Prólogo
Decía el filósofo francés Paul Ricoeur que una obra escrita culminaba cuando, una vez liberada de la figura de su escritor, cobraba de nuevo vida y se actualizaba con las múltiples recepciones interesadas de posibles receptores. Es a partir de esa emancipación del texto respecto a su autor, del exilio de los discursos frente a su creador, que se abren un conjunto de referencias y cuestiones a la espera de ser planteadas y acogidas por un lector: ¿qué sentidos se desprende de un texto? ¿qué mundo propone, capaz incluso de transformar el propio mundo del lector, en la medida que se deje decir por esa obra? De esto mismo podemos decir de la obra Ipseidad, Identidad y Estilos de personalidad , cuyo título, que “define su identidad”, según afirman sus autores, ya está anunciando diferentes ámbitos de investigación pertenecientes a diversas disciplinas, para ser abiertos y desarrollados en las dos partes de las que se compone el libro.
Precisamente es a la luz de los campos de estudio que se abren con cada uno de los tres términos que componen el epígrafe, y de la manera en que los autores proceden a investigarlos, que nos atreveríamos a afirmar que el texto, en su conjunto, ofrece una perspectiva revolucionaria. El merecimiento de este calificativo queda justificado si nos remitimos a las acepciones latinas revolutio y revolvere . Por un lado, revolutio se refiere a la acción de dar vueltas de un lado a otro –un concepto que se utiliza usualmente en las ciencias astronómicas, para describir la órbita de un cuerpo celeste-; por otro, el verbo revolvere dice del acto de volver nuevamente.
Y de esta manera proceden metodológicamente Arciero y Bondolfi, cuando se disponen a analizar conceptos como “sí mismo”, “identidad” y la “personalidad”, cuyos significados establecidos y teorizados desde un determinado enfoque ocultan las verdaderas fuentes a partir de las cuales esas nociones tomaron forma. Por esta razón hablamos de revolución, puesto que la reflexión que lleva a la “descongelación” de significados presupuestos y solidificados de aquellos términos exige, primero, volver y dar vuelta sobre estos conceptos para dirigirirnos a las raíces a partir de las cuales se fundaron; segundo, deconstruir los significados ya dados –con la consiguiente deconstrucción de la visión que determinadas disciplinas, como la Psicología y la Psiquiatría, han asumido de la identidad y la personalidad-; y, tercero, reconstruir y proponer una nueva visión para las Ciencias de Salud Mental. El entrecruzamiento del “mundo” del texto que despliega acerca de la Psicología, la Psiquiatría, las Neurociencias y la Psicoterapia, y el mundo propio del lector permitirá a este último quizás una reconsideración de su práctica profesional.
Para ello, y ya desde las primeras páginas, el libro sugiere al lector la adopción de una actitud crítica hacia óomo ha sido conceptualizada tradicionalmente la cuestión del Sí mismo, que, lejos de ser un tema meramente teórico, es una pregunta que cobra un inusitado interés cuando tomamos verdaderamente en serio la dimensión práctica y realizativa en que acontece y toma forma el itinerario singular y único de cada vida humana: cuando me levanto y preparo el desayuno, voy al gimnasio, me dirijo al trabajo, regreso a casa…, ¿cómo tiene lugar la experiencia de “ser uno mismo” en la vida cotidiana?
