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1.- Introducción
La música de Astor Piazzolla ha recorrido el mundo y ha cruzado una y otra vez los géneros musicales, las formaciones orquestales y también los públicos. Su obra es hoy conocida en cada continente, y su nombre es asociado de modo ineludible al tango. El camino que debió sortear al interior del género le valió, sin embargo, innumerables críticas y rechazos. Mientras triunfaba en Europa, Brasil y Estados Unidos, en Buenos Aires no terminaban de aceptar su música. Pero su sueño no era sólo el de consagrarse en su tierra, sino el de renovar el tango y dejar sentadas las bases para que generaciones futuras pudieran continuar ese camino de libertad, exploración y vanguardia.
La vida de este gran músico es mucho menos conocida que su obra, y revela una personalidad algo violenta, una juventud ligada a las pandillas y al boxeo callejero, y un modo de ser como padre que al menos Daniel, uno de sus dos hijos, ha sufrido durante años. Lo cierto es que pocas biografías dan cuenta de una personalidad tan implacable como prolífica, y de un ansia conquistadora y de renovación como la de Astor Piazzolla. Su espíritu inquieto y vanguardista se mantuvo siempre fiel a sus convicciones y a su manera de entender la música. A lo largo de los años, experimentó innumerables idas y vueltas, desarraigos y desilusiones constantes. Se trata también de una vida en la que priorizó el trabajo, el estudio, la búsqueda y la pasión por sobre la familia y los hijos.
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2.- Los años locos, entre Mar del Plata y Nueva York
Astor Pantaleón Piazzolla nació en la ciudad costera de Mar del Plata, Argentina, un 11 de marzo de 1921. Hijo de Vicente Piazzolla y de Asunta Manetti, ambos nacidos y criados en Mar del Plata, hijos de italianos. Astor nació con una malformación en su pierna derecha, y de niño debió someterse a varias operaciones. Esa pierna le quedó dos centímetros más corta que la otra y ello significó, en sus primeros años, un doble sufrimiento: la dificultad y frustración para practicar deportes y las burlas de sus pares. Aquellos primeros años en Mar del Plata marcarían el clima de su infancia y permanecerían para siempre en su memoria: una casa en la que se hablaba español e italiano, las quintas de sus abuelos en las que producían frutas y verduras, la pesca a mar abierto y las reuniones familiares en las que su padre Vicente tocaba el acordeón.
Cuando Astor tenía 4 años, sus padres y él se mudaron a Nueva York. En un primer momento se instalaron en la casa de un pariente en Nueva Jersey, y cuando su padre empezó a trabajar en una peluquería se mudaron a un departamento en la zona del Village. Astor tocaba la armónica, y había pedido a su padre que le regalara una. Pero Vicente, al pasar por una tienda de empeños, vio un bandoneón para niños y sintió una inmensa nostalgia por su país y por el tango, la música que tanto amaba y que escuchaba a diario. Ese instrumento que pagaría 19 dólares y que un Astor de 8 años recibiría con una mezcla de desilusión y curiosidad, marcaría la vida del joven de un modo definitivo. Por una suerte de mandato paterno, Astor tomó clases de bandoneón con Andrés D´Aquila durante un año.
En 1930, la crisis económica llevó a la familia de regreso a Mar del Plata, pero tras algunos meses regresaron a Nueva York. Vicente buscó protección en un mafioso llamado Nicola Scabutiello, que además de tener una peluquería llevaba billares clandestinos. En aquel clima de pobreza y ley seca, el ritmo de una Nueva York de inmigrantes y pandillas influiría en el carácter de Astor, que iba de escuela en escuela mientras su atracción por las calles aumentaba. Se unió a una pandilla y se destacó tanto en las peleas que se ganó el apodo de “lefty” por los puñetazos que daba con la zurda.
En varias entrevistas, Astor expresó su amor por la ciudad de Nueva York y destacó que en aquellos años aprendió a tener coraje. Contó que ese ambiente de agresividad y dureza le había dado las herramientas para defenderse en aquel momento pero también años más tarde, cuando fue atacado por su música. Además de la afición por el béisbol y el boxeo callejero, Astor tenía predilección por el jazz: sus favoritos eran Cab Calloway y Duke Ellington.
