© Texto: Carolina Meloni
© Prólogo: Verónica Gago
© Imagen de cubierta: Viktor (Adobe Stock)
© Diseño: Kaótica Libros
© Edición: Kaótica Libros
kaoticalibros.com
Colección Teorías del Caos, 4
Editado en Madrid, España
Primera edición: septiembre, 2021
Depósito Legal: M-23606-2021
ISBN: 978-84-124055-3-8
eISBN: 978-84-124055-4-5
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FEMINISMOS FRONTERIZOS
Mestizas, abyectas y perras
Carolina Meloni
ÍNDICE
PRÓLOGO A
Las fronteras del feminismo
Verónica Gago
No estamos a la pura intemperie. Existe algo así como una casa del feminismo. Con esa metáfora muy concreta propone este libro dar cobijo a distintas problemáticas, líneas teóricas, genealogías insumisas y desvíos consistentes del pensamiento feminista, a partir de los cuales puede entrarse de visita a esta casa, o decidir alojarse transitoriamente e incluso quedarnos a vivir ahí.
No es una casa de puertas cerradas. Más bien se parece a una madriguera. Con muchas puertas y vericuetos pero que sirve también para esconderse, tener donde guarecerse, sin erradicar del todo la incomodidad. No hay parentescos obligatorios que la sostengan, pero sí una pulsión a situarnos y a encontrarnos. La premisa de esta arquitectura a la que nos lleva Carolina Meloni sostiene que los debates feministas son vigas maestras de la teoría de la transformación, cimientos hechos de muchos materiales y también capas de historia acumuladas. Sin, por eso, renunciar a funcionar también como una casa astral.
¿Se necesita un mapa para entrar a esa casa? Este libro se abre y se despliega como se hace con un mapa entre manos. Es también el dibujo de una casa en construcción o fantasiada, o con remodelaciones sin terminar, pero sin duda adivinamos sus extensiones y proliferaciones posibles (tal vez hoy podrían agregársele más capítulos o más debates o tal vez ya migraron a nuevos libros de su autora).
El de esta casa es un plano de palabras, contiene citas, anécdotas, conversaciones y apuntes de proyectos futuros, pero sobre todo el libro-plano tiene una pulsión constructivista: enseña, hipotetiza, arma conexiones, propone problemas, nos ayuda a seguir dilemas, organiza preguntas.
Como un verdadero mapa, se extiende para decidir qué ruta seguir y a la vez tener panorámicas, medir distancias y zonas de cercanía. Carolina Meloni propone a la vez una carta de navegación (con muchos rumbos posibles) pero también el deseo de una casa. De la que se puede entrar y salir, dar portazos o acurrucarse en su interior. El viaje que propone desemboca en la «casa de la diferencia» de Audre Lorde y en la Aztlán queer de Cherríe Moraga. O, mejor dicho, usa esas casas como figuraciones de lo que podríamos imaginar como otros espacios, territorios y lugares donde hacer pie, cruzarnos.
Este libro recorre de ese modo buena parte del feminismo del siglo XX. Rastrilla surcos teóricos para ir haciendo estaciones, paradas, y por momentos pegar saltos. Los años 80 son un umbral, pero los 90 también. Y este recorrido se confecciona desde el siglo XXI: haciendo pasar por ahí todo lo anterior para leer sus brotes y reverberaciones. ¿Qué discusiones podemos arrastrar? ¿Qué nos sirve volver a conjugar? ¿Hasta dónde algunas cuestiones siguen sonando igual? ¿Qué ha acontecido de nuevo en este siglo que transitamos?
Se trata, ella dice, de seguir el rastro a las mutaciones del pensamiento feminista. Leer los feminismos no tanto como olas que se sucederían al ritmo de las grandes filosofías (lo que supone a los feminismos alojados siempre en playas ajenas), sino como mutaciones de otro orden que hacen uso de la filosofía, cómo no, así como de tantas otras cosas. De hecho, los problemas del pensamiento feminista toman a lo largo de este libro formas varias, como parte misma de sus mutaciones, y por momentos vemos desfilar abejas, orquídeas, conceptos, luchas, correspondencias, líneas, sonrisas sin gato, figuraciones, mesetas.
Si aquí los hilos del pensamiento feminista no son la veta subsidiaria de las filosofías troncales de cada época (iluminista, humanista y posestructuralista), si efectivamente no necesitan hacer reverencias para autorizarse, es porque Carolina Meloni prefiere pensar en el feminismo como una práctica tendenciosa del pensamiento que sabe robar y raptar lo que necesita de aquí y de allá, tanto como inventar lo que aún no se pensó, hacerle espacio a lo que se intuye, así como emparchar lo que se tiene a mano y conversar con quienes vinieron antes.
Lo que hace así la autora de este libro es decir con el feminismo y desde allí que la obsesión por el origen no tiene nada que ver con la cartografía que le interesa. Se lee entonces su apuesta del feminismo como una práctica de fronteras, al borde de eso que aún no sabemos, del abismo de la aventura, pero también del deseo de asumir riesgos. Nos avisa, al seguir la marcha y las curvas del mapa, que la casa del feminismo ha sido ocupada por una «nueva horda», que la está dando vueltas, y que se anima a nuevas filiaciones y alianzas.
Este libro-mapa también se deja oír. Tiene, en varios momentos, el sonido de la prosa oral de quien se ejercita en trasmitir, en dar la palabra (la propia y la de otres) en clases. Parece querer hacer de la casa del feminismo también momentos de aula, de escucha, de lecturas compartidas, de silencios para dejar que lo que se dice tome espesor. Habitar también, por qué no, la casa como una casa de estudios, traficando el término que la academia quiere solo para sí. En ese gesto (imprudente, confiesa la autora) de reunir a pensadoras disímiles en una misma casa, busca saltearse también los compartimentos estancos, la fidelidad de los rótulos y las pertenencias, para anudarlas en problemas comunes. Más que cuartos propios, donde cada une estaría escribiendo su teoría y monologando con quienes hablan la misma lengua, lo que arma este libro son una serie de pasillos y corredores donde las voces se entrecruzan y donde se escuchan muchas veces, sobre todo, ladridos. La casa se va pareciendo a un conventillo, a una acampada, a una vivienda colectiva.
El feminismo, que realmente no es una palabra que exista en singular y a solas (como un núcleo puro), discute hacia dentro pero también en sus propios pliegues. Tiene lugares donde encalla, insiste, rodea, batalla. No son solo polémicas internas o distribución de bandos. Su propia forma es polémica, querellante, y así se lo lee mejor. No tiene afán reconciliatorio, ni de emprolijar todo para que no se vean las costuras y los agujeros. En eso Carolina Meloni ve un método y lo ubica en una serie de síntomas que auscultar: la brecha, la diferencia, la ruptura, la herida.
La crisis que constituye a cada época viene a sacudir los cimientos una y otra vez y a desestabilizar la casa del feminismo cuando esta tiene algún delirio propietario. La casa es un espacio abierto donde el cuerpo extenso del pensamiento feminista se muestra como paisaje también en mutación: con sus zonas áridas, puentes y lagunas, con sus cordilleras y acantilados, a través de sus espaldas, riachos y cuencas. Por suerte no encontramos un tono liso, ni siempre lacio. Pero esto no basta con describirlo. Hay que recorrerlo. Desde ahí, la autora propone una suerte de sintomatología geográfica, para ir haciendo cartografía de esos nudos claves.
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