Para estos
tiempos
difíciles
MAX LUCADO
Editorial Betania es una división de Grupo Nelson
© 2006 por Grupo Nelson
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América
www.gruponelson.com
Título en inglés: For These Tough Times
© 2006 por Max Lucado
Publicado por W Publishing Group
Una división de Thomas Nelson, Inc.
A menos que se especifique, las citas bíblicas usadas
son de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina.
Usadas con permiso.
ISBN-10: 0-88113-110-5
ISBN-13: 978-0-88113-110-9
Traductor: Pedro Cruz
Tipografía: MarysolRodriguez.org
Diseño de portada: www.brandnavigation.org
Imagen de la portada: Photonica, Abstiene Schmidt
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial
de esta obra sin la debida autorización por
escrito de los editores.
Impreso en Estados Unidos de América
Printed in the U.S.A.
Para Doug Kostowski,
quien ama.
Contenido
Introducción
Cuando los fundamentos son destruidos
SEÑOR, hazlo otra vez:
Una oración para tiempos de pruebas
Introducción
CUANDO LOS FUNDAMENTOS SON DESTRUIDOS
Cuando los fundamentos son destruidos
¿qué le queda al justo?
El Señor está en su santo templo;
En los cielos tiene el Señor su trono.
—Salmo 11.3–4 (NVI)
¿No es también nuestra la pregunta de David? Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo? Cuando las enfermedades invaden, los matrimonios fracasan, los niños sufren y la muerte golpea, ¿qué tenemos que hacer?
«Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo?» Curiosamente, David no contesta esa pregunta con una respuesta. La contesta con una declaración: «El SEUOR está en su santo templo; el SEUOR está sentado en su trono celestial».
Su punto es inequívoco: Dios no se altera por nuestras tormentas. No se detiene por nuestros problemas. No se atemoriza con estos problemas. Está en su santo templo. Está en su trono celestial.
Los edificios se han derrumbado, pero Dios no. El destrozo y las ruinas nunca lo han desanimado. Dios siempre ha cambiado la tragedia en triunfo.
¿No lo hizo con José? Mire a José en la prisión egipcia. Sus hermanos lo habían vendido; la esposa de Potifar lo había entregado. Si alguna vez un mundo se había derrumbado, ese era el de José.
O considere a Moisés, vigilando sus rebaños en el desierto. ¿Era eso lo que él quería hacer con su vida? Difícilmente. Su corazón latía con sangre judía. Su pasión era dirigir a los esclavos, ¿entonces por qué Dios lo tenía dirigiendo ovejas?
Y Daniel. ¿Qué pasó con Daniel? Estaba entre los mejores y más brillantes jóvenes de Israel, el equivalente a un cadete de West Point o la Liga Ivy. Pero él y toda su generación fueron sacados de Jerusalén a la fuerza. La ciudad es destruida. El templo está en ruinas.
José en prisión. Moisés en el desierto. Daniel en cadenas. Esos eran tiempos oscuros. ¿Quién podría haber visto algún bien en ellos? ¿Quién podría haber sabido que José el prisionero estaba a sólo una promoción para convertirse en José el primer ministro? ¿Quién podría haber pensado que Dios le estaba dando a Moisés cuarenta años de entrenamiento en el mismo desierto por el cual habría de guiar a su pueblo? ¿Quién podría haber imaginado que Daniel el cautivo pronto sería Daniel el consejero del rey?
Dios hace cosas como esas. Lo hizo con José, con Moisés, con Daniel, y más que nada, lo hizo con Jesús.
En nuestros tiempos más difíciles podríamos ver lo que los seguidores de Cristo vieron en la cruz. La matanza de la inocencia. El asesinato de la bondad. La torre de fortaleza del cielo rota. Las madres lloraron, los demonios danzaron, y los apóstoles tuvieron que preguntarse: Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo?
Dios contestó su pregunta con una declaración. Con el estruendo de la tierra y el rodar de las rocas, les recordó: «El SEUOR está en su santo templo; el SEUOR está sentado en el trono celestial».
Y actualmente, tenemos que recordar: todavía está. Todavía está en su santo templo, todavía está en su trono, todavía está en control. Y todavía hace príncipes de los prisioneros, consejeros de los cautivos, y domingos de los viernes. Lo que hizo entonces, todavía lo sigue haciendo.
Nos toca a nosotros pedir que lo haga.
En estas páginas nos haremos las preguntas que están en nuestras mentes: ¿Quién es nuestro Dios? ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Puede salir lo bueno de lo malo?
Y la oración, ¿está realmente Dios escuchando? Mientras consideramos juntos estas preguntas, oro para que la paz y el entendimiento de Dios toquen nuestros corazones y traigan sanidad a nuestros espíritus.
— MAX LUCADO
Cuando la tragedia golpea, sea ésta de carácter personal, nacional o global, la gente se pregunta cómo Dios permitió que algo así sucediera. ¿Qué puede estar pensando Dios? ¿Está él realmente en control? ¿Podemos confiar que él puede manejar el universo cuando permite que eso suceda?
Es importante reconocer que Dios habita en un reino diferente. Él ocupa otra dimensión.
«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos » (Isaías 55.8-9).
Haga una anotación especial de la palabra como. Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni siquiera son como los nuestros. Ni siquiera estamos en el mismo vecindario. Nosotros pensamos: protege el cuerpo; él está pensando: salva el alma. Nosotros soñamos con un aumento de sueldo; él sueña con levantar a un muerto. Nosotros evitamos el dolor y buscamos la paz. Dios usa el dolor para traer paz. Nosotros decidimos: «Voy a vivir antes de morir». Él nos ordena: «Muere para que puedas vivir». Nosotros amamos lo que se corrompe. Él ama lo que perdura. Nosotros nos gozamos en nuestros logros. Él se goza en nuestras confesiones. Nosotros le mostramos a nuestros hijos la estrella de Nike y le decimos con una sonrisa millonaria: «Sé como Mike». Dios nos señala al carpintero crucificado con labios ensangrentados y costado traspasado y dice: «Sé como Cristo».
Nuestros pensamientos no son como los pensamientos de Dios. Nuestros caminos no son como sus caminos. Él tiene una agenda diferente. Habita en una dimensión diferente. Vive en otro nivel.
¿Dónde está Dios?
«Los cielos cuentan la gloria de Dios,
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día,
y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje, ni palabras,
ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz,
y hasta el extremo del mundo sus palabras».
(Salmo 19.1-4)
La naturaleza es el taller de Dios. El cielo es su currículum. El universo es su tarjeta de presentación. ¿Quieres saber quién es Dios? Mira lo que él ha hecho. ¿Quieres conocer su poder? Echa una mirada a su creación. ¿Sientes curiosidad por su fortaleza? Hazle una visita a su hogar: Avenida de las Estrellas número un billón. ¿Quieres saber su tamaño? Camina en la noche y mira la luz que una estrella emitió hace un millón de años y entonces lee en 2 Crónicas 2.6: «Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo?»
Él no se mancha con la atmósfera del pecado,
No está atado por la línea de tiempo de la historia,
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