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Eduardo Blanco - Ucronías Argentinas: Diez historias que pudieron haber cambiado la historia

Aquí puedes leer online Eduardo Blanco - Ucronías Argentinas: Diez historias que pudieron haber cambiado la historia texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Ucronías Argentinas: Diez historias que pudieron haber cambiado la historia: resumen, descripción y anotación

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Historia contrafáctica con el humor de la revista Barcelona. ¿Qué
hubiera pasado si....?


Quiénes mejor que tres de los creadores de la revista Barcelona para
manipular descaradamente la historia argentina y sus consecuencias. ¿Qué
habría pasado si Carlos Gardel hubiese sobrevivido al accidente de avión
en Medellín? ¿Acaso el Zorzal habría ganado fama de fracasado y mufa? ¿Y
qué habría pasado si los negros no hubieran sido exterminados del
territorio argentino? ¿Y si el gol con la mano de Maradona a los
ingleses hubiera sido anulado? ¿Y si Manuel Belgrano hubiese creado la
bandera patria un día en que caían soretes de punta?
«Este libro se pregunta ¿Qué hubiera pasado si..? por ejemplo, si
Bergoglio hubiera sido elegido Papa, si Evita se hubiera vuelto gorila,
o si los Montoneros hubieran ganado. A primera vista, parece un libro
inteligente y divertido. Y ciertamente lo es. Pero en una segunda
lectura se revela también absolutamente esclarecedor. Ocurre que
efectivamente Evita fue gorila, Bergoglio fue elegido Papa y los
Montoneros ganaron (solo que todavía no nos dimos cuenta)». Damián
Tabarovsky

Eduardo Blanco: otros libros del autor


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JAVIER AGUIRRE - EDUARDO BLANCO - FERNANDO SANCHEZ UCRONÍAS ARGENTINAS DIEZ - photo 1

JAVIER AGUIRRE - EDUARDO BLANCO - FERNANDO SANCHEZ

UCRONÍAS ARGENTINAS

DIEZ HISTORIAS QUE PUDIERON HABER CAMBIADO LA HISTORIA

Sudamericana

I LUSTRACIONES Y DOCUMENTACIÓN GRÁFICA : M ARIANO L UCANO

Mariano Lucano es diseñador gráfico y artista plástico. Es codirector y fundador de Barcelona, y colaborador de Playboy, Caras y Caretas, ADN y THC. Fue jefe de arte de La Maga, La García y Soy Rock. Es autor de Penas de muerte, y coautor de Epistemología para principiantes y Puto el que lee. Si hubiera nacido en Estambul, tendría los mismos obstáculos que tiene ahora si quisiera conseguir un pasaporte europeo.

A Nanita. Y también al doctor Edu

y al profesor Raúl, por la bibliografía.

A Luli y a Emi.

A Ingrid y a Simón.

Gracias a los amigos de Barcelona y al Gato Mazzeo, a Glenda, a Perón y a Evita, a Roca y a Cafulcurá, a Luca, a Baley, a Bergoglio, a Gardel, a Belgrano, a Diego, a López Rega y a Firmenich, a De la Rúa y a Duhalde, y a todos y cada uno de los argentinos que supieron hacer de esta tierra sudamericana un país de la concha de la lora.

PRÓLOGO

La gran duda

¿Qué habría pasado si no se hubiese escrito este libro? Así es exacto. ¿Y qué hubiera pasado si no se hubiese escrito este libro? También. Equivocado es: ¿Qué hubiera pasado si no se habría escrito este libro? Tan equivocado como: ¿Qué habría pasado si no se habría escrito este libro? No sólo hay una forma exacta; hay más de una forma equivocada. Así es la historia.

Las especulaciones sobre lo que pudo haber sido generan interrogantes inacabables. ¿Qué habría o hubiera pasado si el emperador Constantino, en lugar de abrirle las puertas al catolicismo, se hubiera interesado por la cientología? ¿Andaríamos degustando placentas en el transporte público? ¿Tom Cruise sería el Papa? Son dos posibilidades. De pregunta y de respuesta. ¿Y qué habría o hubiera pasado si Bill Gates se hubiese dedicado a fabricar ventanas machimbradas? Tal vez este libro habría sido escrito en tres máquinas de escribir Lettera 22 y sus autores se habrían pasado borradores asquerosamente tachonados, agujereados, ricos en parches de liquid paper y con toscos garabatos dibujados en los márgenes.

Puede ser.

Hay un lugar en el que todo aquello que no fue, puede ser. Ese lugar es la ucronía.

La ucronía no propone certezas ni verdades. La ucronía propone dudas. Dudas sobre cualquier supuesto histórico. Y lo hace instalando una duda inicial: ¿realmente habría sido así como lo cuenta la ucronía?

Los críticos pueden argumentar que el género ucrónico no es más que una construcción ficticia, un artificio que cambia caprichosamente los hechos que sucedieron de un único modo para tergiversarlos de acuerdo con las intenciones del autor. Curioso: es una definición que también le cabe a la Historia; la oficial, la que se escribe con mayúscula y se enseña en las escuelas como verdad. A diferencia de la gramática, la Historia no ofrece alternativas.

Este libro no cuenta la Historia oficial. Tampoco la contradice. Cuenta otra. No una: varias. Diez. Diez historias que no son parte de la Historia. O sí, hasta un punto. O sea: sintonizan con la Historia hasta que dejan de hacerlo. Cambia la frecuencia, se pierde la señal; hay distorsión, ruido. Caos. Para la Historia, historias equivocadas. Son, sin embargo, algunas de las muchas posibles historias, todas hijas de la gran duda.

