A falta de poder darle un sentido a esta pandemia, aprendamos de ella para el futuro.
Un virus minúsculo en una lejanísima ciudad de China ha puesto el mundo patas arriba. Es evidente que la historia ha conocido muchas pandemias, pero la novedad radical del Covid-19 es que ha provocado una policrisis mundial de componentes, interacciones e incertidumbres múltiples e interrelacionadas.
La posepidemia será una aventura incierta en la cual se desarrollarán las fuerzas de lo peor y de lo mejor, aunque estas últimas todavía son débiles y están dispersas. Pero lo peor no es seguro, y lo improbable puede acaecer.
Un análisis brillante del pensador de la complejidad.
Preámbulo
Cien años de vicisitudes
LA GRIPE ESPAÑOLA
Yo soy una víctima de la epidemia de gripe española, y puede decirse que, a causa de ella, nací muerto. Me reanimaron las cachetadas ininterrumpidas del ginecólogo, que me mantuvo treinta minutos suspendido por los pies.
A decir verdad, soy una víctima indirecta. De soltera, Luna Beressi, que habría de convertirse en mi madre, tuvo una lesión cardiaca causada por la gripe española, creo recordar que en 1917. Una vez casada, le prohibieron tener hijos, ya que un parto resultaría mortal para ella. Su esposo Vidal nunca supo de esa prohibición. Cuando se quedó embarazada, consultó a una «hacedora de ángeles» clandestina (la interrupción voluntaria del embarazo no se aprobaría hasta medio siglo más tarde), quien le dio unos productos eficazmente abortivos. Ella fingió un aborto espontáneo ante su marido, que reanudó con ardor su deber conyugal. De nuevo encinta, recurrió otra vez a la hacedora de ángeles, que le administró los mismos productos abortivos, pero esta vez, no se sabe por qué, el feto se agarró. Muy perturbado, nació de nalgas y estrangulado por el cordón umbilical la mañana del 8 de julio de 1921. El ginecólogo había prometido salvar a la madre. Salvó a la madre y al hijo.
Yo no tengo memoria del acontecimiento, pero siempre he tenido una sensación de asfixia que en ocasiones, incluso ahora, se apodera de mí. Es una impresión de ahogo de la que me libero con un profundo suspiro. Noventa y nueve años más tarde es el coronavirus, descendiente indirecto de la gripe española (H1N1), el que ha venido a proponerme un encuentro que se frustró el día en que nací. Me gustaría seguir con algunos proyectos y conocer todavía momentos de felicidad, así que espero esquivar esta cita, pero chi lo sa?
LA CRISIS MUNDIAL DE 1929
En 1930 tengo nueve años. Mis padres han decidido instalarse en Rueil, en la Isla de Francia, en una casa que mi padre ha decidido construir según los deseos de su esposa: un edificio de piedra con azotea en vez de tejado, con unos grandes balcones de hierro forjado y paredes pintadas de colores suaves. Pero ese año la crisis llegó a Francia y el negocio de mi padre se vio afectado. Perdió mucho dinero y ya no disponía de la cantidad que pensaba destinar a construir la casa, así que tuvo que resignarse a cambiar la piedra por ladrillos y sustituir el hierro forjado de los balcones por mampostería. Al verla terminada, a mi madre le pareció una casa feísima. Yo fui testigo, sin entenderlos muy bien, de los reproches incesantes que le hizo a mi padre.
Finalmente, nos instalamos en Rueil a finales de la primavera de 1931. Tras pasar allí unas semanas, mi madre salió precipitadamente una mañana para no perder el tren que la llevaría a París. Lo cogió casi en el último momento y cuando se sentó pareció quedarse dormida y ya no se despertó más. La encontraron muerta en la estación de Saint-Lazare, víctima de la lesión cardiaca.
Yo tengo diez años y vivo con mi padre, castigado por la gran depresión económica que asuela el mundo. De esa crisis económica yo no vi nada, no entendí nada, solo constaté que a partir de ese momento y durante algunos años mi padre procuró reducir mucho sus gastos y suprimió nuestras vacaciones anuales en Saboya. En suma, en 1921 y en 1931, mi vida se vio alterada por la gripe española. A partir de 1931, mi desarrollo intelectual quedó marcado por los choques sucesivos que provocó la conjunción de los efectos del Tratado de Versalles, que puso fin a la primera guerra mundial y plantó la semilla de la segunda, y los de la crisis económica de 1929, que continuó en la década de 1930 y causó estragos políticos y sociales.
EL NACIMIENTO DEL CICLÓN, 1930-1940
No tengo ningún recuerdo del 30 de enero de 1933, día en el que Hitler se convirtió en canciller de Alemania. Yo aún no entendía nada, pero recuerdo que en la radio y en los noticieros gráficos un hombre bajito de cabello negro, con un mechón en la frente, pronunciaba chillando unos discursos histéricos, interrumpidos por aclamaciones exaltadas de unas masas humanas con uniformes pardos.
Tengo trece años cuando descubro la política, cuando esta irrumpe en mi clase, en febrero de 1934. La impotencia económica del Gobierno, unida a una corrupción desvelada por varios escándalos (entre ellos, el caso Stavisky, que presuntamente se suicidó el 8 de enero de 1934), provocó un levantamiento antiparlamentario. El 6 de febrero los amotinados marcharon sobre la Cámara de los Diputados y fueron detenidos por los disparos de la Guardia Nacional. Balance: una quincena de muertos y dos mil heridos. Muy pronto, comunistas y socialistas se aliaron en un frente antifascista, que se hizo popular. A partir de ese momento empezó el gran enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, los profascistas y los antifascistas.
Así fue como, en febrero de 1934, el conflicto invadió mi clase de segundo de bachillerato en el Lycée Rollin. Los hijos cuyos padres eran de derechas y aquellos cuyos padres eran de izquierdas se insultaban y a veces hasta llegaban a las manos. Yo contemplaba esa agitación desde lo alto de mi escepticismo (formado en la lectura de Anatole France), pero pronto me vería embarcado en la Historia.
Ya en 1933 empezó una marcha implacable hacia la guerra, hoy retrospectivamente evidente, que en aquel entonces sufrieron los pueblos y los gobiernos en medio de un confuso sonambulismo. En 1933 la Alemania hitleriana abandona la Sociedad de Naciones y empieza a rearmarse. En octubre de 1935 la Italia fascista invade Etiopía. En mayo de 1936 vence el Frente Popular en Francia. En julio de 1936 comienza la guerra de España. En 1937 Japón invade China. El 29 y el 30 de septiembre de 1938 se firman los acuerdos de Múnich, por los que los anglo-franceses entregan los montes Sudetes de Checoslovaquia a Alemania.