CAPÍTULO 2
DEL MOVIMIENTO
¿Qué es un movimiento?
L as protestas, quejas y manifestaciones revisten la mayoría de las veces algún tipo de movilización, primordialmente de contenido social. El fenómeno de los movimientos sociales ha sido parte de la historia de la humanidad, el motor de las revoluciones, por ello es materia de múltiples investigaciones y estudios clásicos de la sociología. El ejercicio de una democracia minimizada que causa indignación en la ciudadanía y la impulsa a emprender acciones colectivas ha dado origen a una serie de movimientos sociales que serán una constante en este texto, razón por la cual comenzaremos analizando lo que se entiende por movimiento. El diccionario lo define, entre otras cosas, como:
Alzamiento, rebelión. […] Desarrollo y propagación de una tendencia religiosa, política, social, estética, etc., de carácter innovador.
El principio es que todo está en movimiento, todo vibra, nosotros mismos giramos alrededor del sol, y qué decir cuando cientos de ciudadanos se movilizan hacia determinada dirección.
Dado que los términos “alzamiento” y “rebelión” de la definición citada no me convencen para los planteamientos de este texto, recurro a la definición del término “mover”: “Hacer que un cuerpo deje el lugar o espacio que ocupa y pase a ocupar otro. Dicho de un sentimiento o estado de ánimo: inclinar o persuadir a hacer algo. Causar u ocasionar algo a alguien. Alterar, conmover. Hacer gestiones para resolver un asunto de manera rápida y eficaz”.
Esta definición nos aporta más ideas que la de “movimiento”. Hoy el cuerpo de ciudadanos debe ocupar un espacio que ha abandonado, o que nunca ocupó debido a un ejercicio limitado de derechos, y que desde hace varias décadas empezó a tratar de recuperar a través de la participación, y preponderantemente desde hace diez años con las protestas por la inseguridad de miles de mexicanos. Muchos ciudadanos queremos participar en política, lo cual no quiere decir que sea ocupando cargos públicos, así que concuerdo con uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, John Rawls: “Me interesó siempre la política, aunque no la carrera política”.
Indica el especialista Jiménez Sánchez:
El movimiento reside en dos cualidades esenciales. Por un lado, el objetivo último e inherente a un movimiento social es cambiar un orden social (u oponerse a su cambio), y por otro, se asienta en una red amplia de relaciones entre colectivos y personas que comparten una identidad colectiva. Analizando estas dos cualidades se puede decir que un movimiento es la red informal de interacciones entre una pluralidad de grupos, más o menos formalizados, y elementos que sobre la base de una identidad colectiva común tienen como objetivo la consecución del cambio social.
El cambio social es entonces una de las razones de los movimientos, y si trasladamos esto al hecho de que las protestas deben ser por algo que se pueda transformar, llegamos a la conclusión de que los movimientos de protesta deben tener un contenido de cambio para modificar una situación con la que no se está de acuerdo.
El cambio y la identidad son dos de los elementos fundamentales de los movimientos, lo cual es lógico, ya que en un movimiento ciudadano tenemos una raíz común: la identidad de la causa de construir ciudadanía y que ésta produzca un cambio en la sociedad que dé como resultado el fortalecimiento de los valores de la misma.
Uno de los estudiosos de esta materia, Rafael de la Garza Talavera, apunta: “Las teorías de los movimientos sociales […] podrían ser clasificadas en dos grandes grupos: el enfoque marxista y el funcionalista”. Y añade:
El enfoque funcionalista […] se distingue del marxismo precisamente en términos de la racionalidad de los movimientos sociales. Como antecedente de este enfoque están Max Weber y su tipología de la dominación, caracterizando al carisma como una relación afectiva y emocional con la acción, y Durkheim, que distingue a los movimientos sociales como estados de “gran densidad moral” impulsados por el entusiasmo colectivo.
Las viejas formas de los movimientos sociales fueron superadas, modificándose incluso las demandas de los mismos. A mi juicio, la ideología política se quedó corta con las nuevas necesidades de la sociedad, por lo que los ciudadanos decidieron actuar en los años sesenta y setenta. Para explicar los nuevos movimientos sociales el investigador Alberto Melucci parte de reconocer el surgimiento de un “nosotros”; es decir, de una causa común.
Parafraseando a Melucci, De la Garza indica:
Este “nosotros” supone la existencia de una solidaridad/identidad frente a la identificación precisa de un conflicto/adversario, pero además resulta fundamental que la acción colectiva rebase los canales institucionales. Este último factor abre el camino para definir una tipología compuesta por movimientos reivindicativos, políticos y antagónicos, producto de los diferentes niveles de conflicto. Los reivindicativos se concentran en la redistribución de los recursos, en la integración mínima al sistema; los políticos giran alrededor de la transformación de los canales de participación y por una mayor injerencia en la toma de decisiones; los antagónicos son el último nivel de conflictividad toda vez que aspiran al control de los medios de la producción, generando un sistema de valores alternativo.
Melucci incorpora la noción de redes, esto es, una red de grupos que comparten una cultura y una identidad colectiva. El movimiento social, agrega, no depende del impacto político revolucionario, sino “[de] un nuevo espacio político intermediario, cuya función no es institucionalizar los movimientos, ni transformarlos en partidos, sino hacer que la sociedad oiga sus mensajes y traduzca sus reivindicaciones en la toma de decisiones políticas, mientras los movimientos mantienen su autonomía”.
Por último, Melucci apunta que los nuevos movimientos sociales constituyen una crítica al orden social y a la democracia representativa, desafiando las formas convencionales de hacer política en nombre de una democracia radical.
Los paradigmas de los antiguos movimientos sociales ya son obsoletos, también los partidos políticos yacen empolvados en sus viejas estructuras y prácticas; los nuevos movimientos sociales piden participar en la toma de decisiones políticas, lo que nos encamina a una democracia participativa.
Acción colectiva
No toda acción colectiva es un movimiento social. Sidney G. Tarrow, otro de los principales exponentes de esta materia, señala: “La acción colectiva se pone de manifiesto cuando los ciudadanos corrientes —con frecuencia en alianza con ciudadanos más influyentes y con cambios en el ambiente general— unen sus fuerzas para enfrentarse a las elites, a las autoridades y a sus antagonistas sociales. Estas confrontaciones se remontan a los inicios de la historia, pero la organización, la coordinación y el mantenimiento de esa interacción constituyen la contribución específica que realizan los movimientos sociales, una intervención de la era moderna que acompañó al nacimiento del Estado moderno. La acción política colectiva surge cuando se dan las oportunidades políticas para la intervención de agentes sociales que normalmente carecen de ellas”. Respecto al cambio social que enfrentamos, a mayor participación ciudadana, menor número de confrontaciones y viceversa.
Un ejemplo muy claro de la acción colectiva lo son las organizaciones ciudadanas mismas que se pueden constituir de acuerdo al esquema jurídico de una asociación civil, o simplemente una asociación de ciudadanos de facto, a las primeras les llama Cristina Puga acción colectiva organizada y participativa. Mientras más organizaciones ciudadanas se agrupen o se sumen a este movimiento, sin duda alguna contribuyen al fortalecimiento de nuestra sociedad civil y, por ende de nuestro México, razón por la cual todos somos beneficiados.