Ciencia ciudadana
Ciencia ciudadana. Cómo podemos todos contribuir al conocimiento científico
Título original: Citizen Science. How Ordinary People are Changing the Face of Discovery
Primera edición, 2018
Primera edición en inglés, 2016
© 2016 by Caren Cooper, por el texto
© Laura Lecuona, por la traducción
Diseño de portada: León Muñoz Santini
D. R. © 2018, Libros Grano de Sal, SA de CV
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ISBN 978-607-98059-5-1 Libros Grano de Sal, SA de CV
Impreso en México • Printed in Mexico
A mis hijas, mis personajes más fuertes,
mi alfabeto completo: Abby y Zoe
Produzcan un cambio sobre algo
que no sea ustedes mismos
TONI MORRISON
El efecto de esta situación es que la medicina como profesión se ha convertido en una conspiración para ocultar sus propios defectos. Seguro puede decirse lo mismo de cualquier profesión: todas son conspiraciones contra los legos
GEORGE BERNARD SHAW
En 1837, en la reunión anual de la Royal Society de Londres, William Whewell finalmente recibió el reconocimiento que por tanto tiempo se había empeñado en conseguir. Tenía cuarenta y pocos años y era un profesional ambicioso. Aún no se casaba, pero a la larga tuvo dos esposas (una después de otra, no al mismo tiempo). Acababa de poner punto final a su libro The History of Inductive Sciences [Historia de las ciencias inductivas], que habría de convertirse en una obra sumamente influyente en la conformación de la ciencia como una actividad tan beneficiosa para la humanidad que debería recibir apoyo financiero de los gobiernos. En esa época, la reunión anual de la Royal Society tenía la tradición de honrar a dos personas que hubieran obtenido grandes logros (hoy en día honra a tres cada año). Por un giro del destino, en 1837 Whewell estuvo solo bajo los reflectores: ese año fue el único ganador de la medalla real (llamada también la “medalla de la reina”). El más alto galardón científico del Reino Unido se ha otorgado unas 400 veces desde su inicio en 1826, aunque menos de diez mujeres han estado entre los ganadores. Por si el calificativo de “real” no termina de comunicar la importancia y el prestigio de este premio, ayudará saber que Charles Darwin lo recibió dos veces. La medalla real de la Royal Society representa la entrada a un exclusivo club profesional de académicos que producen nuevo conocimiento para beneficio de la humanidad. Su lema: Nullius in verba (“No te fíes de la palabra de nadie”).
Subrayo la elevada y exclusiva reputación de la medalla real porque habérsela dado a Whewell por un logro específico con sus investigaciones es de cierta manera una gran ironía. Whewell recibió ese homenaje por sus aportaciones académicas a la comprensión de las mareas oceánicas en un proyecto que llamó el “gran experimento de las mareas”, y sin embargo logró hacer su investigación basándose en casi un millón de observaciones recabadas por miles de personas comunes y corrientes que vivían en pueblos de la costa. Entre los voluntarios había oficiales de astilleros navales, marineros, capitanes de puerto, personas que confeccionaban tablas de las mareas locales, topógrafos costeros, militares profesionales y observadores amateurs. A partir de pequeñas notas reunidas por miles de personas mientras se ocupaban de sus vidas cotidianas, Whewell elaboró y puso a prueba sus teorías.
Whewell fue un pionero de lo que hoy llamamos ciencia ciudadana. Lo fue, sin duda, por necesidad: él hizo lo que se necesitaba para cumplir con su programa de investigación, y basarse en el trabajo de voluntarios ubicados a la orilla de los mares mejoró la calidad de su investigación. Como director de una orquesta global, coordinó a miles de personas de nueve países y colonias en ambos lados del Atlántico para la medición sincronizada de las mareas. En nuestra época, cuando millones de personas se sientan y ven el Super Bowl al mismo tiempo, esta sincronía puede parecer trivial a primera vista. Te reto, pues, a que organices, sin ayuda del teléfono o de internet, una reunión de aunque sea cinco amigos a determinada hora en una cafetería concreta el mes entrante: a ver cuántos se aparecen. En el caso de Whewell, organizó a los voluntarios en más de 650 estaciones de observación de mareas para que siguieran sus instrucciones específicas y midieran la marea día y noche exactamente en los mismos momentos a lo largo de dos semanas de junio de 1835. Las mediciones simultáneas en playas y puertos de todo el mundo eran un factor clave porque esperaba trazar líneas cotidales a todo lo ancho del océano: era como jugar a unir los puntos de puerto a puerto. Se preguntaba si la hora de las mareas bajas, por ejemplo, en Londres correspondía con la de las mareas altas, digamos, en Boston. Descubrió que el océano era más complejo que un plato de sopa balanceándose.
Hoy en día la ciencia ciudadana no sólo cumple con objetivos de investigación, sino que ayuda a lo que se califica de educación científica informal (es decir, aprendizaje que tiene lugar sin un libro de texto o fuera del salón de clases). Whewell no tenía el propósito de aumentar los conocimientos científicos de la población, y el hecho de que sus ideas fueran un esfuerzo colectivo no representó una ventaja a ojos de la Royal Society. Recibió la distinción porque sus ideas eran importantísimas. El Reino Unido era un imperio y, si dominaba los viajes transoceánicos, podía monopolizar el comercio mundial. Resolver la complejidad de las mareas tenía sus bemoles y era fundamental para moverse de puerto en puerto. El conocimiento básico de que la Luna influye sobre las mareas estaba aceptado desde tiempos de Galileo, pero esa abstracta relación de causa y efecto no era útil en la predicción cotidiana del nivel de las mareas locales. Quienes preparaban las tablas de mareas eran personas con sencillos secretos transmitidos de generación en generación; en lo local eran muy confiables, pero no podían extrapolarse a otros puertos. Como pionero de la ciencia ciudadana, Whewell también creó una nueva especialidad científica a la que llamó mareología y estaba a la vanguardia de los empeños por separar el estudio de las mareas de los estudios celestes y poner los pies en el suelo (o en la playa) para poder hacer predicciones reales y confiables en cualquier puerto. Sin embargo, incluso después del logro real de Whewell, las tablas de mareas todavía fueron difíciles de mejorar. Más de cien años después del trabajo de Whewell, 300 personas murieron ahogadas a consecuencia de una inesperada marea alta en el río Támesis en 1953.
FIGURA 1. En un ejemplo pionero de ciencia ciudadana, William Whewell organizó el “gran experimento de las mareas”, un ejercicio de recolección de datos que contribuyó en gran medida a sus premiadas investigaciones sobre las mareas oceánicas. En el “gran experimento de las mareas”, miles de personas comunes y corrientes monitorearon de manera simultánea las mareas con instrumentos especiales en cientos de ubicaciones a lo largo del mundo entero, ofreciendo a Whewell millones de observaciones, con las que él pudo elaborar y probar sus teorías.