Apóstol para las naciones: La vida y los tiempos de Pablo de Tarso
Copyright © 2021 por César Vidal
Todos los derechos reservados.
Derechos internacionales registrados.
B&H Publishing Group
Nashville, TN 37234
Clasificación Decimal Dewey: 232.9
Clasifíquese: RELIGIÓN / JESÚS / LA VIDA DE JESÚS
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor.
Toda dirección de Internet contenida en este libro se ofrece solo como un recurso. No intentan condonar ni implican un respaldo por parte de B&H Publishing Group. Además, B&H no respalda el contenido de estos sitios.
A menos que se indique lo contario, todas las citas bíblicas han sido traducidas por el autor a partir de las lenguas originales.
ISBN: 978-1-5359-8452-2
Impreso en EE.UU.
1 2 3 4 5 * 24 23 22 21
Este libro está dedicado a mis alumnos del Teshuvah Biblical Studies Center, verdadero ejemplo ejemplo de amor a la Biblia y de arrostrar dificultades para conocer y servir mejor a Jesús.
INTRODUCCIÓN
A l igual que sucede con Jesús, la figura de Pablo ha sido objeto de un notable maltrato y de no menor manipulación desde el siglo xix hasta la actualidad. Las raíces de esa conducta se encuentran, de manera especial, en la Escuela de Tubinga y en su empeño por amoldar la historia a las categorías de la filosofía hegeliana de tesis, antítesis y síntesis. Posiblemente, el autor más conocido de esta escuela sea a día de hoy David Strauss, autor de una Vida de Jesús (1835), pero fue Ferdinand Christian Baur (1792-1860) el primero que comenzó a construir una visión de Pablo derivada no del estudio de las fuentes sino de una filosofía previa. Baur decidió—sin la menor base histórica, dicho sea de paso—que a la tesis representada por Pedro se había enfrentado una antítesis defendida por Pablo de cuya confrontación surgiría la síntesis de un catolicismo primitivo situado en el siglo ii . Semejante interpretación—expresada en su obra Pablo, el apóstol de Jesucristo: Su vida y sus obras (1845)—carece de base histórica real—insistamos en ello—pero sería afortunada. Georg Wrede continuaría en esa misma línea hegeliana (1859-1906) añadiendo un factor que incluso acabaría siendo aceptado por el filósofo Friedrich Nietzsche que siempre contempló con desprecio a un Pablo, a su juicio, separado de Jesús. Para Wrede, Pablo había sido el verdadero fundador del cristianismo e insistió en que a él se debía el salto entre un Jesús que fue solo un maestro y hacedor de milagros a un Cristo Hijo de Dios. Semejante circunstancia derivaría de que Pablo había sido un judío, pero profundamente helenizado, tan helenizado que desarrolló su teología sobre bases helénicas. A día de hoy, la idea de la oposición entre un cristianismo judío y otro paulino o la de que el cristianismo fue realmente una creación de Pablo se siguen repitiendo aunque ya se hayan desprendido de su vinculación a un análisis de la historia nacido de la filosofía de Hegel.
El marxismo constituyó una derivación directa del hegelianismo—Marx tomó, de hecho, de este su idea de la dialéctica de la historia que transcurre en torno a la oposición de la tesis y de la antítesis que da paso a la síntesis—y, al respecto, no debería sorprender que, de manera bien significativa, los autores marxistas se hayan mostrado especialmente agresivos contra la figura de Pablo. La existencia de Jesús podía ser negada o, como fue el caso de Engels, presentada como la de un precursor del socialismo siendo incluso las comunidades primitivas de discípulos asemejadas a los primeros círculos socialistas. En ese sentido, no sorprende que el comunista italiano Antonio Gramsci (1891-1937) repitiera la asimilación de Jesús al socialismo y cargara contra lo que denominó el cristo-paulinismo. De manera consciente o inconsciente, esa separación entre el—supuestamente socialista—mensaje de Jesús y el menospreciado mensaje de Pablo del que se afirma que fue distinto constituye una de las líneas que caracterizan la teología de la liberación, una corriente teológica católica que aceptaba como instrumento de interpretación la filosofía marxista y su visión de la lucha de clases.
