NOTA DEL EDITOR
¿A dónde se dirige este libro?
P ara Alejandro ‘Alec’ Hughes, Atando Cabos es el resultado de una larga travesía en la que reunió evidencias del contacto entre Perú y la Polinesia en tiempos precolombinos.
En el primer capítulo, el autor hablará sobre sus inicios en la navegación a vela y sus primeros pasos en la investigación del contacto transoceánico.
En el segundo capítulo, argumentará que el Perú tuvo, desde tiempos preincaicos, culturas costeras desarrolladas y una navegación que no fue una actividad secundaria, sino esencial.
En el tercer capítulo, Hughes se apoyará en sus conocimientos como navegante para sustentar la posibilidad técnica de los viajes a vela en el Océano Pacífico.
En el cuarto capítulo, describirá la maestría de los navegantes polinesios y presentará las principales evidencias sobre el contacto transoceánico en tiempos precolombinos.
En el último capítulo, el autor se centra en la importancia de la navegación a vela para elaborar una propuesta de impacto social.
Es muy interesante, por cierto, el tratamiento que brinda al concepto de wayfinding para dar sentido a todos los capítulos del libro. Que el autor sea navegante, haya vivido en Hawai’i y viajado en velero hacia la Polinesia le brinda una perspectiva única para abordar los temas mencionados. Es pertinente mencionar el legado familiar que carga, pues su bisabuelo, abuelo y padre son navegantes a vela, al igual que su hijo Alec.
Esto lo conecta con Mau Piailug o Nainoa Thompson de la Polynesian Voyaging Society, navegantes polinesios que también adquirieron el arte de la vela por herencia, a modo de iniciación, de padre a hijo, de maestro a aprendiz, durante generaciones, manteniendo vivo el fuego de un patrimonio intangible. Hughes busca que eso mismo ocurra en Perú.
Como editor, deseo que este libro no pase desapercibido, que abra un mundo nuevo a lectores que no sabían nada sobre los navegantes peruanos, que fascine a quienes aman las aventuras y comprendan en su real magnitud lo que significa cruzar el Océano Pacífico sin GPS, mucho antes que los europeos.
Como periodista, sé que en estos tiempos de fake news, folk science, clickbait y cherry picking es importante dejar claro que el autor no pretende generar titulares engañosos ni dictar dogmas pseudocientíficos. Lo que menos deseo desde mi posición es que este libro se arroje a la caja de los dvds de “Alienígenas Ancestrales”, ese ameno y demencial programa de History Channel que concluye que las grandes proezas del ser humano se deben a extraterrestres. No, por favor. Aquí no se habla de marcianos ni teorías de conspiración.
En Atando Cabos, más bien, queda evidente la genuina admiración hacia los navegantes polinesios y sudamericanos, así como una profunda devoción por la vela. Estos elementos combinados, según el autor, permitieron el contacto transoceánico antes de 1492 d.C. Así de simple es la idea, así de poderosa.
Tampoco me gustaría que este ensayo se lea como una imprudente propuesta que irrite a los académicos, tanto americanos como polinesios. He sido testigo de cómo un reciente estudio sobre la presencia de genes sudamericanos en habitantes de la Isla de Pascua ha provocado encendidos debates en la comunidad científica, tanto en medios especializados como en redes sociales.
Como bien comenté al autor antes de cerrar el libro, estas reacciones tienen un lado positivo: ayuda a que el tema del contacto transoceánico tenga visibilidad y que, a partir de la prueba y el error, se enriquezca el camino hacia la verdad.
Atando Cabos, valga la redundancia, no es una tesis doctoral ni un trabajo puramente científico. Más bien, encaja perfectamente en el género ensayístico, pues Hughes navega en la Historia y otras áreas para recoger evidencias, pero se vale de la intuición para atarlas con firmeza.
Pido a los lectores que lean este libro y compartan sus opiniones. Sería enriquecedor que el autor reciba llamadas o correos que le digan “señor Hughes, me encanta la observación que hizo sobre las balsas a vela tradicionales, ¿me podría brindar más información al respecto?”, “nunca he navegado, pero leí este libro y quiero aprender” o “soy arqueólogo y quisiera explicarle por qué no estoy de acuerdo en un punto del capítulo 4”.
