María Urruzola P. - La cara oculta de los sindicatos en Uruguay

Este libro nació un año antes de que el horizonte político permitiese vislumbrar una derrota electoral del Frente Amplio, aunque su génesis estuvo en el perceptible clima de disconformidad social —o de hartazgo— ante ciertos estilos del discurso dominante entre los dirigentes de izquierda.

La interrogante que dio el puntapié inicial es simple de enunciar, pero difícil de responder: Si los sindicatos son la única «institución» de la que disponen los asalariados para mejorar sus condiciones de trabajo, ¿por qué tienen tan poca aprobación ciudadana?

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Para comprobar esa poca aprobación basta con ver las encuestas de opinión pública y su desarrollo en el tiempo: según el Latinobarómetro del 2018, los sindicatos reciben «mucha confianza» y «algo de confianza» —sumadas— de solo el 34 % de la población.

Veinte puntos menos que los bancos (54 %), aunque 13 más que los partidos políticos (21 %). Pero sobre todo 28 puntos menos que las Fuerzas Armadas (62 %), 25 menos que la Policía (59 %) y 18 menos que las ONG (52 %), respecto de todas las cuales por algún motivo los sindicatos uruguayos se sienten un actor social más relevante.

Siempre se puede discutir sobre el vaso medio lleno o medio vacío, pero en una época en la que muchos se llenan la boca, destacando el alto nivel de sindicalización que habría en el país, llama la atención esa aparente contradicción.

Con una población económicamente activa del 57 % —datos de cierre del 2019—, es decir, de casi 2 millones de personas —más un 11,4 % de personas jubiladas, extrabajadoras y miles de ellas aún adherentes a su gremio—, los dirigentes sindicales afirman que 400 mil estarían afiliadas al Plenario Intersindical de Trabajadores – Convención Nacional de Trabajadores ( PIT-CNT) .

¿Condice una alta tasa de sindicalización con un bajo prestigio? ¿Qué pasa en la relación entre el sindicalismo y la ciudadanía?

La interrogante se puede enunciar de otra manera: si el trabajo articula nuestra vida de cada día y los lugares que ocupamos en el entramado social, así como el valor simbólico que el colectivo nos otorga, ¿por qué tiene tan mala fama ejercer la actividad sindical?

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Para botón de muestra, alcanza una murga:

Soy obrero y militante gremialista,
y hace más de 20 años dirigente sindical;
¡¡Compañero!!
Te compraste cuatro autos y 100 vacas,
¡y hace más de 20 años que no vas a laburar!

Agarrate Catalina 2019
(Música: «La Internacional»)

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La investigación para este libro empezó intentando hacer un mapa del «estado de situación» del mundo sindical, lo que rápidamente se volvió el inicio del desafío: saber cuántos sindicatos existen, cuántos afiliados tienen, cuánta plata manejan y qué tipo de liderazgo ejercen sus dirigentes implicó zambullirse de cabeza en una zona plagada de oscuridades.

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Para empezar a pensar es imprescindible tener un mapa básico de «la cuestión», y ese requisito se volvió un problema y un nudo difícil de desatar. No existe otra metodología periodística para enfocar un tema: contextualizar, clasificar, encontrar categorías. Analizar el universo elegido —en este caso el mundo sindical—, desde una mirada crítica, no puede significar otra cosa que tomarlo, detenerlo, abrirlo, observar cómo funciona, ver qué implicaciones y qué problemas tiene (parafraseando a un politólogo compatriota).

Es decir: se necesita un piso básico —aunque insuficiente— para saber dónde pararse y cómo iniciar el camino, siendo conscientes que en la ruta se puede tener tanto buena suerte como mala suerte; que el proceso seguramente deparará descubrimientos y fracasos. Un piso mínimo imprescindible para encarar la paradoja del conocimiento: para buscar hay que saber qué se busca, porque de lo contrario es imposible encontrar. El conocimiento solo se basa en conocimiento previo. Y en busca del conocimiento previo emergió una realidad sindical que no es la que ciertos discursos pintan.

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Este libro no hace el inventario de los méritos acumulados por el movimiento sindical uruguayo en su larga historia. Hay literatura de sobra al respecto. Toma como punto de partida la especificidad que nos hace atípicos a nivel internacional (una sola organización que reúne a todos los sindicatos), y se plantea preguntas sobre lo que nos legó esa historia de éxitos: el ejercicio de la democracia interna, la validez de los métodos, la representatividad de los dirigentes, la legitimidad que se atribuye el PIT-CNT como único agente de los trabajadores organizados. Revisar lo mejor de la historia del movimiento sindical, formulando preguntas desde el presente.

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Lo primero que apareció fue la inmensidad del tema. Cada sindicato es autónomo del conjunto en su vida orgánica, sus decisiones, sus estrategias. El mundo sindical se parece más a un archipiélago que a un territorio, y cada sindicato es una isla en la que ocurren infinidad de dinámicas. Archipiélago que, como un puzle, solo de muy lejos tiene una forma nítida.

Se hizo evidente entonces que este libro intentaría encontrar la mayor cantidad de piezas importantes, pero que el dibujo total sería incompleto. Ni los dirigentes sindicales nacionales ni los académicos especializados en el tema conocen el puzle íntegro, porque esa es la contracara de la autonomía, que no obliga a ningún sindicato a formalizar sus datos. Un solo libro nunca podría hacer el mapa completo, y la vida siempre es más imprevisible y rápida que el análisis.

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Lo segundo que emergió fueron las patologías, las oscuridades. No solo porque ellas ocuparon un lugar preponderante en los medios de comunicación a partir del año 2013, sino sobre todo porque provocaron una gran conmoción al interior del propio mundo del trabajo: la corrupción en la Administración de los Servicios de Salud del Estado protagonizada por dirigentes sindicales, el caso de las viviendas sindicales que hasta la actualidad se litiga en seis expedientes judiciales, la denuncia contra el sindicato del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay ( INAU ) y contra alguno de sus dirigentes por violación de los derechos de los jóvenes internos.