José Ignacio Lladós - El circo de los pueblos: Cómo dictadores, narcos, políticos y empresarios consiguieron poder a través del fútbol

A Viole, Pepu y Juape

El fútbol es el entretenimiento más grande del planeta. Absolutamente nada concentra tanta atención como un Mundial. No existe elección política, ni discurso, ni concierto, ni manifestación que puedan acercarse en interés global. La prueba es que el campeonato de Rusia 2018 fue visto por 3500 millones de personas. Casi la mitad de la población mundial. Desde principios del siglo XX el poder buscó y busca utilizar este deporte a su favor: Mussolini, Hitler, la dictadura argentina con el Mundial 78, jeques árabes, Pablo Escobar, Pelé, la Camorra napolitana, Silvio Berlusconi, Mauricio Macri o George Weah, el primer jugador en convertirse en presidente. Pero también hay víctimas como Diego Maradona, tal vez la persona que más amó y sufrió el fútbol.

Con rigor histórico, sagacidad periodística y entrevistas exclusivas, José Ignacio Lladós analiza y cuenta cómo el fútbol pasó de entretenimiento deportivo a ser un negocio que mueve millones de dólares alrededor del mundo y una plataforma de lanzamiento para todo aquel que quiera llegar a lo más alto del poder.

JOSÉ IGNACIO LLADÓS
(1972)

Es periodista y trabajó casi veinte años en el diario La Nación, en donde comenzó como redactor de Deportes y llegó a ocupar el cargo de editor en la sección Política. Dirigió la revista Ausbanc, condujo un programa político en la señal Metro y dictó cursos de periodismo en la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA). Desde 2009 es gerente de Relaciones Institucionales del canal TyC Sports, donde está a cargo de la estrategia comunicacional, las relaciones públicas y los vínculos con instituciones oficiales y privadas.

Lladós, José Ignacio

El circo de los pueblos / José Ignacio Lladós. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Aguilar, 2021.

(Aguilar)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-735-261-0

1. Investigación Periodística. I. Título.

CDD 070.44

Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial

Edición en formato digital: agosto de 2021

© 2021, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.

Humberto I 555, Buenos Aires

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La relación entre Honduras y El Salvador ya era tensa cuando, en 1969, el azar determinó que los seleccionados de fútbol de ambos países debieran enfrentarse para dilucidar cuál de los dos se clasificaría para el Mundial de México 70.

Salvadoreños y hondureños tuvieron diferendos limítrofes históricos que iban a profundizarse pocos días después de esas eliminatorias, y que desembocarían en una guerra. La guerra de las Cien Horas o “la guerra del fútbol”, como la llamó el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, presente en Tegucigalpa cuando comenzó el conflicto bélico.

El Salvador es el país más chico de América Central, con un territorio casi seis veces menor que el de Honduras (21.000 km2 contra 112.000 km2), pero en 1969 su población era sensiblemente mayor: había unos 3,7 millones de salvadoreños contra 2,6 millones de hondureños.

Con una economía principalmente agraria, no había trabajo en El Salvador para todos los campesinos locales, que, así, durante mucho tiempo, empezaron a migrar hacia la frontera, luego la cruzaron y, finalmente, se establecieron en Honduras, donde trabajaban y hasta llegaron a ser dueños de una porción de tierra. En 1969, se estimaba en aproximadamente 220.000 los jornaleros salvadoreños viviendo en Honduras, donde habían conformado 36.000 familias.

La situación social era tensa en ambos países y los Gobiernos no alcanzaban a satisfacer las necesidades de sus habitantes. A la gestión de Fidel Sánchez Hernández, presidente de El Salvador, la migración de compatriotas hacia Honduras le facilitaba la distensión interna. A Oswaldo López Arellano, presidente hondureño, en cambio, el crecimiento de los salvadoreños en su país empezaba a generarle problemas, porque eran sus compatriotas los que se quejaban de la falta de tierras y de trabajo. La debilidad de la delimitación fronteriza, un factor de eterna inestabilidad en la región, permitía la migración constante y agudizaba el enfrentamiento.

El mundo estaba dividido por la Guerra Fría y en América Latina hacía diez años que se había instalado la Revolución cubana de Fidel Castro, que generaba atención en los movimientos de trabajadores de la región.

Algo de eso se vio en Honduras, donde los campesinos se unieron y comenzaron a reclamar mejoras. Durante varios años, el descontento social creció casi cotidianamente y, hacia la última parte de la década de los sesenta, López Arellano entendió que debía generar alguna salida política para controlar el malestar.

En 1962, bajo la gestión del presidente Ramón Villeda Morales, Honduras había sancionado la Ley de Reforma Agraria que, entre otras cosas, permitía la expropiación de tierras ociosas para dárselas a los campesinos hondureños. Esta ley no se había implementado completamente en 1969, hasta que López Arellano se valió de ella para serenar los ánimos de sus compatriotas y aprovechó la normativa, que decía que le correspondería “una parcela de tierra por dotación” a “los campesinos que reúnan los siguientes requisitos: 1. Ser hondureño de nacimiento…”.

El 20% de los campesinos de Honduras era salvadoreño y allí se generó el primer inconveniente, porque el Gobierno hondureño debió determinar a quién le expropiaría las tierras. Algunos de esos salvadoreños trabajaban parcelas propias, pero, como muchos no tenían papeles que comprobaran su titularidad, fueron obligados a cederlas.

El descontrol empezó a generar caos. Los salvadoreños se resistieron y los hondureños los obligaron no solo a retirarse de sus terrenos, sino a volver a El Salvador. Hubo persecución y, en abril de 1969, dos meses antes de los partidos por las eliminatorias, empezó a verse el éxodo de salvadoreños, que alcanzaría a 20.000 personas.

El Salvador juzgó que el Gobierno de Honduras era promotor de la violencia o que, como mínimo, no hacía nada para evitar la persecución y agresión a los salvadoreños. Incluso, acusó a su par de Honduras de permitir el surgimiento de turbas paramilitares, conocidas como Manchas Bravas.

En ese contexto, el 8 de junio, en Tegucigalpa, Honduras recibió a El Salvador para el partido de ida por las eliminatorias para México 70, el Mundial que ganaría Brasil con un festival de Pelé y con una actuación sinfónica de todo el equipo.