JAVIER MELLONI
PERSPECTIVAS DEL ABSOLUTO
UNA APROXIMACIÓN MÍSTICO-FENOMENOLÓGICA
A LAS RELIGIONES
Herder
Diseño de portada: Dani Sanchis
Edición digital: José Toribio Barba
© 2018, Javier Melloni
© 2018, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN digital: 978-84-254-4179-0
1.ª edición digital, 2018
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ÍNDICE
a. Las diez sefirot y el Árbol de la Vida
b. Dimensión mística del alefato
PRÓLOGO
Los pensamientos y las palabras maduran como resultado de un proceso que no depende de la propia voluntad. Crecen en lo profundo, desde su raíz. Esto es lo que distingue una gestación de una mera producción. Sucede en lugares inaccesibles a la conciencia, a un ritmo que uno no elige. Lo que percibía vagamente hace unos años y que ya fue enunciado en obras anteriores, adquiere en esta una claridad mayor. Ha ido tomando cuerpo poco a poco, fruto de lentas meditaciones y de vislumbres fugaces, de lecturas y también de encuentros y conversaciones, porque el pensamiento se gesta con los demás, con la comunidad humana que avanza conjuntamente hacia regiones de mayor transparencia. En las páginas que vienen a continuación voy a tratar de compartir esta comprensión que se ha ido sedimentando a lo largo de estos años. En cierto sentido este texto se puede considerar el tercer volumen de una trilogía, siendo el primero El Uno en lo múltiple (2003) y el segundo Vislumbres de lo Real (2007). Ciertas repeticiones no solo son inevitables sino necesarias, porque forman parte del proceso de densificación y clarificación del pensamiento.
Este estudio se sitúa en el ámbito de la fenomenología de las religiones y de la experiencia místico-religiosa. No lo presento dentro del marco de la teología cristiana, sino como exploración en un territorio transconfesional más amplio todavía por indagar, con la intención de favorecer el diálogo sobre lo sagrado (diálogo hierológico ) a través de unas claves que permitan comprender el contenido de cada religión en sus diversos niveles de manifestación. La diferencia entre la teología y la fenomenología radica en que la primera sitúa su reflexión y exposición dentro del marco de su propia confesión de fe, mientras que la fenomenología trata de ubicarse en un lugar equidistante que le permita acoger por igual las distintas manifestaciones de lo sagrado.
Mi intención con el presente escrito es ofrecer unas pautas de lectura metaconfesionales que permitan situar los diferentes niveles de manifestación específicos de cada tradición en relación con la Realidad última, con el Ser-más-allá-del-ser que es el mismo que el Ser-más-acá-del-ser, el Deus absconditus presente en todas las tradiciones como horizonte último y primero, el cual se muestra a través de las formas físicas, psíquicas, mentales y espirituales que nos configuran en un proceso continuo de descenso y ascenso, de éxtasis y enstasis , de exitus y reditus , de salida y retorno.
De ahí el título: Perspectivas del Absoluto . «Perspectivas» indica que nos situaremos, por un lado, en el punto de vista relativo, de lo manifestado y de lo múltiple; «Absoluto» ( ab-solutum , suelto, independiente, sin restricción alguna, ilimitado) implica que, por otro lado, también tendremos en cuenta el ámbito de lo Inmanifestado y de lo Uno. Desde lo relativo, todo es diverso y esta diversidad es radical e irreductible; desde lo absoluto, todo es Uno, no solo en cuanto todo está en Él, sino también en cuanto todo es Él (en categorías personalistas) o Eso (en categorías apersonales), en un sentido que iremos abordando a lo largo del ensayo.
El libro podía haber tenido otro título: Tríadas de la Divinidad . «Tríadas» porque al recorrer las diversas tradiciones se constata una gradación ternaria desde y hacia la Ultimidad, en una sucesión de planos que van desde el más concreto, histórico y material hasta el más intangible, atemporal y universal, pasando por el plano intermedio del mundo imaginal. Esta pluralidad de tríadas responde a la multiplicidad de accesos hacia la Realidad absoluta, con sus diversas dimensiones y niveles de aproximación. Esta escala no es mental, sino iniciática. Ello significa que no se puede describir o explicar desde fuera, sino que solo se comprende y se desvela a medida que se va recorriendo. No puede ser anticipada por la mente, sino que debe ser experienciada integralmente, lo cual produce una transformación que dispone para el estadio siguiente. El término «Divinidad» también hubiera sido pertinente porque es lo suficientemente amplio para referirse a tradiciones distintas, desde aquellas en las que la Realidad última es concebida como un Ser personal —las religiones teístas— hasta las que la comprenden de un modo apersonal. «Divinidad» proviene de la raíz indoeuropea dyaus, «brillar a través». Por «divinidad» nos referimos a ese fondo primero y último del que procede el mundo manifestado, que lo sostiene y al que retorna continuamente.
Finalmente me he inclinado por Perspectivas del Absoluto porque los seres humanos, criaturas de este mundo y en este mundo, percibimos ese fondo a través del contorno que nos configura y lo interpretamos a partir de la religión o cosmovisión que profesamos. Ambos polos son inseparables: lo manifestado está atravesado de inmanifestado y lo inmanifestado solo es accesible a partir de lo manifestado. No nos podemos sustraer a ello. Pero, a partir de la forma condicionada que somos y de las formas que vemos, podemos avanzar de un modo cada vez más consciente y transparente hacia la profundidad de la que emanan. Amplias y sutiles son las mostraciones de lo que está más allá —y más acá— de toda manifestación. Ese fondo se ha desplegado en múltiples caminos, tanto de acceso como de regreso.
Como fenomenólogo de las religiones, considero que hoy es imprescindible trascender una primera inocencia —la inmediatez de lo sagrado sin acto reflexivo a partir de la forma recibida— para alcanzar una segunda inocencia a través del acto y del ejercicio hermenéuticos, donde esa forma es discernida como una concreción epocal. Este esfuerzo de conciencia perspectival debe convertirse en una práctica iniciática, es decir, en un proceso que transforme. Llegamos a este momento crucial para las religiones por dos caminos. Uno es externo al proceso de fe y el otro procede del interior mismo de la experiencia religiosa. Por el primero constatamos que vivimos un encuentro de civilizaciones, culturas y religiones que evidencian la existencia de una simultaneidad de accesos al Absoluto. No es posible ignorar por más tiempo esta pluralidad de perspectivas que es cada religión. Esta evidencia no ha sido elegida por nuestra generación, sino que hemos sido conducidos a ella. Hemos sido llevados hasta aquí por el cauce del tiempo a través del lento desplegarse del espíritu. Recogemos el relevo de nuestros antepasados en este momento del desarrollo de la especie humana. Estamos invitados a habitar nuestro planeta, junto con todas las tradiciones, con nuevas categorías, reverenciando tanto las que hemos recibido de nuestros ancestros como acogiendo las que nos presentan nuestros contemporáneos, que llegan con sus legados milenarios. Las generaciones anteriores se vieron forzadas a caminar de modo exclusivo y excluyente por la manifestación propia del entorno cultural y religioso en el que cada uno había nacido. Hoy en día vivimos a escala planetaria y ello implica radicales consecuencias para la comprensión y el discernimiento de los caminos que personal y colectivamente nos han de conducir al Centro.