Paula Mirre Prieto - Lourdes. Un milagroso negocio

LOURDES, UN MILAGROSO
NEGOCIO

El MiracleWorld de Lourdes: un Parque
Temático Espiritual

Antoine de Saint-Marie

Para algunos Lourdes es un enorme centro recreativo organizado en torno a la devoción mariana. El Parque Temático del Catolicismo.

El concepto de “Parque Temático” empieza a tomar forma en los años 50 del pasado siglo a la imagen y semejanza del primer Disneyland de California, inaugurado en 1955.

En realidad, no se trata de un concepto totalmente original ya que se inspira en los grandes Parques de Diversiones que llevaban varias décadas atrayendo multitudes deseosas de unas horas de entretenimiento. Estos heredaban varios siglos de tradición iniciada por el Circo Máximo y los grandes Anfiteatros romanos, que fue evolucionando lentamente hasta la erección de las primeras carpas de circos clásicos y los rudimentarios teatros donde se representaban las joyas literarias de los siglos XVII y XVIII. Estos a su vez dieron paso a los grandes teatros y palacios de la ópera donde las masas burguesas y obreras hijas de la revolución industrial, apretujadas en las primeras grandes metrópolis encontraban una válvula de escape a sus frustraciones cotidianas y a una vida estrictamente regulada por la moral victoriana y puritana. Atrás había quedado las catedrales que solo congregaban durante escaso tiempo a los más creyentes alrededor de un espectáculo más bien monótono y aburrido que servía de muy poco para apartar de las mentes de los congregados de los sufrimientos y las preocupaciones de la lucha cotidiana por la vida.

El cinematógrafo lo cambió todo, poniendo los espectáculos al alcance de todos los bolsillos en los oscuros y cutres salones donde se proyectaron las primeras películas en blanco y negro acompañadas de un pianista como única banda sonora. Muy rápidamente se pasó a nuevos palacios majestuosos donde se proyectaban sobre enormes pantallas las primeras películas en Cinemascope a todo color y atronador volumen.

Una de las secuelas más destacadas de la Segunda Guerra Mundial fue el despertar en las conciencias humanas la importancia de los niños. Esos pequeños seres que a lo largo de la historia eran concebidos de forma más bien casual: los niños eran el resultado irrevocable e irreversible del sexo y no tenían ni papel ni valor relevante dentro de las familias. Durante siglos los niños fueron un engranaje más de la maquinaria productiva, desde pastores y siervos gratuitos en las sociedades rurales hasta trabajadores sin salario y aprendices en los entornos más industriales. Mineros, deshollinadores, trabajadores a destajo, solo los nobles y familias de la alta burguesía incipiente junto con los conventos y seminarios consideraban que su educación era algo útil y provechoso para los futuros hombres que devendrían. Es curioso descubrir que fue la Iglesia católica la primera en poner en marcha la educación infantil, una mezcla de toma de conciencia de transformar el abandono a que la sociedad abocaba a los niños junto con una estrategia de formación y adoctrinamiento en los valores cristianos. El hecho es que la Iglesia se transformó en la gran promotora de la educación infantil y en pocas décadas surgieron multitud de Ordenes, Congregaciones, Conventos y Hermandades donde un enorme y creciente número de curas seglares y regulares junto con ejércitos de monjas se dedicaban con ahínco a la formación religiosa primero y a los conocimientos prácticos habituales y culturales después, de niños y niñas. Es cierto que las escuelas financiadas por el erario público empezaron a proliferar en el siglo XIX, pero eran la excepción, la denominada “educación pública” despojada de la formación religiosa no alcanzó relevancia hasta principios del siglo XX.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que siempre hubo cuentos, fábulas e historias de gnomos y de hadas, de animales que hablaban y actuaban como humanos; viejas leyendas que formaban y mantenían los arquetipos tribales y nacionales. Pero su narrativa y posterior fundido en libros usados para leer en un entorno familiar eran fundamentalmente considerados como un acervo cultural, un elemento de transmisión de los conceptos básicos de los conocimientos tradicionales. Formaban parte del conjunto de mitos o folclore junto con el canto, la música y los bailes que caracterizaban los marcos locales que poco a poco se integraban formando el nuevo concepto de nación, patria o país.

