aún no han visto la luz logren verla.
Y para que aquellos que la han conquistado la fortalezcan.
desde el AMOR contra esta absurda tiranía.
—… Pero tú no ves el mal y yo sé por qué.
—Pues explícame el motivo, Casandra, dime por qué estoy ciego, cuéntame tú, que lees en el vuelo de las águilas y en las señales invisibles de los cielos.
—No lo ves, Petrus, porque han talado el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y está ardiendo en la hoguera. ¡Míralo ahí agonizante! ¡Mira cómo se consume!… No llores. Ahora sientes que ya no se escribirán libros con su Ciencia porque el papel de sus poderosas páginas provenía de su madera.
—Todo está perdido, Casandra. Ya no hay sitio en la Tierra para el paraíso que arde ahora en la hoguera…
—¿Acaso ignoras, querido Petrus, al Ave Fénix? Ven, sentémonos aquí un rato. Voy a contarte su historia.
P RESENTACIÓN
E stamos en estado de guerra. Pero no todo el mundo lo sabe, porque la esencia de esta nueva modalidad bélica consiste en que el atacado no se percate de las violentas agresiones que recibe. Pero, aún más, la inteligencia del invasor-estratega es tal que ha logrado que muchos acepten e incluso deseen que se consuma la conquista. Puede sonar extraño y paradójico. Y lo es. Ocurre así porque una de las principales características de esta guerra que sufrimos desde hace décadas es el concepto de «inversión». Todos los valores, todas las percepciones, todos los comportamientos y procesos están siendo invertidos, hasta el extremo de que el esclavo vive cómodo en su estado de esclavitud.
Básicamente, una guerra es la conquista de un territorio. Invadir, ocupar, asediar constantemente para penetrar hasta la totalidad más profunda de un Estado, de una nación o de una región para robar las riquezas y propiedades de sus habitantes, para usurpar el poder de cada una de las personas soberanas que con su esfuerzo y el de sus ancestros han construido día a día su hogar, han preservado sus costumbres y han alumbrado a sus dioses. Pero ahora el invasor te exige tributos económicos. Tu sudor, tu sacrificio y tus amaneceres tienen dueño.
En esta guerra, los agresores pretenden apropiarse de todos los bienes de la Tierra: del agua que baja de las montañas, de los mares, de los bosques, del sol… Incluso el aire que respiras ahora tiene un precio.
Pero el buen tirano no se conforma con los bienes físicos, tangibles, terrenales. Intenciones aviesas, perversas e infames lo alimentan. El conquistador tiene ansias de destrucción. Quiere derribar la civilización de los conquistados y entrar en su territorio espiritual. Para que su triunfo sea total ha de imponer una nueva civilización: la suya. Cuando de conquistador del territorio pase a dominador ideológico de las almas, convirtiendo en esclavos culturales a quienes antes eran libres de su dominio, habrá vencido. Y así, con la imposición de la cultura invasora, el nuevo tirano prohíbe tus creencias, tus valores y tus dioses. Te exige que le adores si quieres vivir. Él ansía ser tu dios omnipotente, tu divinidad suprema, tu ídolo universal. Es un déspota absolutista. Es el usurpador de un poder que no le pertenece, de un poder que es únicamente tuyo. Como buen psicópata, le obsesiona imponerte sus sentimientos para que seas digno hijo suyo, un esclavo esculpido a su imagen y semejanza. El padre supremo va a dictarte a quién es correcto que ames y a quién debes odiar.
Y, para conseguirlo, cual serpiente que se arrastra silenciosa entre la maleza, envía a sus huestes a las escuelas para adoctrinar y domesticar a los niños. Sus legiones han entrado en tu casa desde la pantalla de tu televisor para mostrarte un psicomundo que te confunda y turbe tu espíritu. Los usurpadores de ese poder que te pertenece no dejan nada al azar. No quieren que seas libre, no quieren que sueñes con la existencia de otro mundo que no sea el que te muestran. Conocimiento, sabiduría y libertad son palabras malditas para ellos. Y están ardiendo en las hogueras de la Tierra.
Vuelve una nueva época de tiranía, como la que vivimos en Europa e Hispanoamérica en el siglo XX . Para triunfar en esta colonización imperial, las armas de guerra han cambiado. El principal objetivo de los nuevos déspotas es que no seas consciente de que te están haciendo la guerra.
El endeudamiento, el miedo, las mentiras, la ignorancia, la propaganda, la desinformación, los gobernantes títeres de poderes oscuros, la ruina, el paro, las crisis, el estrés emocional, el cierre de empresas, los suicidios, la desmoralización, la «táctica de la pandemia», el genocidio, las armas biológicas, el abuso policial, el psicoescenario, la muerte, el Gran Reinicio…
¡ BIENVENIDOS A LA TERCERA GUERRA MUNDIAL!
Es esta una guerra total que se sucede en varios campos de batalla: el frente psicológico, el cultural, el sentimental, el geoeconómico y el geopolítico. Son ataques sincronizados. Para ganar esta guerra, tus enemigos han ido actuando de modo gradual, por fases, y la primera ha consistido en adueñarse de las industrias culturales y del sistema de comunicación global. Una vez que los núcleos de gestión de la comunicación están en sus manos, el conocimiento y la cultura —los centros neurálgicos de las relaciones sociales— tienen la capacidad de condicionar tus valores, es decir, aquello en lo que crees y defiendes tanto en el plano individual como en el comunitario.
Los gobernantes se han convertido en títeres no solo del poder financiero-filantrópico, sino de una fuerza invisible que no sería nada y se mantendría en el limbo si ellos no le diesen su aliento de vida: el Mal. Son los sacerdotes del nuevo templo de la infamia.