Craig Hodges. Park Forest (EE.UU.), 1960. Jugador de baloncesto profesional estadounidense, Hodges fue dos veces campeón de la NBA, en una carrera que le llevó a equipos como los San Diego Clippers, Milwaukee Bucks, Phoenix Suns y Chicago Bulls. Recordado principalmente por su etapa en los Bulls de 1991 y 1992, es el segundo jugador, tras Larry Bird, en ganar tres concursos de triples consecutivos: 1990, 1991 y 1992. En la edición de 1991 logró anotar diecinueve seguidos, un récord vigente hasta hoy. También posee el récord de puntos anotados en una ronda: veinticinco. En 1991, en una visita a la Casa Blanca llevó un dashiki (vestimenta tradicional africana), para protestar por el trato del Gobierno estadounidense a las personas negras, y le entregó personalmente una carta a George H. W. Bush. Pero, terminada la siguiente campaña, ningún equipo quiso contratarlo, a pesar de ser uno de los mejores jugadores de la liga. La NBA tardaría más de diez años en volver a abrirle sus puertas.
Rory Fanning. Estados Unidos. Después de abandonar el Ejército espantado por sus experiencias en Irak y Afganistán, Fanning recorrió Estados Unidos con la Fundación Pat Tillman en 2008 y 2009. Escribe en medios como Common Dreams, The Guardian, The Nation y TomDispatch. Como miembro de la asociación Veteranos por la Paz, ha defendido en varias conferencias la abolición de las armas nucleares y el cierre de bases militares estadounidenses en todo el mundo.
Título original: Long Shot: The Triumphs and Struggle of an NBA Freedom Fighter (2020)
© Del libro:Craig Hodges & Rory Fanning
© De la traducción: Enrique Maldonado
Edición en ebook: septiembre de 2020
© Capitán Swing Libros, S. L.
c/ Rafael Finat 58, 2º 4 - 28044 Madrid
Tlf: (+34) 630 022 531
28044 Madrid (España)
contacto@capitanswing.com
www.capitanswing.com
ISBN: 978-84-122264-8-5
Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz
Composición digital: leerendigital.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Tiro de larga distancia
Como miembro de los Chicago Bulls campeones de la NBA en 1991, un Hodges vestido de dashiki entregaba una carta escrita a mano al presidente George H. W. Bush exigiéndole que hiciera más para abordar el racismo y la desigualdad económica. Hodges también fue activista y portavoz sindical, impulsó un boicot contra Nike y denunció enérgicamente la brutalidad policial a raíz de las imágenes de la paliza a Rodney King que dieron la vuelta al mundo. Pero su franqueza le salió cara: en el mejor momento de su carrera, tras diez temporadas en la NBA, fue excluido de la competición por usar su condición de atleta profesional para defender causas justas. En estas poderosas, apasionadas y cautivadoras memorias, el dos veces campeón de la NBA y triplista insuperable comparte las experiencias de toda una vida dedicada a mejorar las condiciones de la comunidad negra en Estados Unidos: desde los encuentros con otros destacados activistas negros como Nelson Mandela, Coretta Scott King o Jim Brown, hasta su relación con figuras como Michael Jordan y George Bush padre. Una cosa está clara: Craig Hodges nunca se ha acobardado a la hora de cantar las verdades al poder.
Índice
«No quieres ser Craig Hodges»
Dave Zirin
Washington, junio de 2016
C uando empecé a cubrir la NBA como periodista, allá por 2003, preguntaba a los jugadores por qué no eran más los que utilizaban su relevancia cultural para defender causas sociales. Las respuestas eran diversas, pero siempre me decían: «No quieres ser Craig Hodges». La respuesta era muy desconcertante. Muchos de estos jugadores estaban en la primaria cuando el excelso tirador anotaba un triple detrás de otro para los campeones de la NBA en 1991 y 1992, los Chicago Bulls. Sin embargo, su nombre seguía vivo en los furtivos susurros que los agentes y los empresarios deportivos dejaban caer a sus jóvenes clientes. «No quieres ser Craig Hodges». No llegué a entender del todo aquello hasta que no leí este libro (y lo oí de labios del propio Hodges): qué hacía que su legado en la NBA fuera no tanto el del campeón de los concursos de triples o el del reinado de los Chicago Bulls de Michael Jordan como un relato aleccionador del destierro.
