Andrew Pearmain
Antonio Gramsci
Una biografía
Traducción de
Teresa Arijón
Pearmain, Andrew
Antonio Gramsci: Una biografía / Andrew Pearmain.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB (Vidas para Leerlas)
Archivo Digital: descarga y online
Traducción de Teresa Arijón
ISBN 978-987-801-191-2
1. Biografías. 2. Política. 3. Sociología. I. Arijón, Teresa, trad. II. Título.
CDD 306.092
Título original: Antonio Gramsci. A Biography
Traducción publicada mediante acuerdo con Bloomsbury Publishing de Londres, Reino Unido
© 2020, Andrew Pearmain
© 2022, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Diseño de portada: Ignacio Marmorides y Mr.
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: septiembre de 2022
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-191-2
1. El final
Primera plana de Giustizia e Libertà, órgano del grupo homónimo, nº 18, París, 30 de abril de 1937
El 21 de abril de 1937 expiró formalmente la condena a prisión de Antonio Gramsci; pero él no estaba en condiciones de dejar la clínica Quisisana en Roma, donde estaba confinado desde agosto de 1935: nueve difíciles años después de que lo arrestasen por orden de Benito Mussolini en 1926. “Nino” (como lo llamaban sus parientes y amigos) planeaba regresar a Cerdeña en cuanto lo liberaran, para vivir cerca de su familia de origen. Le habían alquilado una habitación en Santu Lussurgiu, donde había cursado la escuela secundaria, no muy lejos de la casa de sus padres en Ghilarza. Pero su último deseo, expresado a su amigo más cercano (el economista Piero Sraffa, que había viajado desde Inglaterra para visitarlo) era reunirse con su esposa Julia y sus hijos Delio y Giuliano en la Rusia soviética. Gramsci no pudo llevar adelante ni concretar estos planes: sufrió una hemorragia cerebral la noche del 25 de abril, pasó inconsciente todo el día siguiente y murió a primera hora de la mañana del 27 de abril de 1937, pocos meses después de cumplir 46 años. Los únicos familiares presentes eran su cuñada Tatiana Schucht, más conocida como Tania, y su hermano Carlo, que llegó a la clínica cuando Antonio ya había fallecido. Juntos, se ocuparon de los arreglos fúnebres.
El 12 de mayo, Tania le escribió desde Roma a Sraffa, que ya estaba de regreso en King’s College, Cambridge. En su carta, hacía un relato pormenorizado de las últimas horas de Nino y le pedía consejos acerca de qué destino dar a sus efectos personales, en especial los atesorados cuadernos que había escrito en la cárcel. Tania los había sacado de la clínica de manera subrepticia, escondidos entre la ropa y otras posesiones personales de Nino, con ayuda de una agradable enfermera que distrajo a los guardias. Desde entonces, estaban guardados en la bóveda de la Banca Commerciale Italiana, cuyo director, Raffaele Mattioli, recordaba a Nino con afecto de sus épocas de periodista y diputado. Gramsci había pedido que le enviaran los cuadernos a su esposa Julia, que estaba en Moscú, pero evidentemente Tania consideraba que hacerlo sería complicado tanto desde lo político como desde lo práctico; por eso le preguntaba a Sraffa qué convenía hacer. Seguramente depositarlos en la bóveda del banco haya sido idea de él.
La cremación ya se había realizado, y Tania prosiguió con una serie de trámites engorrosos en Roma bajo una imprevista tormenta eléctrica. Fue difícil obtener el permiso de la policía para continuar con el funeral: hubo obstáculos legales y burocráticos de todo tipo en el camino, pero finalmente llegó la autorización. Antes de abandonar la clínica Quisisana, Tania hizo los arreglos necesarios para que se tomara una foto del cadáver y se le hiciera una máscara mortuoria, que pretendía vaciar en bronce, junto con la mano derecha del fallecido. También tenía algunas fotos tomadas en 1935, cuando Nino recibió la libertad condicional en la clínica donde había estado antes. Eran, según le escribió a Sraffa, “preciosas, sobre todo por la expresión de satisfacción, e incluso el atisbo de una sonrisa, en su rostro”. Tania agregó que, pocos días antes de morir, Nino no solo no se sentía peor que de costumbre, sino que parecía mucho más sereno. El 25 de abril, ella llegó a la clínica a la hora de siempre, las 5.30 de la tarde. Como solían hacer, comentaron las noticias del día. Cuando Tania sacó sus libros para preparar una clase de literatura francesa que debía dar esa noche, Nino se opuso e insistió en que continuaran conversando. “¡No tendrías que haber aceptado un trabajo que exige conocimiento especializado y te deja exhausta! ¿Cómo te las vas a arreglar para cuidarme?”, la regañó entre risas.
De todos modos, buscaron juntos algunas palabras en el Larousse. Luego conversaron hasta la hora de la cena, que consistió, como siempre, en un plato de sopa, compota de frutas y una porción de bizcochuelo. Antonio salió de la habitación al baño caminando, pero regresó en una silla cargada por varios ordenanzas. Se había desplomado dentro del cubículo y había perdido por completo el control del lado izquierdo de su cuerpo; sin embargo, logró arrastrarse hasta la puerta y pedir ayuda. Cuando lo acostaron en su cama, Nino pidió un tónico estimulante, pero el médico se negó a administrárselo, aduciendo que podía empeorar su condición. Le llevaron una bolsa de agua caliente para los pies y dijo que estaba muy caliente, pero que casi no sentía nada en el pie izquierdo. Cerca de las 9 de la noche llegó por fin el catedrático Vittorio Puccinelli –encargado de seguir a Gramsci como “médico tratante”, y hermano del “médico habitual” de Mussolini– y, después de una rápida revisión, ordenó que le realizaran una sangría y recomendó que permaneciera calmo. Aferrado a los barrotes de la cama con la mano derecha, Nino luchó por buscar una posición más cómoda, y estuvo a punto de caer al suelo. Vomitó varias veces durante la siguiente hora. Intentó sonarse la nariz, que tenía obstruida con comida, y siguió respirando con dificultad. Dejó de hablar. Otro médico lo examinó y comentó que su estado era de extrema gravedad. En ese momento, se acercaron monjas y un sacerdote. Tania se opuso de manera enérgica e insistió en que se marcharan. Después de una breve discusión, en la que el sacerdote cuestionó la autoridad de Tania, las monjas enfermeras y el religioso se retiraron. Durante todo el día siguiente, 26 de abril, Nino yació inmóvil y apenas consciente. Muy temprano ese nuevo día, volvió a vomitar y empezó a respirar con mayor dificultad. Tania no se movió de su lado; le humedecía los labios, intentaba respiración artificial cuando parecía que los pulmones no funcionaban. De pronto, notó una última exhalación y un silencio irremediable. Fue a buscar al médico, quien confirmó que todo había terminado. Eran las 4.10 del 27 de abril. A las 5.15 las enfermeras llevaron el cuerpo a la morgue. Carlo llegó esa misma mañana, un poco más tarde. Tania y Carlo hicieron los arreglos necesarios para que el fotógrafo y el encargado de hacer la máscara mortuoria pudieran llevar adelante su trabajo. No les resultó fácil salir de la clínica: tuvieron que realizar todo tipo de declaraciones por escrito acerca de su vínculo con los deudos. Después, en horas de la tarde, Carlo pidió ver a su hermano una vez más, pero su pedido fue rechazado, supuestamente por orden del gobierno.