Cheka de San Antón, en Madrid.
CÉSAR ALCALÁ (Barcelona, 1965). Es escritor, periodista e historiador. Actualmente compagina su labor al frente del grupo Revista Digital con su cargo como Director de Occidental World Magazine y la gerencia de OSI Foundation. Articulista en diferentes medios de comunicación. Está especializado en la Guerra Civil y las Guerras Carlista. Entre sus obras debemos destacar: Checas de Barcelona, La Llista masónica, Checas de Valencia, Las checas del terror, Les guerres remenées, Histories encantades de Catalunya, Voluntarios catalanes en la guerra de África, Los niños del exilio, Claves para comprender el independentismo y Constitucionalistas sin complejos.
Título original: CheKas sin complejos
César Alcalá, 2020
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
En la II República, en la preguerra civil española, se crearon grupos revolucionarios con el asentimiento del gobierno y la complicidad de las autoridades civiles, permitiendo que grupos anarquistas, del PSOE y del PCE se alzaran con el poder de decisión sobre quién debía vivir y quién no.
En todas las grandes ciudades se organizaron las chekas para ese fin. César Alcalá, un historiador experto en la España contemporánea, así como de los nacionalismos que azotan a la política y a la sociedad civil, nos cuenta con detalle qué eran las chekas, quién las dirigía y qué sucedía dentro de aquellos lugares del horror.
Lejos de ser un método cívico y justo, eran más bien un sistema de imposición del terror pero solo a una parte bien definida de ciudadanos: civiles de ideología derechista, practicantes de la religión católica, militares sospechosos y todo aquel que fuese acusado de cualquiera de las razones anteriores. No existían juicios, solo torturas y la decisión personal de unos frentepopulistas y milicianos, sobre si los mataban o no.
El relato que expone el autor, no es para todos los públicos pero sí todos los públicos deben conocer la existencia de esta realidad histórica que se escapa de las tesis de la Ley de Memoria Histórica. El origen y dónde estaban enclavadas dentro de cada ciudad es fundamental para sacar conclusiones acertadas, y César Alcalá lo cuenta todo.
César Alcalá
Chekas sin complejos
ePub r1.0
Titivillus 06.11.2021
El espíritu de las chekas
El descontrol republicano
En el momento de hablar sobre las chekas que se establecieron en España durante la guerra civil, debemos especificar que se crearon en aquellas ciudades donde el gobierno de la República se fue asentando. Así, se crearon en Madrid, Comunidad Valenciana, y Barcelona. Las chekas estuvieron controladas por el gobierno aunque, en algunos periodos, estas se desmadraron y se descontrolaron. Se puede decir que el sistema represivo superó las expectativas iniciales del gobierno.
Durante esta época era frecuente que los familiares de las personas detenidas por estas organizaciones, confiando en la organización más seria y responsable de la policía, llamaban angustiosamente a los comisarios para pedirles protección. Los comisarios siempre mandaron agentes donde eran solicitados, pero aquí tiene que hacer notar que entre los agentes los había de dos clases. De una parte estaban aquellos que siempre pertenecieron a la policía, los cuales eran mal vistos de los republicanos, precisamente por su seriedad e independencia política. Y de otra aquellos qué los mismos republicanos habían nombrado para servir sus intereses políticos. Los agentes incluidos en la primera de dichas clases vivían atemorizados, y por ello siempre rehuían el practicar estos servicios, en los que el choque con las milicias podía serles fatal, y en cambio los otros, cuando llegaban a casa de los detenidos, lejos de defenderlos contra los desafueros de los radios y comités, como ellos mismos formaban en sus organizaciones, llegaban a ayudarles.
La policía nunca tuvo relación con las chekas en el ejercicio de sus funciones, sino que siempre hubo una especie de pugna. No quiere decir esto que muchos de los detenidos por la policía no fueran a las chekas; pero esto se efectuaba por la Dirección General, que era quien, una vez recibidos los detenidos que las comisarías les enviaban, los entregaban a las chekas, según los casos. Lo que sí se daba en algunos casos era que los elementos de las chekas se colocaran las placas de los agentes a los que ellos mismos daban muerte y no había posibilidad de pedirles la documentación para comprobar si eran tales, pues la contestación era el clásico paseo. En cierta ocasión en los Ministerios Nuevos se llevó a cabo un de los muchos asesinatos:
«Dos milicianos violaron a dos señoritas, matándolas después, pero con tal ensañamiento, que uno de ellos disparó sobre la joven a quien había violado cuando aún la estaba poseyendo, saltando la masa encefálica de la desgraciada muchacha en la propia cara del asesino. Inmediatamente el dicente ordenó colocar un servicio muy estrecho en aquellos alrededores, y le consta que desde entonces no volvieron a cometer ningún atropello allí. El Ministerio de la Gobernación mantenía unas Milicias de Retaguardia, que eran fuerzas a las órdenes del Ministro, con absoluta independencia de la policía.
A juicio del declarante, toda la responsabilidad por los hechos acaecidos durante esta época cabe a la falta de energía y dignidad en su cargo del Director General Manuel Muñoz, pues le sobraban medios materiales y apoyos morales para haber evitado esta acción de los Radios, chekas y Milicias. Esto lo prueba suficientemente el hecho de que los comisarios en sus distritos, esfera de acción mucho más reducida, cuando supieron imponerse y hacerse respetar de estos elementos, lograron evitar numerosos atropellos, como ya tiene reseñado en su declaración. Este Muñoz toleró la existencia y acción de las Brigadas del Amanecer. La Técnica (que funcionaba en la Dirección General) y la de Terry y una que controlaba el Subdirector Carlos de Juan. Estas Brigadas cometieron toda clase de tropelías hasta fines de noviembre».
El 7 de noviembre de 1936, con motivo de la proximidad del ejército nacional o franquista, el Gobierno huyó a Valencia, y en Madrid se constituyó la Junta de Defensa bajo la presidencia del general José Miaja. Con esto surge una nueva organización de los servicios de policía. Se crea el Consejo de Gobernación, cargo que ocupa Santiago Carrillo, estableciéndose este organismo en la calle Serrano número 37. Este Consejero de Gobernación es como un Ministro de la Gobernación, cuyas funciones se circunscriben a Madrid. El Jefe Director de la Policía es el Delegado General de Orden Público, cargo que ocupa Segundo Serrano Poncela, y también se establece en la calle Serrano número 37. Se creó también un Consejo de Seguridad, que dependía directamente del Consejero de Gobernación, aunque en la práctica es autónomo y no conoce limitación en su poder. Entran a formar parte en este Consejo elementos del disuelto Comité de Investigación Pública —cheka de Fomento—. Los demás componentes de la disuelta cheka de Fomento fueron distribuidos por las Comisarías de dos en dos. Se les destinó a las Comisarías por un oficio del Director General, en el que se decía que iban en calidad de ayudantes de los Comisarios; pero en realidad su papel era el de controles políticos.
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