Eduardo Blanco - Yo fui K: Hablan los arrepentidos del Modelo

Eduardo Blanco - Fernando Sanchez

YO FUI K

H ABLAN LOS ARREPENTIDOS DEL M ODELO

Sudamericana

A José Eduardo Blanco,

que sabía reírse de todo.

A Ingrid.

En 2003, junto con un grupo muy chico de amigos periodistas, por entonces desocupados o semiocupados, fundamos la revista Barcelona. Cinco años antes de que el gobierno de Cristina decidiera romper la alianza de Néstor con Clarín para tomar al diario y al Grupo como principales enemigos, nos propusimos crear una fuente de trabajo que nos permitiera divertirnos desmontando con ironía y sarcasmo la falacia de la objetividad y la independencia de los medios, en especial de aquellos que hacen de esas etiquetas su estrategia de marketing. Es decir, Clarín. Estábamos convencidos de que con sus operaciones periodísticas travestidas de investigaciones y su franco combate contra la lengua castellana, Clarín estaba poniendo en jaque el oficio. Pero, lejos de horrorizarnos, la cruzada antiperiodística del diario nos causaba mucha gracia. Y para demostrarlo, armamos Barcelona que, desde su propia bajada de título (“Una solución europea para los problemas de los argentinos”) revela parte del truco: una versión paródica, irónica, en ocasiones salvaje, de Clarín y, por extensión, del resto de la prensa que se vende como “seria”. Con toda la falta de rigor y la abundancia de potenciales, rumores sin fuentes y afirmaciones sin dueño que hicieron del Gran Diario Argentino el panfleto corporativo que hoy se expresa sin disimulo; pero con toda la seriedad profesional de la que somos capaces como periodistas con muchos años de oficio. Nuestro sueño era hacer un diario; nos alcanzó para una revista. Y así dimos forma a un relato periodístico de ficción que sin embargo puede resultar mucho más real que cualquier relato que se pretende verdad; una forma de presentar los acontecimientos políticos, sociales, artísticos que lleva al paroxismo los peores vicios profesionales y desnuda las hipocresías de los discursos oficiales.

Dicho esto, queda claro que para nosotros, los autores, en términos periodísticos, la frontera entre la ficción y la realidad es tan dudosa como el progresismo del Papa Francisco. Y que creer o no creer en lo que dicen los medios, los periodistas, no es una cuestión de honestidad ni ética ni moral sino, apenas, de fe.

Desde ese lugar hicimos Yo fui K.

No desde nuestra experiencia política —nunca nos asumimos kirchneristas y tampoco antikirchneristas, lo cual para muchos lectores de Barcelona sigue constituyendo una indefinición difícil de tolerar— sino desde esa manera de concebir el trabajo, asumiendo que todo relato es ficción y que, por lo tanto, también es real.

En Yo fui K el lector encontrará, alternativamente, dos voces. Una, la de los más importantes protagonistas de los gobiernos kirchneristas, entrevistados entre noviembre de 2012 y diciembre de 2013; cuatro ex ministros, un ex embajador, un ex gobernador y un legislador que en primera persona evocan y explican cómo apoyaron, ayudaron a consolidar y se comprometieron con las políticas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández y luego, por distintos motivos y contextos diferentes, decidieron bajarse. La otra voz es la de un operador político que narra cómo el kirchernismo se construyó, mutó y se reinventó sumando y descartando nombres desde el lanzamiento presidencial de Néstor, en 2000, hasta 2014, tras casi once años en el poder. Esta otra voz es la de un personaje creado a partir del testimonio de todas las fuentes consultadas para este libro y con los datos que surgieron de la investigación. Su forma descarnada de contar lealtades, traiciones y operaciones de todo color respeta el tono coloquial que los autores encontraron en varias de los alrededor de veinte entrevistas con las que está construida esta voz, que desde una oficina del poder explica cómo se teje y desteje la trama política en la Argentina del siglo XXI.

