Agradezco a mi hermano Mario por su ayuda en la corrección idiomática y sus recomendaciones para el buen uso del lenguaje.
A Jaime Echeverry, por sus consejos y su paciencia en la lectura juiciosa del manuscrito.
A Natalia Arboleda, por sus consejos iniciales, cuando esta obra era apenas una idea.
A Silvia Delgado, que, con paciencia de orfebre, revisó los borradores, entregó opiniones y me impulsó a no desistir.
E n la memoria no hay un orden. Los recuerdos son como instantáneas que se mezclan entre sí, sin cronologías ni jerarquías. Fiel a la naturaleza de la memoria, Humberto de la Calle abre su pasado y narra los momentos que definieron su vida. Reconstruye los hechos e ideas que formaron sus convicciones y que forjaron sus principios. Como gran observador, sus anécdotas parecen desentrañar nuestra cultura política y muestran las dificultades de una vida fundada en la búsqueda de la libertad de conciencia y la lucha contra el dogma.
Con historias de su adolescencia en la católica Manizales, emotivos relatos de cómo se vivió desde adentro la Constitución de 1991, semblanzas de personajes que han dado forma al país actual y distintas confidencias de su prolija vida pública, Humberto de la Calle compone un testimonio lleno de vitalidad y lucidez.
HUMBERTO DE LA CALLE LOMBANA
(Manzanares, Caldas, 14 de julio de 1946) es abogado, político y escritor; fue registrador nacional del Estado Civil (1982-1986) y magistrado de la Corte Suprema de Justicia; fue ministro de Gobierno (1990-1993) durante el mandato de César Gaviria, donde representó al Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente de 1991; fue vicepresidente de la República durante el gobierno de Ernesto Samper (1994- 1996), cargo al que renunció; en el 2000, fue ministro del Interior en el gobierno de Andrés Pastrana y embajador ante la OEA (2001 - 2002). Tras un distanciamiento de la vida pública, fue designado en el 2012 como Jefe de la Delegación del Gobierno de Juan Manuel Santos en el Proceso de Paz con las FARC . En el 2018 participó como candidato en las elecciones presidenciales y en el 2019 publicó Revelaciones al final de una guerra, sobre el proceso de paz de La Habana.
Título de la presente edición: Memorias dispersas
Primera edición: junio de 2021
© 2021, Humberto de la Calle
© 2021, de la presente edición en castellano para todo el mundo:
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ISBN 978-958-5132-26-9
Conversión a formato digital: Libresque
P RÓLOGO
La vida no es una secuencia lineal de hechos relevantes. Es más bien un collage. Pienso en este libro como una colección de instantáneas, momentos tan deshilvanados como la existencia misma, como ese caldo de anzuelos que es la memoria, que va y vuelve, que mezcla sentimientos y los transforma. Por eso quise narrar lo que ocurría tras los visillos. Meditaciones en solitario. Como en el juego de sombras chinescas que mi tío Manuel ejecutaba con maestría. Si el abrazo de dos manos puede ser un conejo, ¿por qué no valen tanto como el orden del día de la Constituyente, los pequeños incidentes, las curiosidades anodinas? ¿Lo anodino no es parte de la vida? El lector, si lo hay, puede ir en orden o en desorden. Dicho de otro modo, no hay un orden. Porque la simple secuencia de minutos y segundos en la vida no siempre ordena. A veces desordena. Ofrezco estos flashes como un acto de autovoyerismo. Un ejercicio de fisgoneo aprovechando la ventana abierta del confinamiento por la pandemia. Es también la forma de honrar a Rosalba, mi compañera, cuya compañía me sirvió de inspiración. Y es, también, una remembranza para mis hijos y nietos.
Pero si se me preguntara cuál es el propósito final de este libro, podría decir que es una suma de testimonios sobre la libertad como construcción que se logra día a día mediante la acumulación de pormenores, gestos, equivocaciones, contramarchas, y que, al enhebrarlos, terminan expresando un hilo, fuerte a veces, diluido en otras, sutil unas veces más. El hilo de la lucha contra el dogma. Ahora que se abre una incógnita en el mundo sobre lo que nos espera, cuando el autoritarismo ha abierto sus fauces valiéndose de un enemigo microscópico, el coronavirus, es pertinente llamar la atención sobre los riesgos de la intolerancia. Intento examinar la singladura de Colombia, a partir de varios momentos, pero sobre todo tomando como momento central el año de 1991 y la Constitución. Veo una sociedad que entró con entusiasmo a recorrer el camino del pluralismo, pero que a partir de cierto momento afronta un reflujo.
Uno de los catalizadores del retroceso proviene de decisiones políticas. Hay una deriva autoritaria en la coalición gobernante. No obstante, es difícilmente percibida por la opinión. En parte, porque la apelación al pueblo toma el ropaje de la democracia directa pero no para exaltar su enorme potencial democratizador, sino para afectar derechos de las minorías difícilmente labrados. Esta vestidura oscurece el panorama de la reflexión nacional. Y en parte, también, porque ante el aluvión de situaciones críticas, el espacio para las preocupaciones está copado. Algunos de los indicios de esta deriva aparecen para muchos como discusiones abstractas, de especialistas e intelectuales, bastante alejadas del coletazo social y económico de la pandemia, el acumulado de muertes y la persistencia de la violencia en ciertas zonas. “Con el fusil en la sien, no tengo forma de pensar en constitucionalismos”, me dijo un campesino. Otro elemento neutralizador es que tampoco puede decirse que el presidente Duque sea una especie de Pinochet. Las clásicas medidas de la represión pura y dura desembozada —torturas, juicios en cortes militares— no hacen parte del panorama. El aluvión de masacres y la oleada de asesinatos de líderes sociales y excombatientes se diluye en un continuum de violencias que hunden sus raíces en el pasado, argumento que el Gobierno ha utilizado con eficacia.
No obstante, el panorama acumula indicios preocupantes. Masacres a tutiplén. Asesinato de líderes y excombatientes son evidencia de un grado de descontrol territorial. Una muestra, también, de que la política de seguridad ha sido rebasada. Y de que la oportunidad que brindó el Acuerdo del Fin del Conflicto no ha sido aprovechada. Es probable, además, que, de cara al proceso electoral venidero, estos indicios se intensifiquen.
Una vieja tesis del partido gobernante, el llamado Centro Democrático, es la erección del Estado de opinión