La respuesta a la pregunta del principio es “Nada”. ¿Qué habría pasado si no se hubiera escrito este libro? Nada. Pero lo cierto es que este libro se escribió. Y entonces, ahora, el hecho consumado invita a nuevas especulaciones. Por ejemplo: ¿Qué habría pasado si, en un café del centro porteño, tres tipos en lugar de haber imaginado ucronías argentinas hubieran hecho algo para cambiar la Historia?

Los autores materiales

Javier Aguirre, Eduardo Blanco y Fernando Sanchez

Dieciséis líneas manuscritas garabateadas en la prisión de la isla Martín - photo 2
Dieciséis líneas manuscritas garabateadas en la prisión de la isla Martín - photo 3

Dieciséis líneas manuscritas, garabateadas en la prisión de la isla Martín García con la letra temblorosa, propia de un hombre hastiado que teme un escándalo femenino a vuelta de correo. Apenas dieciséis líneas fueron suficientes para desatar la mayor tormenta política argentina del siglo XX. Ese papel minúsculo, sobrante del envoltorio de unos cuernitos de grasa de la panadería insular, provocó un corte inédito en la historia del peronismo y del país.

Juan Domingo Perón y Eva Duarte se conocieron en 1943. Ella conducía en Radio del Estado un programa llamado La audición de mi vida, donde promovía la obra del gobierno militar y, especialmente, la de “El Coronel”. Ese coronel, desde luego, era Perón, militar que se había ganado el apoyo del pueblo gracias a su desempeño al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión. La actriz se conmovía con la vocación popular de Perón, y no tardó en hacer pública su identificación con el líder. “Alguien debía ocuparse de los trabajadores, y es Perón quien por primera vez se atreve a hacerlo”, declaraba en su programa. “Perón se calienta por el pueblo, y yo me caliento con Perón”, sentenciaba sin ambages cuando todavía pocos sabían del vínculo que los unía. De hecho, la relación logró mantenerse en secreto durante varios meses, hasta que Evita (como llamaban a la actriz sus oyentes más fieles), en uno de sus típicos arrebatos, echó todo a perder. Una tarde, el auditorio de la radio recibió la visita de Libertad Lamarque, estrella del tango y el cine argentinos. Tras la actuación de la invitada, Eva Duarte se acercó a implorarle a Lamarque que no volviera a cantar, y especificó que no lo hiciera “por el bien del pueblo”. La Diva del Tango no toleró lo que consideró una afrenta y, sin dudarlo, estampó a Eva una sonora cachetada y la amenazó con hacerla echar. La respuesta de Eva, inoportuna y altanera, no se hizo esperar: “Para que lo sepas, marrana gritona, el único que me pone la mano encima es el coronel Perón”.

Al día siguiente, todo el país hablaba del romance.

El 22 de enero de 1944, en un festival que se llevó a cabo en el estadio Luna Park, a beneficio de las víctimas del terremoto de San Juan, Perón y Evita decidieron sentarse juntos en la primera fila para hacer una presentación formal de la pareja y poner fin a los rumores. No fue una velada más, porque a pesar de que el Vicepresidente y la actriz intentaron moverse con naturalidad, aplaudiendo inclusive con entusiasmo la deplorable presentación de una orquesta ramallense conocida como Los Abuelos de La Mosca —sus músicos hicieron una vulgar mímica sobre una grabación propia—, ambos eran conscientes de que las miradas de todo el estadio, lleno como en sus mejores noches de duelo boxístico, estaban posadas sobre ellos. De hecho, el Coronel estaba tan nervioso por las habladurías que temblaba, y tal vez por eso muchos de los presentes creyeron que el asiento de Perón estaba recibiendo un remezón del terremoto cuyano. La pareja fue desde entonces tapa de todas las revistas y la comidilla de la sociedad porteña; tanto, que hasta llegó a popularizarse un chiste que graficaba la relación: “Me dijeron que al coronel Perón le gusta tanto vestir de etiqueta que todas las mañanas se levanta con l’evita”.

El 8 de octubre de ese mismo año, sin embargo, el idilio comenzó a desmoronarse. Reunidos especialmente para proyectar el futuro del peronismo y diseñar los movimientos de su líder, amigos, camaradas y asesores políticos del Secretario de Trabajo convencieron al propio Perón de que una mala actriz no era el ideal de mujer que se esperaba para un caudillo. No era lo único que tenían para decirle a Perón. Junto con la opinión demoledora que el entorno del Coronel tenía de la joven conquista —a quien no dudaba en calificar de “trepadora como gato”—, el grupo también había elaborado un plan para deshacerse de ella sin generar ningún tipo de sospechas. La estrategia no incluía violencia física sobre la novia del Coronel, pero no descartaba algún tranvía volcado o algún carro incendiado para darle mayor verosimilitud a la historia. La idea fue sencilla: fingir una insurrección militar, llevar a Perón a la isla Martín García y organizar una movilización importante a Plaza de Mayo para reclamar por su libertad. Era, creían, la excusa perfecta que le permitiría a Perón abandonar su hogar de la calle Posadas sin reproches, y poner distancia de las insoportables rabietas de Eva. Como el día elegido para la confabulación coincidía con el cumpleaños número 50 de Perón, los organizadores de la campaña se atrevieron a diseñar un eslogan electoral: “Perón cumple”.

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