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Título original: Sur les ruines de la classe moyenne, le monde des périphéries a émergé
Edición en formato digital: septiembre de 2020
© 2018, Éditions Flammarion
© 2019, Ignacio Vidal-Folch, por la traducción
© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial /David Ayuso
Fotografía de portada: Corey Agopian / Unsplash
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ISBN: 978-84-1790-643-6
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Sobre las ruinas de la clase media
Christophe Guilluy
Un ensayo imprescindible para entender la sociedad actual en su totalidad.
La desaparición de la clase media está estrechamente relacionada con la globalización y el crecimiento del populismo de la actualidad. Así pues, Cristohe Guilluy (No society, Taurus) considera que fenómenos como el Brexit o Trump no son fruto de la irracionalidad, sino una clara consecuencia del modelo económico y social que, desde la segunda mitad del siglo XX , ha estado acabando con la clase media. Poco a poco, esta ha sido sustituida por el mundo de las periferias, que actualmente abarca a la gran mayoría de grupos de la sociedad: desde los jubilados a los estudiantes. Y, de este modo, “la suma de los márgenes acaba por formar un todo: la sociedad”.
Christophe Guilluy (Montreuil, 1964) es un geógrafo que se alejó del mundo universitario para dedicarse a un trabajo de investigación aplicada. Es autor, entre otros, de L’Atlas des nouvelles fractures sociales en France (2004) y La F(rance périphérique (2015), considerados libros de referencia. No Society es su primer libro dedicado a estudiar tendencias mundiales.
No society
HA EMERGIDO EL MUNDO DE LAS PERIFERIAS
Los trabajos que desde finales de la década de 1980 a partir de la distribución de las clases populares en el espacio.
DE LA FRANCIA PERIFÉRICA AL MUNDO DE LAS PERIFERIAS
Esta cartografía permitió revelar la importancia y la diversidad de las clases populares. Estas no se limitaban a los barrios de viviendas sociales de las grandes ciudades, donde se concentraban categorías populares pobres e inmigrantes, sino que describían un conjunto mucho más vasto constituido por los territorios de la desindustrialización, de las zonas rurales, de las ciudades pequeñas y de las ciudades de tamaño medio. Esta Francia no era ni específicamente urbana ni específicamente rural ni específicamente suburbana, sino periférica. La tipología tradicional que distinguía lo urbano de lo rural no se aplicaba a una recomposición social que, en lugar de oponer a los de la ciudad contra los del campo, oponía a las grandes áreas urbanas globalizadas en proceso de gentrificación contra los demás territorios. La bunkerización de los de arriba y su corolario, la formación de la Francia periférica y popular, había comenzado.
Esta ruptura violenta entre el mundo de arriba y el de abajo, aunque estuviera enmascarada por la mediatización de la crisis de las banlieues, de los suburbios, se podía ver en un mapa: el de la distribución de las categorías populares, de los obreros, de los empleados, de los pequeños asalariados, de los jubilados modestos. Pero este mapa no era, y sigue sin serlo, el de la clase política, mediática o universitaria. La realidad de la clase dominante es, en efecto, el negativo exacto de la distribución de las categorías modestas: es la de las grandes ciudades, del progreso y de la globalización feliz… en resumen, del mercado.
Es en ese momento, a mediados de la década de 1980, cuando en Francia despega el Frente Nacional. Algunos años más tarde, al principio de la siguiente década, el filósofo e historiador Marcel Gauchet arroja luz sobre esta ruptura histórica con el concepto de «fractura social». La expresión, conflictiva y, para algunos, angustiosa, viene a desmentir la idea de la adaptación paulatina de la sociedad francesa al modelo económico globalizado, poniendo de relieve la marginación de una parte de la población. En los territorios más alejados de las grandes ciudades globalizadas, los de las ciudades pequeñas y las ciudades medianas, los de las «zonas suburbanas castigadas», y desde entonces muy utilizado.
Es en esta Francia periférica, popular y debilitada económica y socialmente, donde el Frente Nacional va calando, zonas del «suburbio castigado», bastiones obreros de la desindustrialización, hasta las zonas rurales y las ciudades pequeñas. Categorías que ayer eran opuestas, obreros, campesinos, empleados, autónomos, se reúnen poco a poco en una misma oposición, unidas por el mismo sentimiento de relegación cultural y geográfica.
En 2004, el geógrafo Christophe Noyé y yo mismo realizamos unos gráficos sobre la distribución del voto del Frente Nacional en función de la distancia a las grandes metrópolis. (ligada a la aparición de la sociedad multicultural). No hay voto populista sin la combinación de estas dos inseguridades (en 2017, la inseguridad cultural sin inseguridad en el ámbito social, o sea, el voto de la burguesía de derechas, dio como resultado el apoyo a Fillon, no a Le Pen).
Producto de un modelo económico y social globalizado, el concepto de la Francia periférica permite entender con más claridad la dinámica populista, tanto en Francia como en los demás países occidentales.
EL MUNDO DE LAS PERIFERIAS
En el conjunto de los países desarrollados, la estructuración de los votos obedece a las mismas lógicas económicas y culturales según las cuales se oponen los territorios integrados en la economía-mundo, especialmente (pero no exclusivamente) las grandes ciudades globalizadas y las periferias, por un lado, a las ciudades pequeñas, ciudades medianas desindustrializadas y zonas rurales, por otro lado. En relación directa con la distribución espacial de las categorías populares, se puede observar por todas partes la misma presencia del voto populista: de la misma manera que el voto al Frente Nacional despega en los márgenes de la región parisiense, el voto a Trump lo hace en el estado de Nueva York, el del leave en la región del gran Londres, en los alrededores de Rotterdam.
Este voto, que traduce geográficamente los efectos de la fractura social del siglo XXI entre los de arriba integrados y los de abajo relegados, altera por completo las representaciones políticas tradicionales. Las disensiones de antes han muerto. Ahora las nuevas fracturas son visibles y ya no oponen, como en el mundo de ayer, a la izquierda con la derecha, la clase obrera con la patronal, los habitantes de las zonas rurales con los de las ciudades, sino a los ganadores o protegidos de la globalización contra los perdedores o debilitados, los nómadas a los sedentarios, las nuevas clases altas a las nuevas clases populares, la gente de «un determinado lugar frente a los que no son de ningún sitio». Pero desde el Rust Belt estadounidense al Yorkshire británico, desde las cuencas industriales de Alemania del Este a las zonas rurales francesas, esta geografía revela el surgimiento de un mundo de las periferias sobre las ruinas de la antigua clase media. Por primera vez en la historia económica occidental, las categorías modestas ya no viven allí donde se crea el empleo y la riqueza, y, sobre todo, nunca más podrán vivir allí. Teniendo en cuenta las lógicas económicas y territoriales, parece imposible volver atrás. A partir de ahora la gente de pocos recursos residirá mayoritariamente cada vez más apartada de las grandes ciudades, que, en sentido inverso, cada vez atraerán más a las nuevas clases altas.
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