Otro de los frentes desde el que se ha atacado a Pablo como inventor del cristianismo y supuesto desviacionista del mensaje original de Jesús ha estado relacionado con autores judíos. A lo largo de los siglos, el judaísmo ha abrigado una visión abiertamente hostil hacia Jesús y Sus discípulos que aparece en el Talmud. Ciertamente, las referencias no resultan muy numerosas, recoge la noticia de que «intentaba hacerse Dios a sí mismo, para que el mundo entero fuera por mal camino» y se añade que no podía ser Dios, puesto que este no miente mientras que «si él dice que es Dios es un embustero y miente; dijo que marcharía y volvería finalmente. Lo dijo y no lo hizo». No sorprende que en Guit. 56b-57a se presente a Jesús—que «se burló de las palabras de los sabios» y que fue «un transgresor de Israel»—atormentado en medio de excrementos en ebullición.
Esta visión profundamente negativa continuó desarrollándose durante la Edad Media con la difusión de obras abiertamente injuriosas y, prácticamente, no encuentra excepción alguna hasta los inicios del siglo xx . Solo entonces apareció algún texto que pretendía reivindicar a un Jesús, mutilado en Sus enseñanzas y pretensiones, pero visto como propio. Pablo no ha tenido ni siquiera esa mermada fortuna.
Al respecto, no deja de ser significativo que Joseph Klausner (1874-1960)—que escribió una vida de Jesús aceptándolo como un judío que habría ideado extraordinarias parábolas aunque no fura ni el Mesías ni un profeta—cargara contra Pablo presentándolo incluso bajo una luz ocasionalmente siniestra. Klausner vio a Pablo, fundamentalmente, como un oportunista religioso que captó la necesidad espiritual de los gentiles y que mezcló ideas judías con otras, supuestamente extrañas y supersticiosas, como la de un salvador que muere y resucita.
Un especial—aunque no original—ensañamiento de un autor judío con Pablo lo encontramos en The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity (1986) de Hyam Maccoby. Para Maccoby, Pablo no fue nunca un rabino fariseo sino un simple aventurero de procedencia carente de distinción. Pablo—y no Jesús—fue «el fundador del cristianismo» y esa fundación la hizo descansar sobre mitos paganos de dioses que mueren y resucitan, y mitos gnósticos de redentores que descienden del cielo. Con posterioridad, Maccoby siguió insistiendo en apartar a Pablo del universo judío y en confinarlo en el de la gnosis. Como en otras obras suyas, Maccoby carece de la menor originalidad, exuda una considerable animadversión contra el cristianismo y, prácticamente, se limita a repetir tesis ya sostenidas por otros autores.
No deja de ser significativo que los autores musulmanes hayan seguido una línea narrativa en relación con Pablo bastante similar a la de los judíos. A diferencia del Talmud, el Corán presenta una visión de Jesús que no es la misma que la del Nuevo Testamento, pero que no es denigratoria ni insultante. Por ejemplo, en la sura 19 del Corán incluso encontramos una clara referencia a Jesús que murió y resucitó, extremos negados posteriormente por el Islam:
29/30. Dijo él: «Soy el siervo de Al-lah. Él me ha dado el Libro y ha hecho de mí un profeta. 30/31. Me ha bendecido dondequiera que me encuentre y me ha ordenado la azalá y el azaque mientras viva, 31/32. y que sea bondadoso con mi madre. No me ha hecho ni violento ni desgraciado. 32/33. La paz fue sobre mí el día que nací, el día que moriré y el día que seré resucitado a la vida». 33/34. Tal es Jesús hijo de María, el Verbo de la Verdad, sobre el que dudan. (19: 29/30-33/34)