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Virginia Woolf - Horas en una biblioteca

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Virginia Woolf Horas en una biblioteca
  • Libro:
    Horas en una biblioteca
  • Autor:
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    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1904
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La compilación de una colección de ensayos de Virginia Woolf inéditos hasta la - photo 1

La compilación de una colección de ensayos de Virginia Woolf inéditos hasta la fecha en castellano es un acontecimiento editorial de primera magnitud. La importancia de Virginia Woolf como novelista y como precursora del feminismo ha eclipsado su faceta de gran lectora y de crítica literaria fundamental, si bien a lo largo de su vida publicó con asiduidad en el Times Literary Supplement y en otras revistas literarias auténticas joyas ensayísticas por su finura en la apreciación de sus contemporáneos y los clásicos de la lengua inglesa, así como por el pulso firme con el que dialoga simultáneamente con el autor leído y con el lector futuro de sus textos. Esta compilación abarca toda su trayectoria, desde sus primeros desempeños en la crítica literaria y en el ensayo informal, o el esbozo literario, siendo todavía muy joven, hasta sus últimas y rigurosas piezas acerca de autores como Kipling, Melville, Dostoievski o Conrad.

Virginia Woolf Horas en una biblioteca ePub r10 Titivillus 110716 Título - photo 2

Virginia Woolf

Horas en una biblioteca

ePub r1.0

Titivillus 11.07.16

Título original: Books and Portraits / Collected Essays

Virginia Woolf, 1904

© Estate of Virginia Woolf, 1904, 1905, 1908, 1909, 1910, 1916, 1917, 1918, 1919, 1920, 1921, 1922, 1923, 1924, 1926, 1927, 1928

Traducción: Miguel Martinez-Lage

Ilustración de la portada, Nirvana Jiménez

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

VIRGINIA WOOLF Londres 1882 - Lewes Sussex 1941 Tras la muerte de su padre - photo 3

VIRGINIA WOOLF Londres 1882 - Lewes Sussex 1941 Tras la muerte de su padre - photo 4

VIRGINIA WOOLF (Londres 1882 - Lewes, Sussex, 1941). Tras la muerte de su padre en 1905, vivió con su hermana y sus dos hermanos en una casa del barrio londinense de Bloomsbury que se convirtió en lugar de reunión de librepensadores y antiguos compañeros de universidad de su hermano mayor. En el grupo, conocido como Grupo de Bloomsbury, participaron además otros intelectuales londinenses, como el escritor Leonard Woolf, con quien se casó Virginia en 1912. En 1917, ambos fundaron la editorial Hogarth. Virginia Woolf se suicidó en 1941 sumergiéndose en el río Ouse con su abrigo lleno de piedras. Está considerada como una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.

NOTA DEL EDITOR

Virginia Woolf sólo publicó en vida dos recopilaciones de ensayos, ambos titulados The Common Reader («El lector corriente», aunque también significaría «Antología corriente»). La primera serie es de 1925 y la segunda de 1932. Pero lo cierto es que fue una muy prolífica ensayista. Después de su muerte, su marido y editor, Leonard Woolf, compiló poco a poco una serie de volúmenes sucesivos, más o menos aleatorios, que sólo en 1966-1967 adquirieron la solidez debida y dieron pie a los Collected Essays, cuatro tomos editados también por Leonard Woolf. En ese millar de páginas aparecía recogida toda su muy variada obra ensayística, textos en su mayor parte procedentes del Times Literary Supplement y de otras revistas literarias al uso.

Pero no eran todos: aún hubo otra recopilación: Contemporary Writers (obra de Jean Guiguet, que publicó Leonard Woolf en 1965). Todos ellos provienen del TLS (salvo uno, de «The Nation & Athenaeum»), y responden fielmente al descriptivo título que se le puso. Tal vez así empecemos a entender por qué van apareciendo todavía ensayos de Virginia Woolf: en el venerado TLS era prescriptivo que las críticas de cualquier extensión fueran anónimas, y esta costumbre algo vetusta y discutible aún se mantuvo en vigor hasta la década de los sesenta. Ello aclara también el uso casi formulario de la primera persona de plural en muchos de estos textos.