Tiro de larga distancia desnuda la fábula del deporte y la política. Hay un mito manipulado sobre el activismo político en el deporte, un discurso que sirve únicamente a los intereses de los cerebros del complejo deportivo-industrial. El mito dice algo así: los años sesenta y setenta supusieron un considerable auge del «activismo deportivo», cuando personas como Muhammad Ali, la tenista Billie Jean King y John Carlos y Tommie Smith con su protesta olímpica despertaron una conciencia social de las injusticias tanto dentro como fuera del entorno deportivo. Esto conllevó un cambio real que, sumado a las considerables subidas salariales, hizo que pocos deportistas quieran hoy levantar la voz. Ya no son rebeldes. Pertenecen a la realeza.
Esta historia tiene, sin duda, algo de verdad. Los últimos años de la década de 1960 y toda la siguiente fueron sin discusión una edad de oro para los deportistas implicados en la defensa de la justicia social. Y el despegue de los salarios, que tuvo lugar gracias a las luchas sindicales para instaurar la figura del agente libre, a las huelgas y a la expansión del deporte estadounidense a través de la televisión por cable como fenómeno global, ha sido, por supuesto, una incontestable realidad. Pero lo que esta historia borra es que siempre ha habido (también en las décadas de 1980 y 1990) deportistas que han utilizado su plataforma hiperelevada «patrocinada por Nike» para ejercer el derecho a la crítica. En muchos aspectos, estos deportistas son los más valientes entre los valientes porque eligieron levantar la voz en un momento sin movilizaciones de masas en las calles y con una ofensiva de la derecha contra el activismo de los años sesenta dirigida desde el propio Gobierno federal. Por este motivo, estos deportistas pagaron el precio más alto por defender sus ideas: la expulsión.
Fueron excluidos de los deportes a los que se dedicaban y borrados de los libros de historia con una despreocupada crueldad que sería la envidia de Stalin. Sin embargo, sus experiencias son fundamentales no solo por ser una historia de la resistencia digna de conmemoración. También exponen la verdadera naturaleza de las personas que manejan los engranajes del deporte. Estos plutócratas de la pelota son una camarilla de reaccionarios que ganan miles de millones de dólares con el trabajo de los pobres y los sueños de personas que tal vez ni siquiera tengan dónde cursar Educación Física en las escuelas de sus barrios empobrecidos —los presupuestos municipales van destinados a construir estadios—, por no mencionar la poco frecuente capacidad atlética y los recursos para llegar a ser profesionales.
De todos los deportistas desterrados, ninguno es para mí más importante que Craig Hodges. Su experiencia ha de ser contada y vuelta a contar. No solo porque es una destacable historia silencia da de lo que era ser un deportista politizado en una época en la que Nike había tumbado a Muhammad Ali como nuevo rey del mundo y campeón indiscutible. Importa porque hoy —por fin— tenemos una nueva generación de deportistas que intentan descubrir cómo utilizar su estrellato para decir algo que no sea: «Compra este refresco o esta basura adornada con un logotipo». Estos cambios se están produciendo gracias a los movimientos en la calle, pero están repercutiendo en las canchas con un efecto dinamizador. Y está sucediendo especialmente en la NBA. Superestrellas como LeBron James, Derrick Rose y Dwyane Wade (entre muchos otros) han decidido respaldar el movimiento Black Lives Matter para proclamar con una claridad palmaria que si merecen las ovaciones sobre el parqué, su condición de seres humanos y la de sus familias ha de ser reconocida fuera de las canchas.
Página siguiente