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Sinopsis
En 2014 Reni Eddo-Lodge escribió un post en su blog con el mismo título de este libro, dejando claro cuán agotada estaba de los debates sobre raza y cómo había llegado al límite. Ya no quería discutir más con gente blanca que negaba el racismo estructural. Aquel post se hizo viral y agitó el debate público sobre el racismo en todo el mundo.
Este libro parte de esa idea para dar cuenta de las implicaciones del racismo en nuestra sociedad a todos los niveles. De lo que históricamente ha sido, de un sistema que estigmatiza a los que no son blancos, de lo que se entiende por privilegio blanco, de un feminismo que dejó de lado a las mujeres racializadas y de la vinculación directa entre raza y clase social.
Una obra imprescindible para conmover conciencias y entender de una vez por todas que vivimos en una sociedad racista y que debemos acabar con ello.
Por qué no hablo con blancos sobre racismo
Reni Eddo-Lodge
Traducción de Ana Camallonga
Para T&T
Prólogo
Creo que no existe una sola persona negra o de otro origen étnico que no se haya planteado en algún momento dejar de hablar con blancos sobre racismo. De hecho, a mí personalmente me suele rondar con frecuencia la pregunta contraria. La vocecita acecha en mi cabeza: «¿Por qué, Desirée? ¿Por qué sigues hablando de racismo con gente blanca?». Me lo pregunto porque en muchas ocasiones hacerlo resulta descorazonador. Desanima enormemente que, cada vez que intentas hacerle entender a alguna persona blanca lo que implica formar parte de una minoría racial, raras veces la reacción sea de comprensión.
Eddo-Lodge o yo misma no somos las primeras en hacernos la pregunta del título de este libro y, tal y como está el panorama, estamos lejos de ser las últimas. Audre Lorde también hablaba de esta reticencia, en su «Carta abierta a Mary Daly», cuando afirmaba que «la historia de las mujeres blancas incapaces de escuchar las palabras de las mujeres negras, o de mantener un diálogo con nosotras, es larga y desalentadora». Y es desalentador ver esa desconfianza o ese hacer de menos, fruto de la absoluta desconexión de lo que implica vivir constantemente en una situación de desventaja de la que hay muy poca conciencia. Y eso, pese a quien pese y por más desgastada que esté la palabra, supone un privilegio.
Lo comenté en un artículo que escribí para Público sobre una de las más grandes falacias que se oye decir a la gente que se considera no racista —que no es lo mismo que ser antirracista— y que titulé «¿Solo existe una raza?». En él hablaba de «la posición que se tiene desde la blanquitud, desde ese andar por la vida con la tranquilidad de que su color de piel hace match con el color de la piel de quien domina el mundo. La racialización limita y coarta incluso los derechos más básicos de muchas personas; y si esas personas, además, tienen experiencia migratoria, ya ni te cuento».
Vivir siendo la norma tiene sus ventajas, unas ventajas que implican despreocuparse de ciertas cuestiones, que se convierten en invisibles. Lo malo es que esa despreocupación lleva a las personas blancas a creer que eso que no viven no es cierto y, desde ahí, se atreven a cuestionarlo, a invisibilizarlo y, en el peor de los casos, a reaccionar de forma violenta —una violencia que adopta un amplio abanico de manifestaciones— para negarlo.
Ante la posibilidad de vivir esta negación, esta invisibilización, ¿qué persona negra no se ha planteado dejar de hablar con blancos sobre racismo?
Tenía pendiente leer el libro de Reni Eddo-Lodge desde hacía algún tiempo. De hecho, tengo amigas en el Reino Unido que habían asistido a alguno de sus coloquios y estaban encantadas, así que me puse a leerlo con tantas ganas como curiosidad.
Desde la primera línea me sentí identificada, sobre todo con las vivencias. Leer el libro de Eddo-Lodge me conectaba de nuevo con muchas de las cuestiones que explico en mi libro Ser mujer negra en España . Leerlo me ha llevado a experimentar un déjà vu constante, porque he hablado de muchas de estas cuestiones en mi libro, en mis artículos en Público , en las comunidades de formación online que gestiono y también en las conversaciones que sobre el tema tengo de forma habitual con personas más o menos cercanas.
La necesidad de libros como el de Eddo-Lodge en el Reino Unido, o de mi propio libro en España, se explica porque son textos que acercan a quienes los leen a una realidad del todo desconocida. Ofrecen la cara B de una cotidianeidad en la que las discriminaciones se ejercen de forma constante, aunque sin ser percibidas. Estas lecturas enfrentan a las personas blancas a momentos en los que, siendo conscientes o no, han ejercido esas discriminaciones o han sido cómplices; y eso, para algunas de ellas, resulta doloroso y vergonzante.
Lo digo siempre: hablar de racismo es necesario. Lo es porque existe la creencia, muy extendida, de que ya no hay racismo, de que es algo del pasado. Y esta visión ingenua de las sociedades posraciales está cuidadosamente articulada.
Se tiene una visión muy inocente de lo que es el racismo. Y, en términos generales, la idea de racismo se limita a las conductas y a las manifestaciones más violentas. Todavía hay que hablar mucho sobre racismo —y solo estamos en el principio de la conversación— para entender que el racismo lo impregna todo, y que el racismo, evidentemente, es mucho más que la agresión física y verbal; ahí no se acaba todo.
De hecho, es esa creencia limitadora, la de que racismo es solo cuando nos pegan o nos insultan, la que nos lleva al desánimo. La idea de que solo son racismo esas situaciones puntuales y violentas al extremo está tan arraigada que ir más allá y desentrañar los mecanismos que operan detrás genera resistencias.
Por eso es importante que contemos nuestra versión de la historia, como lo hace Eddo-Lodge, como lo hice yo, como lo hace Chenta Tsai en su libro Arroz tres delicias. Sexo, raza y género , y como lo hacen todas las personas de otros orígenes que se dedican a señalar las implicaciones del racismo en la sociedad actual. Es importante porque estamos visibilizando el racismo en escenarios en los que la gente blanca cree que no existe. Y eso es un efecto colateral que se produce por el hecho de estar constantemente mirando a Estados Unidos.
Construimos muchos idearios, para bien y para mal, mirando a Estados Unidos, a causa del imperialismo norteamericano. Esta búsqueda constante de referencias en el universo estadounidense hace que creamos que el racismo es única y exclusivamente lo que ocurre allí y que «en España (o en Europa) no hay racismo». Reni Eddo-Lodge ayuda a derribar esa idea y lo hace de una forma contundente, y con eso que tanto les gusta a algunas personas blancas que aportemos cuando hablamos de racismo: datos.