Sin embargo, quedaba todavía una recopilación más, titulada Books and Portraits, editada por Mary Lyons y publicada —cómo no— en la Hogarth Press en 1977. Es en ésta en la que se basa nuestra selección. Hemos suprimido una docena de textos por considerarlos no sólo de escaso valor para los lectores en lengua española, sino también de exigua vigencia a día de hoy, en algunos casos noventa y hasta cien años después de haberse escrito y publicado. Con el objeto de compensar esas ausencias, y también y muy en especial con el afán de que sea la propia ensayista quien mediante la selección de sus textos redondee un mejor autorretrato de su labor —este es uno de los aspectos más asombrosos de Virginia Woolf: escribiendo por ejemplo sobre Thoreau, pinta en realidad un autorretrato sesgado, de una perspicacia y una finura poco corrientes—, hemos añadido otros tantos, tomados de los Collected Essays. La intención ha sido la de completar la selección de Mary Lyons, que tiene la virtud de abarcar la extensa trayectoria de la autora, desde su juventud hasta su madurez, y que venía dividida en dos partes: la primera y más copiosa, sobre escritores y libros; la segunda, más exigua, retratos diversos. Esta recopilación abarca también todas las modalidades del ensayo y una amplísima gama temática: los hay de crítica literaria, claro, y los hay sobre música, pintura y cine; los hay de corte lírico, otros muy narrativos, históricos, sobre el oficio de la novela (y sobre el arte de la biografía, que siempre le interesó de manera muy especial, así fuera porque su padre, Sir Leslie Stephen, dirigió el Diccionario Nacional de Biografía, y uno de sus mejores amigos fue Lytton Strachey, quien revoluciona el género)… En una época como esta, en que la prosa de no ficción empieza a gozar del favor del público, seguramente por agotamiento de la novelística digamos tradicional, parecía oportuno proceder al rescate de una faceta de Virginia Woolf escasamente conocida, que constituye una dimensión tal vez más actual que la que tiene buena parte de su obra de ficción. Como dijera su marido, «leyéndola, se percibe el funcionamiento de una gran integridad crítica». Y como escribió T. S. Eliot (otro gran ensayista a la sombra de su obra poética) cuando tuvo conocimiento de su trágica muerte, en la obra de Virginia Woolf «se dieron unas cualidades heredadas y una voluntad inéditas e irrepetibles en la historia de la cultura inglesa».

MIGUEL MARTINEZ-LAGE

Alloz, septiembre de 2005

HORAS EN UNA BIBLIOTECA

Comencemos por aclarar la antigua confusión que se da entre el hombre que ama la erudición y el hombre que ama la lectura, y señalemos cuanto antes que no existe conexión de ninguna especie entre los dos. El erudito es un entusiasta sedentario, concentrado, solitario, que busca en los libros en su afán de descubrir una determinada pizca de verdad, en la cual ha puesto todo su empeño y todo su corazón. Si la pasión de la lectura lo conquista, sus ganancias menguan y se le escurren entre los dedos. Por otra parte, un lector ha de poner coto al deseo de aprender ya desde el comienzo; si el saber se le pega, excelente, pero ir en busca del saber, leer de acuerdo con un sistema, convertirse en especialista, o en una autoridad, es algo que tiene todas las trazas de acabar con lo que preferimos considerar como una pasión más humana, una pasión por la lectura pura y desinteresada.

A pesar de todo esto, fácilmente se puede conjurar una imagen que presta un buen servicio al hombre libresco y que suscita una sonrisa a sus expensas. Imaginamos a una figura pálida e incluso ojerosa, delgada, con una bata de vestir, perdida en sus especulaciones, incapaz de levantar una sartén del hornillo, o de abordar a una dama sin sonrojarse, ignorante de las noticias del día, si bien versada en los catálogos de las librerías de lance, en cuyos oscuros recintos pasa las horas de luz diurna: un personaje sin duda delicioso en su sencillez refunfuñona, aunque en modo alguno se asemeje a ese otro al que preferiríamos dirigir nuestra atención. Y es que el lector verdadero es esencialmente joven. Es un hombre de intensa curiosidad, de ideas, abierto de miras, comunicativo, para el cual la lectura tiene más las propiedades de un ejercicio brioso al aire libre que las del estudio en un lugar resguardado. Camina por las calzadas reales, asciende más alto, cada vez más alto, por los montes, hasta que el aire es tan exiguo que se hace difícil respirar. Para él, la lectura no es una dedicación sedentaria.

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