratégicos de la Armada de Chile.
JUAN EDUARDO VARGAS CARIOLA
Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica, Facultad de Filosofía y Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile; doctor en Historia por la Universidad de Sevilla; exprofesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile; exprofesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile; especializado en historia colonial y republicana de Chile; miembro de número de la Academia Chilena de la Historia.
WALDO ZAURITZ SEPÚLVEDA (1947-2015)
General de División; magister en Ciencias Militares y en Historia Militar y Pensamiento Estratégico; director de la Corporación de Conservación del Patrimonio Histórico y Militar; miembro de la Academia de Historia Militar.
ÍNDICE
EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile
www.ediciones.uc.cl
1826
HISTORIA DE LA REPÚBLICA DE CHILE VOLUMEN 2
LA BÚSQUEDA DE UN ORDEN REPUBLICANO PRIMERA PARTE
LA BÚSQUEDA DE UN ORDEN REPUBLICANO 1881
Fernando Silva Vargas (Editor)
Juan Eduardo Vargas Cariola (Editor)
Misael Camus Ibacache
José Ignacio González Leiva
Alejandro Guzmán Brito
Carlos Tromben Corbalán
Waldo Zauritz Sepúlveda
©Inscripción N° 295.287
Derechos reservados
Octubre 2019
ISBN edición impresa 978-956-14-2457-9
ISBN edición digital: 978-956-14-2458-6
Diseño: versión productora gráfica SpA
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
CIP - Pontificia Universidad Católica de Chile
Historia de la República de Chile / Fernando Silva Vargas (editor), Juan Eduardo Vargas Cariola (editor).
Incluye notas bibliográficas.
1.Chile - Historia - Siglo 19.
2.Chile - Política y gobierno - Siglo 19.
I.Silva Vargas, Fernando, editor.
II.Vargas Cariola, Juan Eduardo, editor.
201998DCC23RDA
DOS PALABRAS
El volumen que el lector tiene en sus manos tardó casi cinco años en concluirse. Nuestra intención, al entregar el anterior, era hacerlo en no más de tres. Pronto, sin embargo, nos dimos cuenta de que ese plazo era estrecho, sobre todo por la intención de que se elaboraran textos cuyo contenido correspondiera a lo que entendemos como narración histórica. Desde nuestro punto de vista esa opción historiográfica era la manera pertinente de acercarse al pasado, al ser la que ofrece más posibilidades para reconstituir la vida, que es en definitiva la meta que persigue el historiador.
Dada la necesidad de darle coherencia a la exposición, ese propósito exigía consultar la mayor cantidad posible de fuentes, y examinar la abundante bibliografía nacional y extranjera que existe sobre los temas que se seleccionaron. Un camino que habría disminuido esa ardua tarea, acortando el tiempo dedicado a esta obra, hubiera sido constituir equipos de trabajo. Esto fue desechado, convencidos de la necesidad de que los autores tuvieran una relación directa con las fuentes. Solo así se evitaría la distorsión que suele producirse cuando ese cometido, al encargarse a otros, responde a inquietudes historiográficas que no son necesariamente las propias de cada investigador. La decisión indicada, discutible, como cualquier otra, importó dedicar muchas horas a la revisión de periódicos, revistas, sesiones del Congreso, archivos públicos y privados. El resultado, como era de esperar, se tradujo en el acopio de gran cantidad de material, al punto de que fue necesario distribuir el periodo que se estudia —1826-1881— en dos volúmenes.
El paso siguiente, en una suerte de segunda etapa, consistió en el análisis de esa abundante documentación, hasta conseguir sistematizarla de tal manera que permitiera organizar “una exposición ordenada y sistemática…, en vista a convertirla en una historia… en forma de relato”, en el cual se le dio una función esencial a la cronología. Al adoptar ese camino se tuvo en cuenta que el producto final, esto es, la narración, se acercara a la época estudiada, si bien nunca se perdió de vista que los datos seleccionados y la “mente del historiador” provocan, muchas veces de manera involuntaria, graves distorsiones del pasado. Se procuró mitigar ese peligro cotejando con especial cuidado los antecedentes y discutiendo las interpretaciones que se formulaban, hasta que los autores, concluido ese ejercicio, tuvieran cierta seguridad de que sus textos no deformaban la esquiva realidad.
Quienes los escribieron tenían claro que ese objetivo solo sería posible en la medida en que los protagonistas de sus monografías fueran los diferentes grupos sociales que formaban nuestra sociedad, los hombres y mujeres, en suma, que la integraban. De lo contrario, el trabajo solo contendría información ordenada e interesante, pero carente de vida. La intención indicada explica que se escogiera describir en este tomo, a través del hábitat, la vida en el campo y en las ciudades, la evolución demográfica, la vida cotidiana, la sociabilidad, la salud y el mundo indígena, la conducta pública y privada de dichos grupos. Y que se optara, a través de la política, el derecho, la diplomacia, la iglesia y las fuerzas armadas, por mirar al país desde el horizonte de la participación que le cupo a los sectores dirigentes en su conducción, con la precaución de eludir cualquier asomo que apuntara a entender su intervención como una suerte de enfrentamiento entre “buenos” y “malos”, o como una pugna entre quienes defendían soluciones adecuadas a las circunstancias y quienes sostenían postulados equivocados. Ese esquema, que suele caracterizar las obras que tratan la historia política, fue descartado, adoptándose en cambio el principio de presentar la patria como fruto del empeño de todos, dando por sentado de que los actores —individuales o colectivos, y de cualquier condición social— defendían los ideales que consideraban más apropiados para que Chile “progresara”, sin estar del todo conscientes de que esa meta no dependía solo del tesón de cada uno, sino también de factores que no dominaban y, desde luego, del imponderable azar.