Los primeros “cómics”, las primeras “bandas” de dibujos destinados específicamente a los niños y jóvenes adolescentes empezaron a realizarse a principios del siglo XX, casi en coincidencia con el despertar del cine. Pero fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando el mundo infantil empieza a tomar un valor predominante en la sociedad occidental cuando los dibujos animados asaltan los cines, incluso creando salas específicas dedicadas al público infantil. Como ya se ha señalado, en los años 50 las parejas dejan de formar “familias numerosas” de más de cinco hijos y se elige no ir más allá de “la parejita” con la intención de dedicar el mayor tiempo posible a la educación de los niños y a desarrollar un entorno social y familiar donde fueran lo más felices posible.

La auténtica revolución de los parques temáticos empezó en 1955 con la apertura del Disneyland de California y sobre todo con el DisneyWorld de Orlando, Florida en 1971. Se trata de un nuevo concepto de parque de atracciones específicamente dedicado al mundo infantil, a diferencia de las antiguas ferias de diversiones de Coney Island (EEUU) o Blackpool (Reino Unido) abiertas a finales del siglo XIX (el Prater de Viena fue el primero abierto en 1766) más orientadas a un público adulto.

Hoy en día los Parques Temáticos salpican Europa, pero el más destacado, y a pesar de los 25 años transcurridos, sigue siendo Disneyland París o EuroDisney. Este vasto complejo alberga siete hoteles temáticos y otros seis 6 asociados con un total de 23.000 camas, algo insuficiente para albergar a los 14 millones de visitantes anuales, lo que significa que casi la mitad de ellos no pernocta dentro del Parque.

MiracleWorld de Lourdes

Si bien Lourdes recibe algo menos de la mitad de visitantes al año que Euro Disney, su capacidad hotelera es ligeramente superior en número de hoteles (6 de cuatro estrellas, 80 de tres y 108 de dos estrellas), si bien similar en número de camas (aparte de los nueve hoteles-hospitales administrados directamente por el Santuario y que alberga a los peregrinos con enfermedades incapacitantes). Destaca la cadena hotelera Vinualès, propiedad de la familia heredera de Mónica Vinualès una de las mujeres del grupo de defensoras de Bernadeta frente al escepticismo de los curas y el ateísmo declarado de los magistrados y autoridades civiles del Lourdes de 1858. El grupo Vinualès integra hoy siete hoteles de 3 y 4 estrellas, junto con varios establecimientos comerciales y de restauración. Todo un monopolio.

Pero la mayor diferencia entre Lourdes y EuroDisney es el carácter de sus visitantes, Mientras en el parque de París destacan los niños de entre los 3 y los 12 años de edad, en Lourdes la edad media de los visitantes ronda la cincuentena y no es frecuente ver niños, aunque si adolescentes. Sin embargo, la mayor diferencia estriba en que si en EuroDisney es raro ver minusválidos, -y los únicos enfermos son los que sufren un ataque de ansiedad provocado por la excesiva adrenalina segregada en una arriesgada montaña rusa-, en Lourdes, los enfermos son legión. Se puede ver toda la panoplia de minusvalías y hasta enfermos que se desplazan sobre camillas con ruedas: dos millones de enfermos con toda clase de discapacidades acuden anualmente a Lourdes, esperando una cura milagrosa.

Como en cualquier parque temático, en Lourdes no faltan los grandes espectáculos desde procesiones hasta misas solemnes, pero lo más destacado es la obligada procesión nocturna de las velas, un espectáculo en el que participan miles de peregrinos y que dejará su impronta en los visitantes de por vida.