En políticas económicas no hay milagros. Han leído en muchos diarios y discursos sobre el así llamado «milagro económico» alemán, la recuperación de Alemania después de su derrota y destrucción en la segunda guerra mundial. Pero esto no fue milagro alguno. Fue la aplicación de los principios de la economía de libre mercado, de los métodos del capitalismo, aún cuando no fueron totalmente aplicados en todos sus aspectos. Cualquier país puede experimentar el mismo «milagro» de recuperación económica, aunque debo insistir que la recuperación económica no proviene de un «milagro», viene de la adopción de —y es el resultado de— sanas políticas económicas (Ludwig Von Mises).
Ludwig von Mises
Política Económica
Pensamientos para hoy y para el futuro
(Seis conferencias dictadas en Buenos Aires en 1959)
ePub r1.0
Deucalión03.08.13
Título original: Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow (Six Lectures delivered in Buenos Aires in 1959)
Ludwig von Mises, 1979
Traducción: Alberto R. Sgueglia
Retoque de portada: Deucalión
Editor digital: Deucalión
ePub base r1.0
LUDWIG VON MISES, (Lemberg, 1881 — Nueva York, 1973). Nació en la ciudad de Lemberg, que entonces formaba parte del imperio Austro-Húngaro y que ahora, con el nombre de Lvov, pertenece a Ucrania.
Estudió y se doctoró en la Universidad de Viena, donde fue discípulo directo de Böhm-Bawerk y seguidor de Carl Menger, convirtiéndose en uno de los más destacados y respetados representantes de la Escuela Austriaca. De 1920 a 1934 von Mises mantiene un seminario de economía en la Cámara de Comercio de Viena al que asisten no solo alumnos de su entorno centroeuropeo, Friedrich Hayeck, Fritz Machlup, Gottfried von Haberler, Paul Rosenstein-Rodan yOskar Morgenstern, sino que también atrae discípulos procedentes de países más alejados como Ragnar Nurkse y Lionel Robbins.
En 1934 acepta un puesto como profesor del Institut Universitaire des Hautes Études Internationales en Ginebra, Suiza, donde permanece hasta 1940, que emigra a los Estados Unidos. Da clases en la New York University, Graduate School of Business Administration donde reconstruye su seminario atrayendo nuevos discípulos como Murray N. Rothbard e Israel M. Kirzner. También visita esporádicamente la Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México y otros países latinoamericanos.
Durante toda su vida fue un destacado publicista del liberalismo dedicando muchas páginas a demostrar la inviabilidad del socialismo.
Estas fueron sus palabras:
La teoría económica no trata sobre cosas y objetos materiales; trata sobre los hombres, sus apreciaciones y, consecuentemente, sobre las acciones humanas que de aquéllas se deriven. Los bienes, mercancías, las riquezas y todas las demás nociones de la conducta, no son elementos de la naturaleza, sino elementos de la mente y de la conducta humana. Quien desee entrar en este segundo universo debe olvidarse del mundo exterior, centrando su atención en lo que significan las acciones que persiguen los hombres.
La acción humana: Tratado de economía.
Notas
1.ª Conferencia
Capitalismo
Los términos descriptivos que la gente utiliza son a menudo muy engañosos. Hablando de los modernos capitanes de industria y de los líderes de los grandes negocios, por ejemplo, llaman a una persona el «rey del chocolate» o el «rey del algodón» o el «rey del automóvil». Su utilización de dicha terminología implica que no ven prácticamente diferencia alguna entre los modernos líderes de la industria y aquellos reyes, duques o señores feudales del pasado. Pero la diferencia, de hecho, es muy grande, ya que un «rey del chocolate» no gobierna de manera alguna, sino que sirve. No reina sobre un territorio conquistado, independiente del mercado, independiente de sus clientes. El «rey del chocolate» —o el «rey del acero» o el «rey del automóvil» o cualquier otro rey de la moderna industria— depende de la industria en la que opera y de los clientes a los cuales sirve. Este «rey» debe mantenerse en buenos términos con sus «súbditos», los consumidores; pierde su «reino» tan pronto no pueda dar a sus clientes un mejor servicio, y proveerlo a un menor costo, que los otros con quienes debe competir.
Hace doscientos años, antes de la llegada del capitalismo, la posición social de un hombre estaba fijada desde el comienzo hasta el final de su vida; la heredaba de sus ancestros y nunca cambiaba. Si nacía pobre, siempre permanecía siendo pobre; y si nacía rico —un lord, un duque— mantenía su ducado y las propiedades correspondientes por el resto de su vida.
En lo que respecta a la manufactura, las primitivas industrias procesadoras de esos tiempos existían casi exclusivamente para beneficio de los ricos. La mayor parte de la gente (noventa por ciento o más de la población europea) trabajaba la tierra y no entraba en contacto con las industrias procesadoras, orientadas hacia las ciudades. Este rígido sistema de sociedad feudal prevaleció en la mayor parte de las áreas desarrolladas de Europa por muchos cientos de años.
Sin embargo, como la población rural se expandía, se desarrolló un exceso de gente en la tierra. Este exceso de población, sin herencia de tierras o establecimientos rurales, no tenía mucho para hacer, ni le era posible trabajar en las industrias procesadoras; los reyes en las ciudades le negaban el acceso a las mismas. La cantidad de estos «marginados» continuaba creciendo y todavía nadie sabía qué hacer con ellos. Eran, en el total sentido de la palabra «proletarios», a quienes el Gobierno atinaba solamente a ponerlos en un asilo o casa para pobres. En algunos lugares de Europa, especialmente en Holanda y en Inglaterra, llegaron a ser tan numerosos que, para el siglo XVIII , eran una real amenaza para la preservación del sistema social prevaleciente.
Hoy en día, analizando condiciones similares en lugares como India y otros países en desarrollo, no debemos olvidar que en la Inglaterra del siglo XVIII las condiciones eran mucho peores. En ese tiempo Inglaterra tenía una población de seis o siete millones de personas, pero de esos seis o siete millones de personas, más de un millón, probablemente dos millones eran simplemente pobres marginados para los cuales no hacía provisión alguna el sistema social entonces prevaleciente. Qué hacer con estos marginados era uno de los grandes problemas de la Inglaterra del siglo XVIII .
Otro gran problema era la falta de materias primas. Los británicos, con mucha seriedad, se hacían a sí mismos esta pregunta: ¿Qué vamos a hacer en el futuro cuando nuestros bosques no nos provean más la madera que necesitamos para nuestras industrias y para calentar nuestros hogares? Para las clases dirigentes era una situación desesperante. Los hombres de estado no sabían qué hacer y la aristocracia no tenía idea alguna sobre como mejorar las condiciones.
De esta preocupante situación social emergieron los comienzos del capitalismo moderno. Hubo algunas personas entre estos marginados, entre esta gente pobre, que trató de organizar a otros para instalar pequeños talleres que pudieran producir algo. Esto fue una innovación. Estos innovadores no producían cosas caras apropiadas solamente para las clases altas; producían cosas más baratas para cubrir las necesidades de todos. Y esto fue el origen del capitalismo tal como opera hoy. Fue