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Héctor Abad Faciolince - Ah el amor...

Aquí puedes leer online Héctor Abad Faciolince - Ah el amor... texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2022, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial España, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Héctor Abad Faciolince Ah el amor...
  • Libro:
    Ah el amor...
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    Penguin Random House Grupo Editorial España
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    2022
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Ah el amor...: resumen, descripción y anotación

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Flash recupera «Ah, el amor...», un maravilloso conjunto de ensayos cortos procedentes de Las formas de la pereza, libro hasta ahora inédito en España. Incluye un nuevo texto del autor que demuestra que el amor y su eternidad están más vigentes que nunca.

Héctor Abad Faciolince, una de las voces más poderosas de la literatura latinoamericana actual, ahonda en el amor y sus formas para ofrecer un retrato fiel, agudo y ameno del mito romántico y los caminos —si es que existen— a través de los que llegar a él.

Como el propio autor señala, no somos ángeles, sino humanos, y todas nuestras acciones están traspasadas por la inevitable imperfección. Para tratar de perdonar y de perdonarse las miserias inherentes a la naturaleza humana, Faciolince conversa con Quevedo, con Lope de Vega, con Tolstói, con Voltaire, con Kant o con san Pablo. En ellos descubre la verdad más pura de todas: el amor, esa trampa de la naturaleza, es y seguirá siendo una mentira en la todos creemos y una trampa en la que todos queremos caer.

«Puede que nos convenga estar solos, pero lo cierto es que muy pocos soportan la soledad. Por eso nos casamos y descasamos y volvemos a casar: por una lucha sin fin para evadir la soledad, a través de un matrimonio ideal (si se pudiera), pero si no, al menos a través de un matrimonio real».

DeEl olvido que seremosse dijo:
«La más apasionante experiencia de lector de mis últimos años».
Mario Vargas Llosa

«Un libro tremendo y necesario, de un coraje y una honestidad arrasadores. Por momentos me he preguntado cómo ha tenido la valentía de escribirlo».
Javier Cercas

«Un libro hermoso, auténtico y conmovedor».
Rosa Montero

«No sé si un libro puede cambiar la vida, pero sí que puede alterar tu reloj biológico. Me mantuvo en vigilia toda la noche. Es un libro con boca. La boca inolvidable de la gran literatura que ha sobrevivido a la extinción de las palabras».
Manuel Rivas

Héctor Abad Faciolince: otros libros del autor


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Edición en formato digital marzo de 2022 2007 2022 Héctor Abad Faciolince - photo 1

Edición en formato digital: marzo de 2022

© 2007, 2022, Héctor Abad Faciolince

© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.

Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona

Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial

Imagen de portada: iStock

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ISBN: 978-84-17906-78-8

Composición digital: Penguin Random House Grupo Editorial / Marta Artigas

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Ah, el amor
Héctor Abad Faciolince

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Flash recupera «Ah, el amor», un maravilloso conjunto de ensayos cortos procedentes de Las formas de la pereza, libro hasta ahora inédito en España. Incluye un nuevo texto del autor que demuestra que el amor y su eternidad están más vigentes que nunca.

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Héctor Abad Faciolince, una de las voces más poderosas de la literatura latinoamericana actual, ahonda en el amor y sus formas para ofrecer un retrato fiel, agudo y ameno del mito romántico y los caminos —si es que existen— a través de los que llegar a él.

Como el propio autor señala, no somos ángeles, sino humanos, y todas nuestras acciones están traspasadas por la inevitable imperfección. Para tratar de perdonar y de perdonarse las miserias inherentes a la naturaleza humana, Faciolince conversa con Quevedo, con Lope de Vega, con Tolstói, con Voltaire, con Kant o con san Pablo. En ellos descubre la verdad más pura de todas: el amor, esa trampa de la naturaleza, es y seguirá siendo una mentira en la todos creemos y una trampa en la que todos queremos caer.

«Puede que nos convenga estar solos, pero lo cierto es que muy pocos soportan la soledad. Por eso nos casamos y descasamos y volvemos a casar: por una lucha sin fin para evadir la soledad, a través de un matrimonio ideal (si se pudiera), pero si no, al menos a través de un matrimonio real».

Héctor Abad Faciolince nació en Medellín (Colombia), en 1958. Estudió Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín (Italia). Además de ensayos, traducciones y críticas literarias, ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Asuntos de un hidalgo disoluto (Alfaguara, 1994), Tratado de culinaria para mujeres tristes (Alfaguara, 1997), Fragmentos de amor furtivo (Alfaguara, 1998), Angosta (2003), El olvido que seremos (2006; Alfaguara, 2017; llevada al cine en 2020 por Fernando Trueba, reconocida por los festivales de Cannes y San Sebastián y ganadora del Goya 2021 a la mejor película iberoamericana y de cinco de los principales premios Platino 2021), La Oculta (Alfaguara, 2015) y Lo que fue presente (Alfaguara, 2020). Con su tercera novela, Basura (2000), obtuvo en España el I Premio Casa de América de Narrativa Innovadora. Ha publicado también un libro de poemas, Testamento involuntario (2011); uno de ensayos, Las formas de la pereza (2007), y otro de narrativa, Traiciones de la memoria (Alfaguara, 2009). De sus libros hay traducciones a más de quince idiomas.