En 1933 retomó sus estudios de música, esta vez con el pianista Bela Wilda, discípulo de Rachmaninov, de quien heredaría el gusto por Bach. Ese año debutó en un festival escolar con su primera composición: “La catinga”. Tenía 12 años. Al año siguiente conoció a Carlos Gardel: Vicente era un gran admirador y le pidió a Astor que le llevara una estatuilla como regalo. Gardel lo recibió con gran simpatía, y Astor empezó a actuar como guía de compras ya que el cantor no hablaba inglés. En 1934, cuando Gardel volvió a Nueva York para filmar “El día que me quieras”, le ofreció a Astor un pequeño papel como vendedor de diarios. En la fiesta de fin de filmación, Astor acompañó con su bandoneón al gran cantor de tango. Según el propio Astor contó años más tarde, Gardel le auguró un gran futuro de la mano de ese instrumento, y de algún modo predijo la relación conflictiva que tendría con el tango como género: “Al fuelle lo tocás bárbaro, pero al tango lo tocás como un gallego”.
Meses más tarde, Gardel le envió telegramas para invitarlo a unirse en su gira latinoamericana. Astor tenía apenas 13 años, y tuvo que rechazar la propuesta tanto por la resistencia de su padre como por las reglas del sindicato de músicos de Nueva York, que prohibía el trabajo de menores de 14 años. Negarse a la propuesta de Gardel le salvó la vida: en un accidente aéreo en Colombia, en el marco de aquella gira, falleció el cantante y toda su troupe.
En 1936, la familia regresó de modo definitivo a Mar del Plata. No fue fácil la adaptación para este adolescente de 16 años, que tenía un acento y un aspecto extranjeros, y que añoraba la vida en una ciudad mucho más grande y cosmopolita. De algún modo, la música fue su refugio. Continuó sus estudios y se presentó en distintos lugares para hacer zapateo americano, tocar la armónica o el bandoneón, y también para o acompañar a algún cantor.
Su pasión por el tango vendría de la mano de la orquesta de Elviro Vardaro: al escuchar por la radio a su sexteto, sintió una especie de flechazo. Era tango, la música que se escuchaba en su casa, pero con un estilo diferente (de hecho, las grabadoras no lo terminaban de aceptar). Escuchar a ese conjunto le hizo ver que el tango estaba vivo y podía abarcar expresiones nuevas, como las que a él le interesaba desarrollar. Poco tiempo después, Astor incorporó el estilo de Vardaro en su grupo “Cuarteto azul”, con el que empezó a ensayar y a presentarse. (Ironías de la vida: muchos años más tarde, Vardaro sería violinista en uno de los conjuntos de Piazzolla). Lo cierto es que este adolescente inquieto y tenaz empezó a recorrer el circuito del tango, a entablar conversación con los músicos y cantores, ya fuera en sus pensiones o en los espectáculos, y empezó también a mostrarles sus composiciones. Su interés por el tango era un hecho consumado, había resuelto que ese era el género en el que quería desarrollarse.
Con solo 17 años, el compositor Héctor Stamponi le sugirió que se mudara a Buenos Aires, porque en Mar del Plata le iba a resultar muy difícil empezar una carrera. El joven comprendió que si quería triunfar debía mudarse a la ciudad en la que se concentraba la movida del tango, aunque ello implicara alejarse de sus padres y vencer sus miedos.
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3.- Descubriendo el universo del tango porteño
Al año siguiente, en junio de 1939, Astor se instaló en una humilde pensión en Buenos Aires. Su obsesión lo llevó a frecuentar todos los bares y salones donde se tocaba tango, y en una de esas rondas dio con la orquesta de Aníbal “Pichuco” Troilo, que en ese momento era uno de los más importantes referentes del género. Decidió que allí era donde quería tocar, y para ello se dedicó a estudiar todos los temas d¬el repertorio. La oportunidad le llegó un día en que uno de los bandoneonistas se encontraba enfermo y Astor, que había entablado amistad con uno de los violinistas de la orquesta, se presentó para ser su reemplazo. Cuando Troilo lo escuchó –según contó Piazzolla después-, le dijo que se consiguiera un traje azul porque esa noche debutaba.