Sinopsis
El rostro bautista es, desde la década de 1930, una de las manifestaciones de la presencia y testimonio de los evangélicos en el Perú. En este libro el autor busca mostrar el ser, pensar y hacer de los bautistas. Nos ofrece, en primer lugar, un relato de su propio peregrinaje como bautista, esforzandose por recuperar la memoria histórica de su denominación. En segundo lugar, presenta un bosquejo de la práctica misionera y de la teología de los bautistas. Completa su obra con una serie de semblanzas de varias personalidades que encarnan la vivencia actual de la herencia bautista en diferentes lugares del mundo.
Un pueblo en tiempo de misión
Samuel Escobar Aguirre
© 2016 Samuel Escobar Aguirre
Primera edición digital, enero 2021
Categoría: Vida de la iglesia - Misiones - Historia
ISBN N° 978-612-4252-96-9 | Edición digital
ISBN N° 978-612-4252-09-9 | Edición impresa
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ISBN N° 978-612-4252-96-9
Capítulo 4
¡Benditos pacificadores!
Dos noticias recientes, una en la prensa secular y otra en la prensa evangélica han hecho volver mi pensamiento hacia las palabras de Jesús: “Bienaventurados los pacificadores”. Una mostraba una foto del expresidente de los Estados Unidos Jimmy Carter luciendo una guayabera mientras estaba de visita en Cuba. La otra daba cuenta del fallecimiento del Dr. Gustavo Parajón, conocido médico y líder evangélico en Nicaragua y en toda América Latina. Las noticias me llamaron la atención en parte porque ambos pertenecen al pueblo bautista, y en parte porque sé por mi mínima experiencia lo difícil que es ser un pacificador, empezando en la propia casa de uno, cuanto más en el nivel internacional. Y tanto Carter como Parajón han sido eso: pacificadores, constructores de la paz. En un ambiente tan tenso y crispado como el que se vive en esta España en proceso electoral, en medio de una crisis económica, bien vale la pena reflexionar sobre este tema.
El presidente pacificador
Cuando le otorgaron el Premio Nóbel de la Paz al expresidente Jimmy Carter fui a la Casa del Libro a buscar alguna biografía de Carter o algún libro escrito por él. El librero me miró entre curioso y sorprendido, y luego buscó en su computadora. No, no había nada disponible. Iluso de mí. A los hombres de la talla moral de Carter se los ve en los titulares de los diarios pero de ahí no pasa. Si se tratase del último autor americano de novela negra, de la autobiografía de una actriz o de un libro de ayuda propia sobre cómo volverse millonario eso se traduce del inglés y se publica pocas semanas después de su aparición en Estados Unidos. Pero Carter no es el tipo de material que interesa a los editores para quienes publicar es sobre todo un buen negocio. Lo triste es que si voy a la librería evangélica más cercana tampoco tengo suerte porque lo que abunda son libros sobre demonología, clásicos del siglo xix y voluminosas novelas escatológicas. La biografía de un profesor de escuela dominical que también fue Presidente de su país parece no llamar la atención de los editores evangélicos, aunque hay que reconocer que hace una veintena de años la Casa Bautista de El Paso publicó su libro Por qué no lo mejor .
Una de las cosas que más me gusta de Carter es que desde joven ha sido un fiel profesor de Escuela Dominical, y hasta pasados los ochenta años siguió siéndolo. No es de esos que se han vuelto evangélicos de la noche a la mañana para ganar votos. Tengo a la mano en mi oficina dos libros en inglés de Jimmy Carter. Uno lleva como título Las creencias personales de Jimmy Carter y es fruto de un estudio y reflexión que le llevó muchos años. El libro es un esfuerzo por entender la compleja realidad del Medio Oriente. Tiene una cronología histórica de esa región que va desde el año 9 mil antes de Cristo hasta 1985; la acompañan cinco excelentes mapas que incluyen tanto el viaje de Abraham como el establecimiento del Estado de Israel y la situación en 1984.
La intención del libro es clara. Carter quiere que sus lectores traten de entender una situación política, económica y social tan compleja, escuchando las voces de cada unos de los países participantes en los conflictos: Israel, Siria, Líbano, los Palestinos, Jordania, Egipto y Arabia Saudita. Hay un capítulo dedicado a cada uno. Carter y su esposa habían viajado a todos estos países, entrevistando autoridades, escuchando a intelectuales representativos, leyendo informes y observando la vida diaria de la gente. Una de las cosas que Carter hizo al dejar la presidencia de su patria fue crear en la Universidad Metodista de Emory el Centro Carter, en 1982. Se trata de una organización sin ánimo de lucro y políticamente no partidaria que realiza esfuerzos para resolver conflictos, promover la democracia, proteger los derechos humanos y prevenir plagas y otras aflicciones. Luego de su viaje por Medio Oriente el Centro Carter organizó una consulta internacional para analizar la situación política, militar y social de esa región. Se trataba de que en la consulta se pudiera escuchar voces representativas de cada uno de los países mencionados.
Quienquiera que se haya esforzado por ayudar a dos partes a resolver un conflicto sabe qué importante es escuchar a ambas partes. Pero eso no siempre es fácil. Hasta donde sea posible el pacificador tiene que ser neutral. De otra manera no va a conseguir que las dos partes se escuchen mutuamente. El libro de Carter La sangre de Abraham es un claro esfuerzo en esa dirección. En el capítulo seis de su libro Fe viviente , Carter cuenta cómo al perder la reelección para Presidente quiso regresar a la vida privada pero decidió entrar en una nueva carrera y con su esposa Rosalyn fundaron el Centro Carter. Mientras fue presidente Carter había empezado el proceso de pacificación en Medio Oriente conocido como “Camp David” y cuenta que se sentía frustrado de que el esfuerzo por continuar el proceso con los palestinos, Jordania y Siria había sido casi abandonado por la administración de su sucesor, el actor Ronald Reagan. “Mi esperanza era —escribe Carter— que si de alguna manera yo pudiera usar mi conocimiento y experiencia para ocuparme de éste y otros conflictos en el mundo y, con la aprobación de Washington, tal vez Rosalyn y yo podríamos intervenir con algunos esfuerzos de mediación. Al comienzo de la década de 1980 nuestras visitas al Medio Oriente recibieron apoyo oficial, y yo siempre presenté informes completos al Secretario de Estado y a la Casa Blanca. En algunas ocasiones también me reuní secretamente con líderes palestinos”.
Uno de los biógrafos de Carter, Rod Troester, ha estudiado su carrera desde que abandonó la presidencia y el título de su libro es elocuente: Jimmy Carter como pacificador: una biografía pospresidencial (1996). Troester nos recuerda que se ha dicho que Carter es “el mejor expresidente de los Estados Unidos” y que su presidencia “se caracterizó por el énfasis en los derechos humanos, las causas humanitarias y la negociación en vez de la confrontación”. El propio Carter en su libro Fe viviente cuenta lo difícil que es tomar decisiones cuando uno está en una posición de poder como la que él ocupó. Narra cómo en los catorce últimos meses de su presidencia, su voluntad de paz fue severamente puesta a prueba por dos situaciones. Primero, por la invasión soviética de Afganistán, que pretendía avanzar hacia Pakistán e Irán; y luego por la revolución contra el Sha de Irán, cuando los revolucionarios del Ayatollah Khomeini invadieron la embajada de Estados Unidos en noviembre de 1979 y retuvieron a sesenta y seis estadounidenses como rehenes.