Entonces, una parte de Yo fui K es testimonio puro y duro de algunos de los principales protagonistas de la última década; otra es un narrador que no tiene nombre ni apellido y sin embargo no es un invento, un personaje que desde un privilegiado puesto en la cocina del poder kirchnerista desmenuza —descarnadamente, como buen peronista— la historia reciente. Por otra parte, Fernández, Lavagna, Juez, Ocaña, Lousteau, Solá y Yoma, algunos de los entrevistados, contribuyen a darle sentido al propósito de este libro, que es bucear en la conciencia de quienes con su esfuerzo, trabajo y compromiso contribuyeron a construir este Gobierno, que ahora apedrean desde la oposición.

Que hoy se paren enfrente del Gobierno decenas de peronistas, radicales, socialistas, ex peronistas, comunistas, piqueteros, ex radicales, independientes, gremialistas, periodistas, empresarios, políticos, militares, jueces y cientos de funcionarios políticos de todos los rangos que a lo largo de los últimos once años apoyaron, colaboraron, sumaron, diseñaron, construyeron, consolidaron y, por supuesto, aprovecharon el Modelo en alguna de las muchas etapas que tuvo la gestión kirchnerista, ¿es un simple detalle?

No lo creemos.

Desde luego, tienen derecho a cambiar; es lo que hicieron antes muchos de los que todavía se encolumnan detrás de Cristina luego de haber navegado los mares menemistas, duhaldistas, chachoalvaristas, bordonistas, cafieristas, alsogaraysistas o cualquieristas. Pero, ¿por qué adhirieron a esto que hoy combaten? Y luego: ¿por qué se abrieron? ¿Quién o qué cambió, ellos, el país o el proyecto kirchnerista? ¿Cómo los recordará la historia?

Ahora, en 2014, una nueva estampida empuja a dirigentes, legisladores, empresarios y personajes multicolores de las desordenadas filas del oficialismo hacia la superpoblada y babélica vereda de la oposición. No es la primera vez que ocurre y tampoco será la última.

E DUARDO B LANCO - F ERNANDO S ANCHEZ

Yo fui K, lo digo con orgullo, sin culpas. Fui porque ya no soy, pero estuve adentro desde 1996.

No fui un menemista entusiasta; no llegué a quedar tan pegado a “Pilo” Bordón como para tener que irme. Y cuando conocí a Néstor, no lo dudé: era él. Y fui con él. Del Grupo Calafate a la Rosada, con todas las escalas incluidas. Estuve ahí, fui parte, testigo y protagonista. Hasta que no dio para más y abandoné. Pero no soy antiK. Jamás podría serlo. Sería como patear en contra de todo lo que hice —e hice mucho— a lo largo de casi una década de mi vida. Por eso me dan alergia los compañeros que, luego de años de trabajar e impulsar un proyecto que de verdad fue trascendente, ahora se dedican a tratar de hundirlo. Si —como yo— creen que Cristina está cada vez más cerrada en su círculo íntimo y perdió liderazgo, y están seguros de que no podrá recuperarlo, ¿es necesario patear tanto al caído? ¿Tan tentadoras son una entrevista en Perfil, una columna en La Nación, una silla en los estudios de TN? ¿La culpa los vuelve conversos?

Sin la identidad común que nos otorgaba el paraguas kirchnerista, los ex K deambulamos por distintos conglomerados políticos más o menos auspiciosos, más o menos precarios, más o menos destituyentes, cargando con una historia que me propuse dilucidar en este libro. ¿Por qué adherimos a esto que hoy muchos ex compañeros combaten? Y luego: ¿por qué nos abrimos? ¿Tuvimos alternativa? ¿Quién o qué cambió, nosotros, el país o el proyecto kirchnerista? ¿Cómo nos recordará la historia?

Decidí que es necesario averiguarlo. Con una convicción: que sólo admitiendo lo que hemos sido podremos, tal vez, convencer de lo que decimos ser.