El planteamiento de ambas cuestiones y la dilucidación de estas conllevan atender a una premisa fundamental, esto es, que ni la vida ni el sí mismo son objetos, sino experiencias, que acontecen de manera histórica y pre-reflexiva, son únicas y personales y sólo pueden ser atestiguadas y testimoniadas por quien las vive. La recuperación por parte de los autores de la noción de Ipseidad para las Ciencias Humanas, que ya fue fundamental en la filosofía de los primeros años que propone el filósofo alemán Martin Heidegger, no viene sino a justificar desde la tradición fenomenológica-hermenéutica esta visión determinada del sí mismo, en la que se exige partir de la irreductibilidad de la experiencia en primera persona, que acontece siempre en el presente en el encuentro con las cosas y los demás, y toma forma según la realización histórica y singular de la vida de cada uno. Y es atendiendo a esta experiencia del sí mismo, que toma forma en la movilidad y ejecutividad de la vida, desde la que partirán Arciero y Bondolfi para dar cuenta y ofrecer una visión integrativa o una nueva perspectiva de algunas de las cuestiones que se han tratado tradicionalmente en la Psicología, la Psiquiatría y la Psicoterapia, y, luego, para invitar a neurocientíficos, psicólogos, médicos, psiquiatras y filósofos al estudio y diálogo sobre estos grandes temas. Así, diversos apartados del libro son dedicados a mostrar cómo disciplinas como la Psicología, la Psiquiatría, las Neurociencias, la Filosofía, entre otras, necesitan encontrarse y dialogar entre ellas, ofreciendo como hilo conductor para configurar este espacio común la experiencia humana en su integridad. La productividad de este libro, como afirmara Shaun Gallager en el prólogo de la edición inglesa, reside precisamente en leerlo en una doble dirección, que en el caso del filósofo supone interpretar sus contenidos científicos desde la Filosofía y viceversa.
Por tanto, alrededor de la consideración de esta experiencia integral -que siempre es vivida en primera persona y solo es ella quien puede dar testimonio de la misma, antes de que pueda ser reducida a un objeto de conocimiento para la ciencia- giran y tratan de ser resueltos los temas debatidos: en primer lugar, la cuestión del Sí mismo y las diferentes conceptualizaciones modernas y post-modernas que se han elaborado sobre esta noción; en segundo lugar, la relación entre la experiencia vivida y la adquisición del lenguaje, analizada desde el punto de vista de los psicólogos evolutivos y los neurocientíficos y enriquecida desde la perspectiva en primera persona, es decir, desde quién ejecuta una acción o se expresa verbalmente; en tercer lugar, el tema de la Identidad Personal, que, dado que algunos teóricos abogan por una identidad sustancial o esencial y otros defienden que ella es una mera “ilusión”, se ha vuelto un problema de difícil solución; en cuarto lugar, el tema de las emociones y el conflicto actual que existen entre las explicaciones neo-jamesiana, cognitivista y construccionista, en correspondencia con las teorías que las sustentan; y, en quinto lugar, la cuestión histórica de la continuidad o no entre la personalidad y la psicopatología neurótica, en concreto, entre un determinado estilo de personalidad –sea fóbico, dápico, hipocondriaco-histérico, obsesivo y depresivo- y una serie de trastornos psicopatológicos, descritos en el DSM, al que cada estilo puede tender. En cada uno de los temas, Arciero y Bondolfi ponen frente a frente distintas perspectivas teóricas, incluso adversas, para presentar varios dilemas que solo pueden ser esclarecidos a la luz de comprender la modalidad única y singular que cada ser humano tiene de experimentar el mundo, a los otros y a sí mismo.
También de esta manera, en la cual son integradas las explicaciones científicas en aras a comprender mejor quién es el paciente que actúa y sufre, se abordan cuestiones tan importantes para la Medicina como es el desarrollo de las denominadas enfermedades funcionales. Desde la perspectiva de una psicología del sí mismo que proponen Arciero y Bondolfi, enfermedades como el síndrome del colon irritable, la dispepsia funcional, el dolor torácico no cardíaco, la hiperalgesia cutánea, la fibromialgia, miocardiopatía por estrés, etc. son comprendidas a partir de una trayectoria personal, una historia única que se manifiesta en la vida actual del paciente, tanto en la modalidad emocional de sentirse y estar situado en el mundo como en el cuerpo propio. Y es por razón, en la que el cuerpo de un quién se hace tal en función de un itinerario singular, que los autores justifican la necesidad de un nuevo diálogo entre psicólogos y médicos, en el que las neurociencias pueden servir de enlace.