Como editor y periodista, estaría complacido si se abre ese circuito de realimentación. Alec Hughes sabe que no tiene la última palabra —lo he corroborado— y que investigar es un camino largo.
Atando Cabos es un ensayo muy personal que, espero, despertará la curiosidad, inspirará nuevas investigaciones y concretará los anhelos del autor.
César Becerra
Julio 2020
ANTES DE ZARPAR
Palabras de aliento de Stefano Peschiera
*Velerista peruano y clasificado a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
C onozco a Alec desde pequeño. A pesar de ser de distintas generaciones, la vela hace que todos los navegantes se conozcan. Es un deporte muy amplio que nos une e identifica con cualidades peculiares. Por eso compartimos la linda e intensa pasión por la vela y la naturaleza.
Una imagen que se me viene en este momento: los dos en la bahía de Ancón, lugar donde crecimos navegando, él en un J24 y yo recién en un Optimist. Nos hemos cruzado más de una vez en el agua y es grato saludarnos cada vez que nos vemos.
Lo que más me intriga de Atando Cabos es no haber estado al tanto de los temas que desarrolla. Muchos conocen la historia de la expedición Kon-Tiki, pero ni en el colegio o libros de Historia escuché o leí sobre los viajes desde la Polinesia a nuestro país. Lo he escuchado ya de adulto por parte de algunas personas como Alec y la verdad es que quiero saber más. Me gustaría saber por qué hay poca información al respecto. ¿Será por miedo a aceptar una historia diferente? ¿O será, simplemente, por la pereza que genera buscar evidencias que prueben esta teoría?
Es muy útil tener un libro que describa tan detalladamente los viajes, aventuras, materiales y demás elementos que usaban en ese entonces para cruzar el océano. En el norte del Perú, hasta hoy, se utilizan barcos a vela para la pesca artesanal y entiendo que eso viene de muchos siglos atrás. Por ello, es muy valioso saber más sobre nuestros orígenes como navegantes.
Creo en la lectura. La considero una parte importante de mi vida, pues leo bastante. Pero también considero muy valiosas las experiencias personales, por lo que me intriga mucho conocer de sus aventuras, problemas y éxitos que provienen de la vida misma, no solo de los libros.
Invito a todos a leer este libro, en el que Alec combina lo mejor de ambos mundos: sus experiencias inimaginables navegando y los años qué pasó en la Polinesia, pero sin dejar de lado la investigación y los libros. Le deseo lo mejor en esta y sus próximas aventuras.
E n 1999, durante la vuelta al mundo que hice con mi padre en el velero Sealestial, hicimos una parada en Pago Pago (Samoa Americana). Cuando caminaba por el lugar, vi a un niño que físicamente me parecía peruano. Me le acerqué y conversamos en inglés.
Imaginen la sorpresa que me llevé cuando me contó que su padre era un pescador peruano que salió de Piura, se perdió en el mar y apareció meses después en Samoa, a 10 mil kilómetros de casa. Fue un momento cuántico que me hizo viajar en el tiempo hasta una escena de revelación ocurrida años atrás.
Era una tarde de 1994. Estaba leyendo en una biblioteca de Oahu (Hawai’i), cuando fui invadido por muchas interrogantes. Si los polinésicos navegaron a vela para poblar Hawai’i, ¿por qué no pudieron llegar al Perú también? ¿Llegaron los antiguos peruanos a la Polinesia? ¿Por qué los tikis polinésicos me recuerdan a las culturas Moche y Chachapoyas? ¿Somos los peruanos oriundos navegantes?
Así intuí que existía una antigua relación entre Perú y la Polinesia, la cual se forjó por los navegantes a vela que surcaron el Océano Pacífico. En aquel entonces, tenía 22 años y estudiaba Administración y Finanzas en la Hawai’i Pacific University. Había leído sobre las hazañas de los navegantes polinésicos, había visto imágenes de sus embarcaciones, había quedado impresionado por los viajes que les permitieron poblar las islas del Pacífico. Me fascinaba que fueran capaces de ubicarse usando las estrellas, sin necesidad de compás.