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Sinopsis
La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos.
La biblioteca en llamas
Historia de un millón de libros quemados y del hombre que encendió la cerilla
Susan Orlean
Traducción de Juan Trejo
Para Edith Orlean, mi pasado
Para Austin Gillespie, mi futuro
La memoria cree antes de que el conocimiento recuerde.
Luz de agosto,
W ILLIAM F AULKNER
Y cuando nos pregunten lo que hacemos, podemos decir: Estamos recordando.
Fahrenheit 451,
R AY B RADBURY
Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.
El hacedor,
J ORGE L UIS B ORGES
1.
Stories to Begin On (1940)
Bacmeister, Rhoda W.
X808 B127
Begin Now – To Enjoy Tomorrow (1951)
Giles, Ray
362.6 G472
A Good Place to Begin (1987)
Powell, Lawrence Clark
027.47949 P884
To Begin at the Beginning (1994)
Copenhaver, Martin B.
230 C782
Incluso en una ciudad como Los Ángeles, donde no escasean los peinados estrambóticos, Harry Peak llamaba la atención. «Era muy rubio. Muy muy rubio», me dijo su abogada mientras se pasaba la mano por la frente intentando hacer una ridícula imitación del flequillo en forma de cascada de Peak. «Tenía mucho pelo. Y de lo que no cabe duda es de que era muy rubio.» Uno de los investigadores de incendios a quienes entrevisté describió a Peak entrando en la sala del juzgado «con aquella cabellera suya», como si su pelo tuviese vida propia.
Para Harry Peak Jr., que notasen su presencia era un asunto de vital importancia. Nació en 1959 y creció en Santa Fe Springs, un pueblo en la zona más llana del valle, a una hora de distancia de Los Ángeles, hacia el sudeste, incrustado entre los cerros parduzcos de Santa Rosa Hills y envuelto por una amenazante sensación de monotonía. Santa Fe Springs era entonces un lugar asentado en la comodidad y la calma que conlleva la resignación; Harry, sin embargo, anhelaba destacar. Siendo niño había sido un poco gamberro, había cometido delitos menores y llevado a cabo algunas trastadas que, por lo visto, habían hecho las delicias de la gente que lo conocía. Gustaba a las chicas. Era encantador, divertido, temerario y tenía hoyuelos en las mejillas. Podía hablar con cualquier persona de cualquier cosa. Se le daba muy bien inventarse historias. Era un cuentista, sabía mantener la atención de sus oyentes y sus mentiras eran siempre de primera; tenía especial habilidad a la hora de maquillar los acontecimientos para que su vida pareciese menos simple y mezquina. En opinión de su hermana, era el mayor trolero del mundo, tan dado a contar bulos y a inventarse cosas que ni siquiera en su familia le creían.
Si al hecho de vivir cerca de Hollywood y al constante canto de sirenas que ello suponía le sumamos su tendencia a la fabulación, resultaba casi predecible que Harry Peak decidiese ser actor. Tras acabar el bachillerato y cumplir el servicio militar, Harry se trasladó a Los Ángeles y empezó a perseguir sus sueños. En sus conversaciones solía dejar caer la frase: «Cuando sea una estrella de cine». Decía siempre «cuando», no «si llego a ser». Para él se trataba de un hecho consumado más que de una especulación.
Aunque nadie llegó a verlo nunca en ninguna película ni serie de televisión, su familia estaba convencida de que, durante el tiempo que pasó en Hollywood, Harry dio la impresión de tener un futuro prometedor. Su padre me dijo que estaba convencido de que Harry había trabajado en una serie de médicos, tal vez en Hospital General, y que consiguió un papel en la película El juicio de Billy Jack. En IMDb, la mayor base de datos de cine y televisión del mundo, es posible encontrar a un Barry Peak, a un Parry Peak, a un Harry Peacock, a un Barry Pearl, incluso a un Harry Peak de Plymouth, Inglaterra, pero no hay nadie que aparezca como Harry Peak Jr. de Los Ángeles. Por lo que yo he llegado a saber, la única ocasión en la que Harry Peak apareció en la televisión fue en el noticiario de una cadena local en 1987, cuando lo arrestaron acusado de haber provocado el incendio de la Biblioteca Central de Los Ángeles, en la que ardieron casi medio millón de libros y otros setecientos mil resultaron dañados. Fue uno de los mayores incendios en la historia de la ciudad, y sin duda el mayor incendio de una biblioteca en la historia de Estados Unidos.
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La Biblioteca Central, diseñada por el arquitecto Bertram Goodhue e inaugurada en 1926, está situada en el centro de Los Ángeles, en la esquina de la calle Quinta con Flower, aprovechando la pendiente de un cerro conocido antaño como Normal Hill. Dicho cerro era originariamente más alto, pero cuando se decidió que iba a ser allí donde se ubicaría la biblioteca, la cima fue allanada para que resultase más fácil su construcción. En la época en la que se abrió la biblioteca, esa parte del centro de Los Ángeles era un ajetreado vecindario plagado de macizas casas de madera estilo victoriano que pendían de los flancos de Normal Hill. Hoy en día esas casas ya no existen y el vecindario al completo está formado por adustas y oscuras torres de oficinas, pegadas unas a otras, que vierten sus franjas de sombra sobre lo que queda del cerro. La Biblioteca Central ocupa toda una manzana, pero solo tiene ocho plantas de altura, lo cual la hace parecer la suela del zapato de todas esas alargadas torres de oficinas. Aunque la horizontalidad que transmite hoy en día no debía apreciarse en absoluto en 1926, pues en aquel entonces era el punto más alto del barrio, habida cuenta de que en el centro de la ciudad imperaban los edificios de cuatro plantas de altura.