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Los remedios del tálamo sobre el amor latino Se suele dar el nombre de - photo 5

Los remedios del tálamo
(sobre el «amor latino»)

«Se suele dar el nombre de amor a mil quimeras», dice Voltaire en su Diccionario filosófico, y tiene razón, pues la noción de «amor» es tan vaporosa que sus definiciones más precisas han sido dadas por personas muy poco preocupadas por la exactitud, quiero decir, por los escritores de versos, y en el lenguaje típico de la ambigüedad, el poético. Los barrocos españoles, por ejemplo, se empeñaron en definirlo en cápsulas de catorce endecasílabos. De estos sonetos «definiendo el amor», voy a usar el que a mí me resulta más convincente, de Quevedo, que, como verán, es algo contradictorio:

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde, con nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el postrero parasismo;

enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, este es su abismo.

¡Mirad cuál amistad tendrá con nada

el que en todo es contrario de sí mismo!

La conclusión de Quevedo, a tono con su filosofía estoica y desilusionada, es bastante pesimista: el amor es algo que tiene muchísima amistad con nada; el amor, en últimas, no es nada. Quevedo nunca tuvo relaciones fáciles con el cuerpo y con el amor, asociado muchas veces en su poesía con lo engañoso, cuando no con lo monstruoso. Lope (un poeta de vida mucho más alegre), en cambio, en un soneto que persigue también una definición del amor a través de oxímoros, llega a una conclusión menos teñida de desencanto, pero totalmente refugiada en la subjetividad: no puede definir el amor, pero todos los enamorados lo entienden: «Quien lo probó lo sabe». Su soneto, en todo caso, es un registro de casi tantas contradicciones como el de Quevedo. Oigámoslo:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso.

No hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso.

Huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño.

Creer que el cielo en un infierno cabe;

dar la vida y el alma a un desengaño,

¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.

Dejemos así definido el amor, al menos por el momento, para pasar a definir el segundo elemento del tema propuesto. Para entender el adjetivo «latino», voy a usar al poeta latino por antonomasia, Virgilio. En la Eneida descubrimos de dónde viene esta palabra. Según el mito, en el Lacio hubo un rey llamado Latino, el padre de Lavinia, es decir, la mujer que acabaría siendo la esposa de Eneas y la fundadora de la estirpe de los latinos. Quizá para entender lo que es un amor latino, nada mejor que remontarnos a ese prototipo, a ese primer amor latino, el de Eneas y Lavinia.

Eneas, primero que todo, era un tipo casado. Casado y enamoradizo. De su condición de enamoradizo, sin embargo, este príncipe troyano no era culpable, ya que esta característica suya era genética, pues como se sabe Eneas era hijo de Afrodita, la diosa del amor, y el gen amoroso transmitido por Venus provoca reacciones incontenibles en cuanto se supera el umbral de la pubertad. Eneas se había casado prematuramente con Creúsa, hija del rey Príamo, pero cuando salió de Troya en plena artimaña del caballo, con las carreras del último momento, se le olvidó cargar a la esposa en las naves. Cuando se dio cuenta de este terrible olvido, Eneas dio marcha atrás, consternado, pero ya era muy tarde: el descuido lo dejó viudo. Después de innumerables peripecias, la flota de Eneas va a atracar en Cartago, ciudad que era gobernada por la hermosa Dido. Cuando Dido ve a Eneas, cuenta Virgilio, ésta siente que «la blanda llama carcome sus médulas, y dentro de su pecho vive la herida callada». Venus misma se encarga de que, por pura casualidad, Eneas y Dido coincidan a solas en una oscura cueva, donde fueron inútiles todos los esfuerzos de ambos para evitar que pasara lo que pasó. Dido y Eneas empezaron a vivir en Cartago como esposos, muy felices, aunque con el público escándalo de no haberse casado todavía, hasta que a Dido, harta ya de tanto concubinato, se le escapó una palabra tremenda, matrimonio, y ahí fue Troya de nuevo, pues Eneas se acordó de que el Destino le tenía reservados otros rumbos. Alistó las naves a escondidas de Dido, pero todo se sabe, y Dido llegó a tiempo para decirle: «¡Traidor!, ¿osas abandonarme cuando hasta yo misma me he entregado a tus caricias?». Todas las súplicas y hasta las amenazas fueron vanas. Cuando Dido vio las velas de Eneas desplegadas que se alejaban de Cartago, hizo una gran pira donde quemó la cama y las sábanas del pecado y todas las pertenencias de su amado menos una: su espada. Sobre el filo de esta espada se arrojó y después sobre el fuego, donde ardió su cuerpo enamorado hasta volverse ceniza enamorada. Lo último que Eneas ve de Cartago es el resplandor y el humo de la pira funeraria donde se inmola Dido. Otro amor que termina, como los de Góngora, «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada». Voy a saltarme el viaje de Eneas al mundo de la ultratumba, el que siglos más tarde le servirá a Dante de modelo para su

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