© EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.
S antifíquese usted pero hágalo de la manera como Dios quiere que usted sea santo. Dios no lo quiere a usted como un santo de la rigidez y del silencio de los trapenses o de los ermitaños. El quiere que usted se santifique en medio del mundo, en la vida social y, si es necesario, también en el gozo y agrado del verano, en las vacaciones. La santidad consiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Sea usted un santo que conversa con todos sin diferencia, que con todos habla sobre cosas permitidas para terminar sus conversaciones dirigidas hacia sus inquietudes apostólicas. Sea usted santo no sólo entre la muchedumbre de publicanos y pecadores sino también en sus conferencias científicas, en sus reuniones culturales, en la cátedra y en el círculo de los hombres de ciencia. En una palabra, sea usted santo haciéndose todo para todos, para ganar a todos para Cristo y haciendo recto uso de los talentos que la divina Providencia le ha dado para la conservación de su salud física .
Presentación
S choenstatt está en deuda con su fundador, el P. José Kentenich, porque está en deuda con san Vicente Pallotti.
Vicente Pallotti, para la gran mayoría de los schoenstatianos, actualmente es un desconocido. Tal vez han escuchado su nombre o han visto su estatua en alguno de los santuarios de Schoenstatt, pero poco o nada sabe de él.
Esta realidad contrasta fuertemente con el lugar que el P. Kentenich daba a Pallotti en relación a la Obra de Schoenstatt, con la visión que él poseía de este santo, pionero del apostolado de los laicos y visionario de la Iglesia del futuro, de quien, él mismo, como fundador, había asumido la Confederación Apostólica Universal como una de las tres finalidades centrales de su Obra.
Sabemos que el P. Kentenich ingresó a la comunidad de san Vicente Pallotti y que fue miembro de ella prácticamente durante toda su vida. Para el fundador de Schoenstatt este hecho no era algo irrelevante. Dios, en su Providencia, mediante esta circunstancia, lo puso en contacto con san Vicente Pallotti. Guiado por la divina Providencia, el 18 de Octubre de 1914, selló una alianza de amor con María, pidiéndole que ella se estableciese en la pequeña capilla de Schoenstatt y que, desde allí, iniciara una obra de renovación. Dos años después, en 1916, llegó al convencimiento de que la nueva fundación abría las puertas para que la obra original que había fundado Pallotti, que después de su muerte había desaparecido, resurgiera y se hiciera posible a partir de la alianza de amor sellada con María en el santuario.
Basado en la fuerza de esa alianza de amor, creyó que podía aventurarse a hacer suya la “obra Mamut” con la cual Pallotti había soñado, a saber, poner en marcha una confederación de las comunidades apostólicas en la Iglesia.
A partir de ese momento, junto a la misión propia de Schoen-statt, es decir, la formación de un hombre nuevo en una nueva comunidad y el rescate de la misión salvífica de Occidente, se agregaba una tercera finalidad para la Obra de Schoenstatt: la Confederación Apostólica Universal, fin que no tenía origen en él sino en el carisma de san Vicente Pallotti.
¿Por qué, siendo tan claro y tan reiteradamente afirmado lo expuesto por el P. Kentenich, hoy no se percibe la actualidad e importancia de esta tercera meta de Schoenstatt? ¿Por qué la persona y el carisma de san Vicente Pallotti no logran mover el corazón e impulsar acciones en pos de la consecución de esta meta?
Los motivos son diversos. En primer lugar, el mismo P. Kentenich, estratégicamente, antes de abocarse a esta tercera finalidad de Schoenstatt en sí misma, centró sus fuerzas en dar vida a Schoenstatt como tal. Con ello pretendía preparar el momento en que la Familia de Schoenstatt pudiese asumir fecundamente esta tercera finalidad de la Obra.
Pero el P. Kentenich no archivó para el futuro la meta tomada de Pallotti. La tuvo claramente en su mente y estructuró a Schoenstatt como una confederación de comunidades autónomas, coordinadas federativamente. De esta forma, podría llevar a cabo la primera ala de la Obra total y, en el futuro, la animación y puesta en marcha de la segunda ala, es decir, la Confederación Apostólica Universal. Para que ello fuese posible, Schoenstatt debía mostrar por su propia realidad que era factible estructurar y coordinar distintas comunidades al interior de la Iglesia en aras de un trabajo apostólico mancomunado.
El hecho que el P. Kentenich, salvo en contadas ocasiones, durante el primer período del desarrollo de Schoenstatt, no hiciese públicamente mayor alusión a la CAU, explica en parte el “desconocimiento” de la posición central que el P. Kentenich atribuía a Pallotti.
Pero hay otro factor que incidió aún más profundamente en esta realidad. San Vicente Pallotti había fundado junto al “Apostolado Católico” (ése era el término con el cual él designaba lo que el P. Kentenich denominó “Confederación Apostólica Universal”) una sociedad como parte central y motriz: la comunidad de los padres palotinos o Sociedad del Apostolado Católico (SAC).
Después de la muerte de Pallotti, el Apostolado Católico progresivamente desapareció y quedó sólo la Sociedad del Apostolado Católico, es decir, los padres palotinos. Estos entendieron su misión en el sentido de ejercer y promover en la Iglesia el apostolado universal. Con ello perdieron de vista la Confederación Apostólica que, si se recordaba, era sólo una reminiscencia histórica o una utopía irrealizable. El P. Kentenich, como señalamos, se sintió llamado a reasumir, apoyado en la alianza de amor sellada en el santuario, el fin originario planteado por Pallotti.
A partir de 1916, buscó progresivamente ganar a la SAC para que reconociera, en la naciente Obra de Schoenstatt, la Obra visualizada por Vicente Pallotti.
Sin embargo, su intento, a pesar de auspiciosos pasos dados en ese sentido, –sobre todo en torno a la Segunda Guerra Mundial, pasos que culminaron en los “desposorios” de Schoenstatt con la Sociedad de los palotinos en el Campo de Concentración de Dachau– en definitiva, terminó en el fracaso cuando, en 1965, se produjo la separación oficial de Schoenstatt de la comunidad de los padres palotinos.
Este proceso se prolongó y, durante años, adquirió caracteres dramáticos. Significó una larga y penosa confrontación, que dejó profundas heridas. Un número de padres palotinos adhirió a la idea del P. Kentenich y se comprometió con Schoenstatt. En cambio, una gran mayoría o bien no se interesó por Schoenstatt o entendió a Schoen-statt en una forma diversa a como lo entendía el P. Kentenich.