Con un estilo sencillo y divertido, este libro nos explica la historia del amor y de cómo surgió. Pero, no sólo eso, además nos describe los distintos tipos de amor que existen y nos descubre los cuentos, leyendas, películas y canciones más importantes que se han escrito sobre el tema.
Acompañado por expertos del amor de la talla de Zenet, Marwan o Verónica Romero, Rielo responde a todas las preguntas que podamos tener sobre el amor y nos ofrece una serie de ejercicios y trucos para poner en práctica sus enseñanzas.
Prólogo
Eso sí que es hacer el amor
Os voy a ser sincero: no me he leído el libro. No lo he hecho porque quería hablaros de Ángel Rielo, (para mí, Rielito), ese hombre que no es en realidad un hombre, sino un ser humano constituido por 78 kilogramos de amor. De eso va este libro, ¿no?
Rielo es una gran persona por motivos muy variados: porque siente mucho amor por los otros, porque es cariñoso, generoso, considerado y justo, y porque sabe lo que es ser infeliz. Y como muchos de los que en su infancia probaron el sabor de la infelicidad, conoce el valor que tiene mejorar la vida de otras personas, cambiar el signo de sus vidas. Y lo mejor de todo es que sabe que eso es posible. Quizá no puedas cambiar la vida de una persona por completo, pero siempre puedes encenderla, activar una llama o aliviarla de cargas, y eso a Ángel se le da de maravilla. Ésa es su cruzada, a eso ha consagrado su vida, a tratar de que tú y todos los que se cruzan con él se sientan mejor. No está mal, ¿verdad?
Cuando conoces a Rielo te das cuenta de que es un ladrón, un maldito asaltador. Antes de que te enteres ya ha entrado en tu corazón sin permiso. La ganzúa que usa para abrir la cerradura de tu casa es la risa, la que te provoca. Su bondad y autenticidad también ayudan. Te seduce el muy cabrón, es un trilero, y antes de que te des cuenta, te la ha colado. Sí, la risa, y la felicidad también. Y entonces te roba todo eso que te estaba sobrando: el aburrimiento, la tristeza, la ira y la inapetencia, esa sensación de desagrado que tan a menudo se cuela en nuestras vidas. Lo dicho, es un ladrón, el muy bellaco te lo quita todo sin que te enteres. Bellaco, qué gran palabra.
Ernst Jünger dijo una vez algo maravilloso que conecta a la perfección con Rielo y con la idea de este libro: «La verdadera medida del valor que poseemos es ésta: el crecimiento que los demás experimentan merced a la fuerza de nuestro amor». Ángel no ha escrito este libro para colgarse una medallita, alimentar su ego y ganar un buen dinerito con el adelanto editorial. Qué va, el motivo es otro. Lo ha escrito por amor (para crecer y para que crezcas), para el amor (para ofrecerlo y extenderlo), con amor (dando lo mejor de sí) y, sobre todo, lo ha escrito para que el propio amor sepa que aquí tiene a uno de sus guerreros. Porque sabe que la vida a menudo está cayendo por el sumidero de la angustia. Él quiere hacer lo que pueda para hacer el mundo más bello, y este libro es una muestra de ello. Lo bueno de recogerlo por escrito es que en cualquier momento puedes acudir a por una caricia o a por un consejo o lección, pues la letra impresa es una especie de compañero, siempre a mano.
Reconozco que, según he ido escribiendo este prólogo, he echado un vistazo a unas cuantas páginas. No soy tan mísero como para ponerme a pontificar aquí sin tener ni idea del contenido del libro. Con sólo ver el índice me ha bastado para quedarme encantado con la amplitud de miras del mismo, con la cantidad de ángulos de visión desde los que aborda el amor y todas sus facetas, que son múltiples. El amor no es sólo una cosa, sino millones. Tiene millones de caras, se da en multitud de escenarios, y puede estar dirigido a personas muy diversas con las cuales mantenemos vínculos diferentes (amor familiar, amor de pareja, amistad, amor propio, amor al prójimo, etc.). Sobre todo, algo que tenemos que tener muy en cuenta es que el amor no es siempre lo mismo, sino que el concepto del amor es algo que cambia con el tiempo. Por eso no se puede decir que el amor sea sólo esto o esto otro. No, requiere reflexión, profunda reflexión y humildad, pues es mucho más grande que nosotros.
Rielo es un hombre maduro, no es un niño, aunque su niño interior gobierne su mirada. Por ese motivo este libro nos da una visión madura del amor, una visión que sólo se alcanza cuando te has quitado las gafas del encantamiento infantil y del amor idealizado, y por eso habla, en definitiva, de un amor sano y, por tanto, ideal, de un amor lleno de reflexión, autoconocimiento, experiencia y sabiduría.
¿Y qué es el amor? Como acabo de comentar, el amor es un concepto que va cambiando con el tiempo. Como yo esta semana cumplo los cuarenta (edad madura, ven a mí), os voy a contar el concepto que tengo actualmente de él. Hoy, 27 de febrero de 2019, siento que el amor es una capacidad. De conectarnos con nosotros y de respetarnos, de considerarnos y, fruto de ello, una capacidad para conectar con los otros, respetarlos y considerarlos. De ahí que los mayores manifestadores del amor sean la empatía y la compasión. La capacidad para considerar al otro, a uno mismo y a la naturaleza es amor hecho acción, y es también la receta de tres patas que te convierte de golpe en un ser decente. Si cumples con estos tres requisitos, si cuando haces algo piensas en si eres considerado contigo, con el resto y con la naturaleza, créeme, estás lleno de amor y estás haciendo de este mundo un lugar más sano y habitable. El amor, por tanto, es una manera de curarnos, de librarnos del egoísmo y la desconsideración, esos venenos que están destruyendo las relaciones personales, los derechos de los seres humanos y de los animales y el planeta.
Sigo con mis reflexiones. El amor es más cosas, y con el tiempo he aprendido que, aunque nos lo hayan cantado en tantas canciones, el amor no es darlo todo, aunque darlo todo a veces forme parte del amor. Porque para amar bien a veces no hay que dar nada, dejando así que el otro, al no recibir de más, pueda desarrollarse por su cuenta y no alimentándose sólo de nuestras limosnas o préstamos amorosos. Amar, por tanto, a veces es dar y a veces es no dar nada en absoluto. Esto es algo que se tarda en comprender, sobre todo cuando nos premian y nos hacen sentir importantes por aportar algo a la vida de los otros, algo que sucede muy a menudo. Hace un tiempo leí, y que me perdone su autor porque no lo recuerdo, que cuando ayudas un poco a alguien, lo ayudas mucho, y cuando lo ayudas mucho, no lo ayudas nada en absoluto. El amor, por tanto, consiste unas veces en dar y otras veces en apartarse. En ambos casos hay algo en común, y es que, aunque no siempre consista en dar, el amor siempre consiste en acompañar.